La increíble historia de la joven capitana del yate escuela Centinela I

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La ingeniera Millaray Briceño, flamante capitana del yate escuela Centinela I de la Universidad San Sebastián.

A sus 31 años, Millaray Briceño ha recorrido el mundo a través del mar. Titulada de una de las primeras generaciones de la carrera de Ingeniería en Gestión de Expediciones y Ecoturismo de la U. San Sebastián, hoy regresa a su alma máter para comandar la embarcación insigne de la institución, Centinela I, para desplegar su conocimiento, tras navegar más de 20 mil millas náuticas por diferentes océanos del mundo. “Como a mí alguien me dio la oportunidad de estar a bordo, en mi momento también yo le voy a dar la oportunidad a otra chica", confiesa la capitana. Esta es su historia.



Como muchas cosas en la vida, el encuentro de Millaray Briceño (1992) con la navegación fue fortuito. Hasta sus 18 años, esa edad en que muchos tienen que decidir qué estudiar, se sentía completamente perdida sobre su futuro, hasta que encontró un folleto con información de la universidad.

Así fue como decidió ingresar a la carrera de Ingeniería en Gestión de Expediciones y Ecoturismo en la Universidad San Sebastián (USS). El nombre le resultaba atractivo para cumplir con sus deseos a un camino “totalmente no convencional”. ¿Alguna relación con el turismo? “Cero”, resume ella, agregando que su carácter y personalidad le incitaban a buscar algo lejos de las oficinas.

Con el miedo de contarle a sus padres si la dejarían estudiar algo así, fue su papá quien le respondió medio en broma, medio en serio: “Yo también quiero estudiar esa carrera”. Así, Millaray fue parte de la segunda generación de estudiantes que ingresó a dicha carrera en 2011, sin imaginar que 13 años más tarde estaría comandando el yate escuela Centinela I, nada menos que como capitana y académica que, bajo su propio carácter y determinación, forjó un “amor a primera vista” con la navegación. Porque pese a que probó todas las especialidades, transitar los mares fue para ella más que el buceo, que la escalada o el rafting. “Fue un sentimiento completamente diferente y extraño. Y aquí me quedé”, dice. Hoy, la capitana cuenta con 20 mil millas náuticas de navegación, y le restan solo 1.600 para completar lo que una vuelta al mundo navegando requiere.

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La capitana Millaray Briceño en la Marina del Sur, en Puerto Montt.

El contacto de Millaray con el mar no fue al azar. Antes de estudiar, jamás se había subido a un barco. Eso sí, nacida y criada en Santiago proviene de una madre nacida en Talcahuano y de un padre que vivió en Concepción, y en las costas de la región Bíobío aprendió a navegar. “Siempre hubo relatos románticos de él y su época, pero cuando una es más pequeña rechaza ciertas cosas. Hasta que sentí la misma sensación que sintió mi papá navegando”, plantea.

A diferencia de otros vehículos, el conducir una embarcación en mar abierto implica dominar amplios conocimientos de las condiciones climáticas a las que se debe enfrentar. Una serie de factores que debe estar analizando en todo momento, que dejan a la capitana Millaray Briceño en una condición, en un estado que aún no sabe cómo describir. “Lo que más me llamó la atención fue esa sensación de que soy buena o podría llegar a serlo, y le di chance”, admite.

Más allá del romanticismo que significa salir a mar abierto, la capitana del Centinela I se explaya al decir que si bien el mundo está plagado de agua, “nosotros no pertenecemos a ese medio. Por eso, el poder moverse de un punto A a un punto B, utilizando la fuerza del viento, era algo que me llevaba a esa sensación de ser primitivo y poder lograr cosas por ti mismo. Siento que es lo que más me atrajo hasta el día de hoy”.

Algarrobo, Bahamas, Australia, Indonesia y Europa

Su primer encuentro con la navegación fue en las clases de la carrera en Algarrobo y, tras terminar sus estudios formales en 2016, se quedó en el balneario del litoral central para perfeccionarse y avanzar cada vez más hacia otros lugares. “A pesar de que el mundo de la navegación en Chile es muy pequeño y acotado, Algarrobo es el lugar en el que hay que estar si uno quiere aprender”, señala.

Millaray ingresó un tiempo en el mundo de la regata, incluso ganando torneos nacionales y compitiendo en la delegación nacional en los III Juegos Bolivarianos de Playa Iquique 2016, donde consiguieron puestos de campeón. “Esa escuela me hizo súper bien para conocer a la gente especializada y aprender la forma correcta de llevar una embarcación”, rememora. Eran tiempos de sumar millas náuticas, de estudiar para sacar sus cursos de capitán costero y patrón de nave menor, que le otorgaron la credibilidad de que podía encargarse de una embarcación. Todo se trataba de esperar la oportunidad, hasta que recibió una invitación para navegar en Bahamas en 2017.

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Las aguas paradisiacas de las Bahamas.

El océano Atlántico fue su primera experiencia internacional. El conjunto de islas, que se encuentran a sólo 50 millas al este de la costa de Florida (EE.UU), son un popular destino para los navegantes. Fueron un par de semanas en una ruta con complejidad mayor. De hecho, para dimensionar a lo que se enfrentó, la ruta entre Miami y Cuba es considerada una de las más peligrosas del mundo. Problemas como los bancos de arena, que llevan a embarcaciones ir dragando, haciendo un camino para que las embarcaciones puedan pasar seguras, fueron parte de las lecciones.

Junto con la belleza de las tonalidades en esas nuevas aguas, Millaray se sorprendió de la cantidad de nuevos compañeros de mar. “Si acá en Chile yo estaba sorprendida cuando venía a la Marina del Sur (Puerto Montt), y venían 50 barcos, allá era una locura, porque habían 200 en una sola marina”, destaca como un punto donde el mundo se expandió en su formación. Junto con sacar trote a la posibilidad de la experiencia, Bahamas fue para Millaray la posibilidad de recorrer “el centro de los piratas reconocidos a nivel mundial”.

A su regreso a Chile, trabajó una temporada en la isla de Robinson Crusoe, un destino nacional que suena exótico y lejano para muchos chilenos. Fue en ese trabajo cuando recibió el llamado de otra amiga capitana que la contactó, contándole que estaban buscando a un capitán para un catamarán con bandera chilena en Australia. Aceptó sin saber que en un par de horas recibiría una sorpresiva llamada del armador, pasando sus filtros, y aceptando “a ojos cerrados” viajar a Oceanía.

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La isla Robinson Crusoe es la más importante del archipiélago y parque nacional Juan Fernández.

Así, estuvo tres años comandando el Kawéskar, con el cual recorrió las costas de Australia, Indonesia, Papúa y Nueva Guinea, Malasia, Borneo, Singapur y Tailandia.

El barco fue su hogar y su medio de transporte mientras conocía el sudeste asiático. De sus pasos por esos mares, Millaray reconoce que “ese lugar es vivir ciento por ciento con el medio. No se puede pelearle a nada”. Reflejo de eso fue sobrevivir al dengue y enfrentar la pandemia escondida al interior del barco en un parque natural en Tailandia.

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El sudeste asiático, destino de Millaray Briceño por tres años como navegante

Fue un periodo extenso arriba de la embarcación, dado que no habían permisos para navegar. “Sobre todo allá en Asia, el virus era una peste. Si te contagiabas, te morías”, exclama ante un periodo que terminó con un vuelo de repatriación de la Embajada de Chile, dejando el mar para sentar pies en tierra y moverse rápidamente de Bangkok a Singapur, y ver cómo instalada en uno de los aeropuertos más grandes del mundo tomaba en 2020 el único vuelo en dirección a Chile.

El volver a su país después de haber estado todo este tiempo viviendo fuera y haber vivido la realidad de la industria de la navegación internacional, significó un golpe cultural sin un plan fijo de por medio. Luego, partió a Barcelona a especializarse y obtener licencias internacionales. Estando allí, la contrataron en un velero de bandera inglesa, con el cual navegó desde Southampton (sur de Inglaterra) hasta el mediterráneo, pasando por las costas de España, Portugal, Francia, Italia y Malta, terminando en las islas Baleares, el archipiélago frente a la costa este de España.

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La capitana Millaray Briceño navegó por todo el Mediterráneo.

Trabajo en el Centinela I

Fue en 2023, cuando se enteró de la llegada de la embarcación universitaria Centinela I de la USS a las costas chilenas, que ella escribió personalmente a la institución: “Siempre estuve atenta cuando apareció el barco. Mandé un mail a la universidad para hacer acto de presencia, pero yo estaba con contrato en Baleares”, dice.

Las conversaciones se extendieron. Aceptó en primera instancia coincidir sus vacaciones para dar unas clases como profesora titular del curso de navegación en la carrera que ella misma estudió. Millaray volvió y fue aquí donde le ofrecieron la capitanía del buque. Cuando ellos la consideraron, explicándole que les hacía sentido que ella estuviera a cargo de tamaña responsabilidad, tanto por su experiencia como el simbolismo de que un egresado vuelva a su casa de estudios para desplegar este nuevo hito, fueron razones suficientes para entusiasmarse y asentarse nuevamente en su patria y sus costas sureñas.

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La tripulación de la reciente expedición científica en las costas chilenas, bajo el mando de Millaray Briceño.

“Siempre dije que si volvía a Chile en algún momento tenía que ofrecer algo, así como Chile tenía que ofrecerme algo en el sentido laboral”, dice, y luego agrega: “Acá hay mucho que hacer, y como parte del Centinela I abordamos esas tareas”.

El poder desplegar el conocimiento adquirido en lugares tan lejanos como inverosímiles para una Millaray Briceño estudiante que hoy regresa como académica, experta y capitana, le permiten no sólo homenajear en silencio a aquellos que se dieron el tiempo de explicarle y ayudarle en esos momentos, sino reforzar todo lo aprendido desde una sala de clases del yate.

“Fue un buen momento para mí también volver, hacer clases y ver el mismo rostros de alumnos y saber que yo fui uno de ellos. Yo fui de esas personas que están escuchando atentamente lo que yo estoy contando. Esto es más gratificante que estar navegando por Baleares”, sincera.

“Hay mujeres dando vuelta al mundo”

Históricamente, el mar siempre fue un lugar exclusivo de hombres. De hecho, todos los descubrimientos occidentales fueron liderados por hombres, postergando y desprestigiando el rol de la mujer. ¿Se mantienen esas diferencias de género en estos tiempos? La capitana del Centinela I es honesta: “El mundo de la negación es un mundo súper machista. Hace algún tiempo atrás era de mala suerte tener una mujer a bordo. Y no estamos hablando de 500 años, estamos hablando de hace poco”, reflexiona.

Aunque asume que ha sido complicado, agradece la suerte de encontrar también a buenos mentores, que han consolidado su presencia dentro de la industria, sin dejar de lado que el estigma sigue presente, y salir a navegar es una constante rebeldía.

“A veces he tenido esta sensación de que me pasan ciertas cosas por ser mujer”, afirma, para luego recordar una reciente anécdota, cuando una practicante de la USS le contó que quería seguir sus pasos: “Le dije que siga sus sueños, que se coma el mundo”.

Las palabras de aliento fueron más allá: “Como a mí alguien me dio la oportunidad de estar a bordo, en mi momento también yo le voy a dar la oportunidad a otra chica”, confiesa.

Millaray también habla de cuidar su propio temple: “Sé perfectamente que cuando entro y salgo de la Marina todos están mirando, están diciendo que está la niñita. Yo ya me lo pongo como chapa. Si me equivoco, también está bien. La navegación es un constante aprendizaje, y uno se para en el lado de la humildad”.

La capitana del Centinela I tiene sus referentes. Menciona a tres: Laura Delker, la navegante más joven de la historia, que con 16 años y 123 días en dar la vuelta al mundo en solitario en 2012: “Yo a los 15 años no sabía qué estaba haciendo con mi vida. En cambio, ella dio la vuelta al mundo. Y ahí uno como que pone estas cosas en perspectiva y, si bien somos minoría en ciertas áreas, eso no quiere decir que somos malas”.

Otra de sus ídolas es Pip Hare, navegante y regatista británica que a sus 50 años lleva varias temporadas participando en la regata Vendée Globe, competencia consiste en dar la vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas y sin asistencia. “Si bien soy una persona muy poco competitiva, me gusta el estado mental y físico que las personas tienen que enfrentar”, cuenta sobre Hare, de quien expresa admiración: “Verla a ella siempre con una sonrisa, siempre de buen humor. No sé si se lo atribuyo a que sea mujer, pero sí tenía un temple diferente al resto”. Además, destaca como mentora a Marissa Maurin, que gracias a ella compitió en las regatas.

Así como ellas, Millaray espera que esta nueva experiencia al mando del Centinela I de la USS le permita hablar con nuevas generaciones para enfrentar los mismos miedos e incertidumbres que alguna vez vivió. “En el mundo hay mujeres, hay presencia femenina. Hay mujeres dando vuelta al mundo. Hay muchas que ya van y vienen. Hay que darle un poco una vuelta al rango tan machista, tan cuadrado”, reflexiona y comenta: “Mientras en otros momentos nos consideraban brujas y nos quemaron la hoguera, hoy nos damos cuenta de que no estamos solas, y que es el momento para brillar”.

Primeras semanas en el Centinela I

El inicio de Millaray Briceño en su labor como capitana del Centinela I lo resume en tres palabras: “Maravilloso, gratificante y extenuante”. Recién está conociendo a su compañero de ruta, y como dice ella “hay que ponerse al barco encima”. El Centinela I zarpó a principios de 2024 con el primer grupo de científicos de la U. San Sebastián liderado por la Dra. Karla Pozo, a explorar la contaminación por microplásticos en las costas de Chile.

“Tuvimos la suerte de que el grupo humano que tuvimos en la primera expedición fue excelente”, explica la capitana, quien enfrentó condiciones meteorológicas que no fueron del todo a su favor, logrando la recolección total de las muestras que necesitaba el equipo por las desembocaduras de los ríos del sur de Chile para obtener muestras para un trabajo científico sobre la presencia de microplásticos que llegan al océano.

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La capitana del Centinela I Millaray Briceño.

“El grupo era mayoritariamente mujer. Se dio algo muy bonito en ese sentido. El nivel de profesional que estaba a bordo era impactante”, expresa, recordando la simbiosis que existió tanto de ellas por explicar su trabajo, así como de Millaray para poder cumplir con la tarea.

Un gran inicio de temporada que dejó la vara muy alta para la embarcación multipropósito de la institución académica. Ad portas de viajar a Valdivia, hoy la embarcación se robustece para los proyectos de este 2024. Ante lo que viene, Millaray Briceño entiende su rol en el Centinela I y cierra esta conversación: “Queremos elevar nuestros estándares como tripulación, hacer que cada vez, que quienes vengan a bordo se sientan más cómodos, más seguros y confiados de que la embarcación estará al cien por ciento para quienes la busquen y le saquen el mayor provecho”.

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