8M: los avances hacia la igualdad de género en el mundo académico

Crédito: Gabriel Ebensperger.

Hasta 2017 las mujeres ocupaban un 27% de los cargos directivos en las universidades chilenas, pero las cifras han ido al alza, especialmente tras el movimiento feminista de 2018. Acá te contamos sobre esos avances.



En abril de 2018 una toma estudiantil por reivindicaciones de género y una educación no sexista en la Universidad Austral marcó el inicio de la ola feminista que remeció a la sociedad chilena. Luego de ello, vino Mayo Feminista, movimiento que visibilizó los abusos sexuales, el seximo y la discriminación a estudiantes y académicas al interior de las universidades chilenas. Ambos hechos abieron el debate sobre la paridad en la instituciones de Educación Superior en Chile.

Tras las movilizaciones, los efectos fueron inmediatos: el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch) anunció la creación de una comisión especial para evaluar el desarrollo e implementación de políticas de género en sus universidades; y en marzo de 2019, el Ministerio de Educación (Mineduc) anunció la creación de un observatorio de género que invitó a las casas de estudio a suscribir un plan de medidas para promover la equidad. Además, diversas universidades privadas e institutos profesionales relevaron la importancia del tema dentro de su agenda y generaron instancias internas para abordarlo.

Hasta antes de Mayo Feminista, según un estudio realizado en 2017 por Aequalis, las mujeres ocupaban un 27% de los cargos directivos de las universidades, un 37% de cargos en los institutos profesionales y un 36% de los cargos en los centros de formación técnica. El estudio, además, revelaba que la representación del género femenino en las universidades -en el nivel de rectoría- es el más bajo entre el tipo de cargo al que acceden las mujeres en las IES chilenas, representando solo un 4%.

Pero las cifras han ido al alza. Según datos entregados por el Servicio de Información de Educación Superior (SIES), del Ministerio de Educación, en 2020 la participación de mujeres dentro del personal académico de la Educación Superior fue de un 44,5%. Respecto a la participación de mujeres en el personal académico con grado de Doctor, en 2020 llegó a 34,2%, lo que representa 2,7 puntos porcentuales de aumento de participación respecto a 2016, pasando a representar del 43,3% a 44,5% del total de académicos del sistema, aumentando en relación a otros años.

Créditos: Verónica Calderón.
Infografía: Verónica Calderón.

María Gabriela Huidobro, decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, señala que en el caso de la UNAB, han avanzado para alcanzar una participación paritaria. Actualmente, cuenta, el cuerpo académico está compuesto por un 45,2% de mujeres y 54,8% de hombres; el estudiantado lo integran un 53,9% de mujeres y un 46,1% de hombres; y hay un 45,5% de decanas y un 54,5% de decanos.

“Esto se ha dado de manera armónica, sin medidas que fuercen ese resultado, sino a través de la promoción por el respeto y valoración de la diversidad de géneros, así como por el reconocimiento de las cualidades de las personas en cuanto tales, independientemente de su sexo”, dice Huidobro. Además, el Consejo de Facultad está compuesto por 8 mujeres y un hombre, y el equipo de directores por 21 mujeres y 15 hombres.

Desafío mundial

Según Ana Luisa Muñoz (41), investigadora del Centro de Estudios de Prácticas y Políticas de Educación de la Universidad Católica, un tema relevante a problematizar es la experiencia de sexismo y discriminación por género que viven las mujeres o personas que no son hombres cisgénero en la Educación Superior. “Esto se ve en la diversificación de quienes son contratadas en el sistema, en los sueldos, lentitud de avanzar en las carreras académicas, financiamientos de proyectos de investigación, ausencia de políticas de cuidado. Si bien existen iniciativas de apoyo de pre y posnatal, las mujere, no solo cuidan hijos, también son las que usualmente están a cargo del cuidado de adultos mayores. En mi caso, ha sido complejo porque tengo padres mayores que tienen enfermedades crónicas, lo que me ha significado viajar constantemente para apoyarlos, mantenerme gestionando a distancias sus horas médicas, y eso es una carga de cuidado que es real para muchas mujeres y que queda invisibilizado”.

Francisca Novoa Winder (52), académica trans de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Andrés Bello sostiene que se deben asegurar políticas y normas institucionales que permitan ingresar como docente de acuerdo a la competencia en la disciplina, sin importar el género. “Además, se debe comprometer una gestión que asegure una cantidad equitativa (50 y 50), tanto de profesores hombres como de mujeres”, puntualiza.

Francisca Novoa es académica en la Unab y dice sentirse “privilegiada de ser parte de la plana docente, porque nunca han hecho ninguna distinción por ser trans”.

Novoa es académica en Andrés Bello desde 2018 y dice sentirse “privilegiada de ser parte de la plana docente de la UNAB, porque nunca han hecho ninguna distinción por ser trans. Desde el primer día fui tratada como una profesora, indistintamente de mi identidad de género, con igualdad de condiciones y siempre apoyada y querida por todos”. A lo largo de su carrera como ingeniera y académica, afirma que “me sentía más discriminada antes de ser Francicsa, porque la gente no entendía y veía a alguien muy femenino”. A su juicio, en el ámbito universitario debería primar la calidad del profesor, por sobre todo. “Tuve la oportunidad de vivir en Alemania 10 años y trabajé como ingeniera también en Estados Unidos. Allá nunca me pidieron mi carnet de identidad ni el CV con foto, porque está estrictamente prohibido discriminar”.

La investigadora Ana Luisa Muñoz señala que “las acciones, con respecto a la academia, se han desarrollado fuertemente desde el activismo feminista. Desde Mayo Feminista las estudiantes desarrollaron una visibilización de las situaciones de acoso sexual en las universidades, que son parte de los cimientos del sexismo que sustenta la inequidad de género. Creo que el trabajo que ha hecho la Red de Investigadoras ha sido un tremendo aporte para visibilizar las discriminaciones de género que vivimos quienes trabajamos en investigación”. Actualmente, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo está en proceso de construcción de una política de género en investigación. El construir data visible sobre las desigualdades de género en la academia -dice- es un aporte para generar consciencia sobre el tema en las universidades.

Para María Gabriela Huidobro, decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la UNAB, la paridad de género en el mundo académico es un desafío que ningún país ha resuelto del todo. “Hasta hace algunos años, el problema principal era la participación minoritaria de estudiantes mujeres en comparación con los hombres en el nivel universitario. Eso se superó a nivel de pregrado, habiendo más mujeres que hombres estudiando en la Educación Superior. Fueron los países europeos los primeros en mejorar estos indicadores. Aún así, a nivel de postgrado, la mayoría estudiantil sigue siendo masculina”.

La decana explica que en países como Holanda, por ejemplo, han implementado medidas gubernamentales para mejorar la participación femenina, sobre todo en investigación. En esa nación cuentan con programas como Aspasia y Bridging Grants (Becas Puente), que fomentan la asignación de fondos de investigación a mujeres y su inserción en la academia, respectivamente; premios a mujeres científicas y fondos para la promoción de redes científicas entre mujeres. Además, el Estado cuenta con una unidad a cargo de las políticas en ciencia y género.

Sobre otras experiencias internacionales Antonia Santos (56), Presidenta de la Comisión de Igualdad de Género de Cruch, comenta que “en Europa los países que integran la Unión Europea disponen de una legislación sobre igualdad de género que exige el establecimiento de medidas o políticas que propicien la equidad de género en educación superior, respecto a órganos colegiados, contrataciones y salarios”.

En Chile hay comunidades y organizaciones que se han preocupado de investigar qué ocurre con la paridad de género, para así poder aportar con infornación sobre el tema. Una de ellas es Comunidad Mujer y la periodista y directora de la organización, Mercedes Ducci (69), cuenta que “venimos trabajado desde hace varios años para que al interior de la academia se avance en igualdad de género, especialmente en aquellas carreras consideradas tradicionalmente masculinas, derribando estereotipos de género que aún persisten en el día a día en las comunidades educativas y que limitan el desarrollo pleno de las mujeres”.

“Venimos trabajado desde hace varios años para que al interior de la academia se avance en igualdad de género, especialmente en aquellas carreras consideradas tradicionalmente masculinas”

Mercedes Ducci, directora de Comunidad Mujer.

La entidad ha trabajado junto a diversas instituciones en diagnósticos de género, talleres de sensibilización con académicos, académicas y estudiantes ayudantes, así como también en programas de mentorías para mujeres estudiantes de pregrado, particularmente en el área de las ingenierías, para potenciar y contribuir en el desarrollo de vocaciones sin sesgos de género y permanencia del ingreso de mujeres a estas carreras.

Actualmente, Comunidad Mujer está desarrollando el proyecto Huella de Género, junto al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y la cooperación del BID, que ha permitido desarrollar herramientas para contribuir a que las instancias de generación de conocimiento dependientes de las universidades (vicerrectorías de investigación, departamentos, áreas) avancen en subsanar brechas y potencien sus estrategias y medidas y lograr así la igualdad de género en un trabajo en conjunto con los diferentes unidades y direcciones de género de las universidades.

Un trabajo demandante

Una carrera docente en instituciones superiores supone una multiplicidad de tareas que no tienen horarios fijos y que muchas veces implican un compromiso personal, más allá de lo laboral. No se trata solo de hacer clases, se debe disponer de tiempos para prepararlas, para evaluar, atender estudiantes, hacer seguimientos y, además, realizar tareas de gestión, extensión académica e investigación. Y esas labores, sobre todo las de investigación, normalmente se terminan haciendo fuera de los horarios de oficina y los fines de semana.

“Es un trabajo muy demandante y competitivo, para responder hay que estar permanentemente trabajando”, reconoce la decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, María Gabriela Huidobro. “Para todo eso se necesita contar con tiempo y eso es lo que le falta a la mayoría de las mujeres, cuyas responsabilidades no terminan en su mundo laboral, porque, en general, son las primeras responsables del cuidado de los hijos, de adultos mayores, del aseo de la casa, de las compras, etcétera”, señala. Y luego agrega: “Por supuesto, para tener éxito en una carrera académica hay capacidades y habilidades personales que se requieren, pero no basta con eso. Hay factores externos que trascienden a las mujeres y cada una termina dependiendo de esos factores para pensar en la posibilidad de proyectarse en el medio académico”.

Ese tiempo que deben compartir las académicas con su mundo familiar y doméstico, y el costo que ello significa en sus carreras, se vió reflejado en el último año de pandemia. El teletrabajo, las labores domésticas y los cuidados familiares significaron una mayor carga física y mental que, según diversos estudios, se traducirían en que las mujeres investigadoras estarían presentando menos publicaciones. La decana de la Universidad Andrés Bello aporta datos: “En cada investigación se ha llegado a la conclusión de que dicha productividad ha bajado, al menos, entre un 15% y un 25%. Las mujeres registraron una caída en 2020 en su participación en artículos como autoras principales. Según Women in Global Health, el 70 % de la fuerza laboral sanitaria a nivel mundial corresponde a mujeres, en particular, en el ámbito de enfermería y en emergencias como la de la pandemia, la cifra en algunos países puede subir a un 90%”.

El teletrabajo, las labores domésticas y los cuidados familiares significaron una mayor carga física y mental que, según diversos estudios, se traducirían en que las mujeres investigadoras estarían presentando menos publicaciones

Un estudio realizado por la Universidad de Michigan para el primer semestre de 2020, demostró que el porcentaje de primeras autoras en este ámbito disciplinar disminuyó un 23%. “Es decir, muchas mujeres se abocan al trabajo de los cuidados en salud, pero no tienen tiempo a disposición para investigar sobre ello”, comenta Huidobro.

Según el artículo “Protocolos de Acoso Sexual en Universidades Chilenas: una deuda pendiente (2018)”, de las autoras Luna Follegati, Liz Jackson y Ana Luisa Muñoz García, sostiene que “las brechas salariales que afectan a las mujeres se potencian con la obtención de postgrado (magíster y doctorado), llegando al 37% para las mujeres. Estas cifras nos demuestran que la problemática de género en el espacio universitario no se restringe al acoso sexual ni laboral, más bien, dan cuenta de una institucionalidad que está atravesada por estas diferencias”.

Tareas pendientes

Magdalena Browne, decana de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez, destaca los avances en los últimos años, debido a que distintas universidades y sistemas institucionales han promovido políticas al respecto. Sin embargo, dice, “persiste todavía la segmentación horizontal y vertical. Para algunos es cosa de tiempo, de un ‘cambio generacional’, no obstante, en su permanencia existen determinantes sociales y culturales que se incuban en la sociedad en general, como estereotipos o la construcción de roles diferenciados por género. Estos exigen ser abordados por políticas activas de largo plazo”. La academia entrega un ejemplo: “Contar con más mujeres científicas, entre otros aspectos, requiere trabajar desde la etapa escolar para combatir estereotipos, expectativas y autopercepciones de las propias niñas, así como las de sus padres, profesores y otros actores, que inciden en su decisión vocacional”.

La investigadora Ana Luisa Muñoz plantea que debiera desarrollarse una política de género que articule al sistema de Educación Superior en su conjunto, que va más allá de pensarlo como un tema de mujeres o un tema de maternidad donde el pre y posnatal sea el foco. Apunta que esa política debiera articularse con el Ministerio de Educación, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, el Ministerio de la Mujer y la Comisión Nacional de Acreditación, “donde las universidades estén al centro de esa iniciativa, pensarse como un tema que involucre a todas y todos, y no como un tema de mujeres”.

Carolina Peyrín (49), Coordinadora del Área de Consultoría de Género de Comunidad Mujer, sostiene que para avanzar en la igualdad de género en las universidades se requiere de una visión sistémica que reconozca el papel del conjunto de actores que inciden en la transformación de sus estructuras. “La experiencia internacional muestra que es posible generar cambios políticos y culturales a través de la creación de una institucionalidad específica de alto nivel jerárquico, que promueva el cumplimiento del principio de igualdad y no discriminación por razones de género, que posibilite la institucionalización y transversalización del enfoque de género”. Lo anterior, recalca, implica el diseño y ejecución de políticas, programas y acciones afirmativas para aumentar la participación de las mujeres en todos los espacios de toma de decisiones, y para ello resulta imprescindible generar condiciones de trabajo sensibles al género y promover culturas institucionales libres de violencia y discriminación”.

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