La pandemia impulsó la simulación clínica como una de las metodologías líderes para el futuro de la enseñanza en salud
Este tipo de metodología está dotado de alta tecnología, simuladores, e incluso actores, y tiene por objetivo preparar a los futuros profesionales para resolver problemas complejos y disminuir eventuales errores humanos en la atención clínica.
Una de las primeras consecuencias de la pandemia Covid-19 fue la prohibición de efectuar prácticas clínicas en los recintos asistenciales por parte de los estudiantes de las carreras de la salud en todo el país, restricción que hasta hoy se mantiene.
En este contexto es que adquiere relevancia la simulación clínica en la formación de los nuevos profesionales en medicina, enfermería, kinesiología, odontología, entre muchas otras carreras.
Se trata de una metodología de aprendizaje que requiere de lugares especialmente adaptados, con máquinas y simuladores (“pacientes tecnológicos”) con características perfectamente humanas de todas las edades, de modo de recrear lo que sucede al interior de los recintos de salud y en los propios pabellones quirúrgicos.
Los alumnos de pregrado o de posgrado participan en equipos multidisciplinarios (médico, enfermero, anestesista, arsenalero), guiados por profesores que van poniendo situaciones de pacientes con diversos grados de dificultad, como: paros cardio respiratorios o hemorragias, en una sesión que es grabada para su posterior análisis con el objeto de potenciar el razonamiento clínico (debriefing), el análisis de la información y, sobre todo, la capacidad de liderazgo para la toma de decisiones en situaciones de alto estrés.
Esta metodología educativa responde a las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ir disminuyendo los errores humanos en la atención clínica, pues el organismo internacional ha determinado que “cada año se producen 134 millones de eventos adversos por una atención poco segura en los hospitales de los países de ingresos bajos y medios, lo que provoca 2,6 millones de muertes”.
Todo se puede recrear
Para aumentar la complejidad, además de los simuladores que, por ejemplo, reconocen las drogas automáticamente y dilatan las pupilas, la simulación también incluye pacientes humanos, actores y actrices entrenados que son capaces de emular un trauma, una psicosis o depresión. Esto permite a los estudiantes el desarrollo de capacidades comunicacionales con las personas enfermas y con el equipo médico.
En una simulación por Covid-19, por ejemplo, los futuros profesionales deben tener las competencias para decirle al paciente y a su familia que lo van a intubar, con todos los riesgos que esto puede generar, y estar preparados para las reacciones emocionales y físicas como consecuencia de esta información.
Marlova Silva, directora general de Simulación e Innovación de la Universidad San Sebastián (USS), dice que “son muy pocas las situaciones que no se pueden simular; se puede recrear un parto normal o cesárea, que tenga como consecuencia un bebé prematuro de 24 semanas. También se trabaja con pacientes híbridos, humanos que se les adjunta una extremidad simulada para una punción en contexto. Todo es muy real y estresante, similar a la realidad”.
Desde 2017, la USS ha venido desarrollando un proyecto ambicioso, sumando hospitales de simulación que cumplen con los estándares internacionales, hasta alcanzar a implementarlos en las sedes de Santiago, Concepción, Valdivia y Puerto Montt, con 2.500 metros cuadrados de instalaciones altamente equipadas y tecnológicas.
La totalidad de las carreras del área de la salud acceden a la simulación clínica en distintos niveles y en equipos multidisciplinarios: medicina, obstetricia, química y farmacia, enfermería, odontología, psicología, nutrición, terapia ocupacional, kinesiología, tecnología médica y fonoaudiología, con 12 mil estudiantes cada año que adquieren estas destrezas.
“Hemos dotado a los hospitales simulados de un sistema de gestión de la calidad, un programa de desarrollo de los docentes para aprender a utilizar esta metodología, diseño de los escenarios, casos clínicos en distintos niveles de complejidad; además de cómo se evalúa, cómo se hace la retroalimentación y la reflexión en base a lo hecho, que es muy importante para el éxito futuro con pacientes reales”, afirma Marlova Silva, quien, además, es pionera en Chile en esta área de la formación de estudiantes. La especialista ha recogido en este proyecto de la USS la experiencia obtenida en su paso por hospitales simulados en Estados Unidos, en la Universidad de Harvard y en el Hospital Johns Hopkins, además de Europa; y ha participado en la traducción de estándares de simulación clínica al español.
Marlova Silva sostiene que “no cabe duda de que la pandemia ha incrementado la importancia de la simulación clínica por parte de las universidades, porque llegó para quedarse y no va a depender de si se logra o no erradicar el Covid-19. En la USS fuimos visionarios en el sentido de que había que estimular a los estudiantes desde los primeros años de cada carrera, con el objeto de ir reduciendo la posibilidad de errores cuando ya no trabajen en ambientes simulados y con actores, sino que con seres humanos, desde niños recién nacidos a adultos mayores”.
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