La negativa relación entre una pantalla y el bienestar mental en los niños
La alta exposición a videojuegos, celulares, tablets y televisión tiene un impacto negativo en la salud mental de niños y adolescentes, señala un estudio publicado por la revista médica The Lancet. Especialistas en Chile muestran preocupación, sobre todo porque, dicen, se están criando niños inactivos físicamente.
Tres estudios revelados por la prestigiosa revista británica médica The Lancet arrojaron que el tiempo prolongado frente a la pantalla pone en riesgo el bienestar mental de los niños en edad escolar, específicamente de entre 11 y 15 años. Las asociaciones perjudiciales -dice la investigación- comenzaron cuando la exposición a la pantalla excedió una hora al día. Al mismo tiempo, y sin volverlos factores codependientes, mostró que la satisfacción con la vida es mayor en quienes realizan actividad física. Por tanto, una combinación de ambos -menos pantallas y más movimiento- es altamente recomendable para bajar los niveles de molestias psicosomáticas.
El estudio enfocado en niños tomó una muestra de 577 mil adolescentes de 42 países y descubrió que los efectos perjudiciales del uso recreativo de la pantalla se activan después de 75 minutos en las niñas y 105 minutos en los niños. The Lancet menciona que la pandemia ha sido una oportunidad perdida para impulsar el deporte. “Las primeras campañas gubernamentales durante la pandemia del Covid motivaban a la gente a hacer ejercicios, ¿por qué no pueden comprometerse a promover la actividad física como una necesidad humana esencial, más allá del Covid-19?, se pregunta la publicación, alertando que mucho tiempo en pantalla puede causar enfermedades como depresión u obesidad, mala calidad de vida, dieta poco saludable y disminución de las capacidades físicas y cognitivas en los adolescentes.
Juan Pablo Zavala, director de la carrera de Educación Física en la sede Viña del Mar de la Universidad Andrés Bello (UNAB), ha investigado el tema. “La inactividad física en niños y adolescentes es un problema anterior a la pandemia -dice-. Se profundizó ahora, porque padres y cuidadores no tuvieron muchas más opciones que aumentar sus tiempos de pantalla”. En Chile, agrega, un estudio que incluyó a más de mil 500 niños obtuvo resultados que van en la misma dirección que los publicados por The Lancet: los investigadores concluyeron que los niños que cumplen con las pautas de AFI (Actividad Física) tienen una alta satisfacción con la vida, mientras que un tiempo diario elevado ante una pantalla se asoció con un efecto negativo, específicamente con sentimientos de irritación, amargura y tristeza.
En la Universidad de Granada (España), donde hizo su doctorado en biomedicina, Juan Pablo Zavala participó en una investigación que intervino a más de 100 niños con sobrepeso y obesidad, llamado ActiveBrains. Él se enfocó en los comportamientos sedentarios. “Pudimos concluir que una mayor cantidad de tiempo de los niños viendo TV, o en videojuegos, sentados, se asoció con menores volúmenes de materia gris en zonas específicas del cerebro y que, a su vez, una de esas áreas se relacionó con un menor rendimiento en un test de inteligencia”, señala.
Con resonancias magnéticas pudieron analizar el volumen y las formas de diferentes regiones del cerebro. En nuestro país también se involucró en un estudio similar y, por el momento, los primeros hallazgos están en la relación entre una mejor condición física y el rendimiento cognitivo. “Tengo datos que preocupan sobre niños y adolescentes chilenos por su alta cantidad de horas en pantallas al día. Una situación relevante es que ellos las tienen en sus habitaciones, sin mayor control de sus padres, y hemos encontrado que algunos duermen en promedio tres o cuatro horas”, señala el director de la carrera de Educación Física en la sede Viña del Mar de UNAB.
Cerebros más pequeños
Inactividad física y sedentarismo no son lo mismo. La primera se refiere a que no se cumple con las recomendaciones de actividad física necesarias para la salud, mientras que el comportamiento sedentario tiene que ver con los tiempos de exposición a pantallas. O sea, tiempo muerto en el que no hay participación cognitiva. Todas estas conclusiones ya estaban descritas en adultos, explica la doctora Sandra Mahecha, directora de Promoción de Actividad Física de Clínica MEDS. “Más de seis a ocho horas sentado durante el día y como mínimo de tres a cuatro horas diarias de televisión implican casi un 30 a un 40% de deterioro cognitivo”, define.
La especialista acota que cuando se tienen alteraciones metabólicas secundarias a la inactividad -especialmente aumento de peso, obesidad e incremento de grasa corporal- y comportamientos sedentarios, se ha visto que todo termina teniendo efecto también en el cerebro, porque las sustancias que se producen crónicamente por la inactividad y las enfermedades del metabolismo atraviesan la barrera hematoencefálica, produciendo muerte de algunas neuronas en el cerebro y la disminución del tamaño de éste. Y dice que es preocupante lo que denomina “la pandemia de inactividad física” en niños y escolares, porque el moverse o seguir pautas de ejercicio tiene múltiples beneficios en los estados mental y cognitivo. “Se producen mejoras en la salud cerebrovascular y también en los estados de ánimo; cambian las eficiencias de las conexiones neuronales, también algunos volúmenes de tamaño del cerebro, en especial el hipocampo, que es el área más importante para la memoria y el aprendizaje”.
Pamela Soto, directora de la carrera de Psicología, Programas Vespertino y Advance del campus República de la UNAB no considera malas per se las experiencias digitales y tecnológicas. Lo negativo, señala, es que estas actividades sean las únicas disponibles o posibles de realizar para una niña o un niño, “porque eso reduce su experiencia y sus posibilidades de relación con su propio cuerpo. Esta desconexión corporal puede llevar consigo en determinadas ocasiones, no siempre, una dificultad de registro emocional y físico sobre el malestar. La diversidad de experiencias sociales, relacionales y afectivas, de manera integral, permiten que niñas y niños desplieguen sus potencialidades y los enriquecen intelectual y emocionalmente”.
Existen formas y formas de ver los efectos de las pantallas, porque llegaron y no se irán. El tema está en ofrecer buenas alternativas y esa es labor de los padres, manifiesta la psicóloga Pamela Soto. “Ahí hay fuentes de información y aprendizaje, modos de sociabilización. Me parece relevante reconocer que el siglo XXI ha traído una transformación importante en este sentido y que no se puede llevar a fojas cero por decreto. En la medida en que como padres ofrezcamos a las niñas y niños, desde pequeños, una multiplicidad de posibilidades de estar en el mundo, ellos podrán echar mano a esa diversidad de experiencias cuando vayan creciendo”, apunta. Luego agrega: “Salir con ellos a las plazas, visitar espacios públicos, caminar en lugar de tomar el auto, o escoger el transporte público. En todo eso nos damos espacios de conversación cara a cara y de interactuar con otros”.
Concuerda con todo ello Juan Pablo Zavala, director de la carrera de Educación Física en la sede Viña del Mar de UNAB: “Hace 20 años las opciones era pocas. Hoy existen muchas para practicar actividad física, porque a los deportes tradicionales y masivos se han unido otras disciplinas, como la escalada, el skate, el surf y sus derivados; o deportes urbanos que se practican en plazas o en la calle, como el parkour, slackline y un largo etcétera. El baile también ha tenido un auge entre los adolescentes”.
Por eso, dice el académico, los colegios están al debe, “porque se mantienen con estructuras tradicionalistas y las oportunidades que entregan a los escolares son pocas. Por otra parte, las jornadas son extensas y la mayor parte de ese tiempo los chicos la pasan sentados al interior de sus salas de clases. No se cumplió la promesa de que la jornada escolar completa se transformaría en un espacio-tiempo para desarrollar el arte, la música y el deporte”.
¿De quién es la culpa?
En los últimos meses, debido a la pandemia y el confinamiento, el sedentarismo ha empeorado, indica José Pedro Guilisasti, secretario ejecutivo del programa Elige Vivir Sano. Un estudio de la Universidad de La Frontera, cuenta, reveló que en 2020 la actividad física en niños y niñas se redujo a 45 minutos al día, a la vez que el uso de pantallas aumentó en una hora y media, aproximadamente; la duración del sueño aumentó y su calidad disminuyó. “Estos cambios de rutina en niños y niñas pueden haber afectado su bienestar. Es importante limitar el tiempo que dedican niños y niñas a comportamientos sedentarios, en particular el tiempo que pasan frente a las pantallas”, recalca.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que los menores de 5 años no pasen más de una hora diaria frente a pantallas, y en menores de un año la recomendación es más estricta, pues se recomienda simplemente que no estén frente a ellas.
A principios del año pasado, el Observatorio Elige Vivir Sano publicó la Radiografía de la Obesidad Infantil, que mostró, entre otras cosas, que esta patología creció en los alumnos de primero medio de 8,7% a 14,7% entre 2009 y 2018. Y sacó resultados también sobre las pantallas tecnológicas: un 21,1% de niños y niñas de 6 a 12 años pasa más de dos horas diarias frente a éstas (TV, celulares y tablets), mientras que un 39,1% lo hace entre una y dos horas. “La recomendación es que las actividades de los NNA con sus padres o cuidadores no incluyan pantallas, prefiriendo otras modalidades de entretenimiento, como alentarlos a participar en actividades físicas al aire libre mediante juegos aptos para su edad y capacidad”, sostiene Guilisasti.
Loreto es madre de Matías, un niño de 11 años. Está divorciada y es enfermera en un hospital. Por tanto, su hijo pasa la mayor parte del tiempo en casa con la persona que lo cuida. Esto, por razones obvias, se agudizó en pandemia. Matías ha respondido bien en el colegio y se adaptó fácilmente a las clases online. El problema es que pasa gran parte de la tarde pegado a su celular o en el computador, en videojuegos. “Al principio lo toleré bien, porque estaba solo y esa era su manera de reunirse con sus amigos, pero ahora tiende a sentarse a la mesa con el celular al lado, va al baño con el teléfono”, señala. Luego continúa el relato: “Cuando estoy yo no se lo permito, pero el resto del tiempo no hay quién logre controlar eso. Siento vergüenza, porque sé que no lo estoy criando bien, incluso he pensado pedir hora con un psicólogo para que me ayude con el tema. Matías no es un niño problema, nunca lo fue, pero he notado que se irrita con facilidad y que en ocasiones es muy agresivo para contestar o al hablar con sus amigos”.
No es fácil definir culpas, porque cada situación es diferente, pero Juan Pablo Zavala, director de la carrera de Educación Física en la sede Viña del Mar de UNAB, afirma que en estos casos los padres y/o cuidadores son fundamentales. “Los padres debemos comprender y asumir que la búsqueda de oportunidades para que nuestros niños y adolescentes sean más activos es una más de nuestras responsabilidades”, señala. “Una vez, en mi rol como profesor, me tocó acompañar a un adolescente, quien con lágrimas en los ojos, le pedía a su madre que le sacara el computador de la pieza. Claramente, él no tenía control sobre la máquina. En este punto muchos padres están fallando, porque es un control que no es agradable y que demanda tiempo, acompañamiento y mucha atención. Debemos poner reglas claras sobre el uso de pantallas y no permitir que las horas de ocio en ellas superen las dos horas. Y deben apagarse a lo menos una o dos horas antes de dormir”, añade Zavala.
“Los padres muestran caminos con sus propias conductas a las hijas y los hijos, como en todas las cosas -dice Pamela Soto, directora de la carrera de Psicología, Programas Vespertino y Advance del campus República de la UNAB-. No creo que exista una receta, pero siempre es beneficioso pensarse y pensar a las hijas e hijos como seres humanos integrales, en donde lo cognitivo, lo emocional y lo físico están íntimamente entrelazados y no pueden pensarse de manera aislada. No creo que los padres deban imponerles determinadas formas de relación con la actividad física, pero sí incorporar estos temas en diálogos que les permitan ir integrando las distintas dimensiones que señalé”.
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