La transformación a clases virtuales y la universidad del mañana
El potencial de la transformación digital en las universidades y la experiencia general de los estudiantes sufrió un importante cambio por la pandemia. ¿Qué viene? Especialistas plantean que aún se vive una transición. Y aunque la enseñanza híbrida llegó para quedarse, las clases presenciales siguen siendo importantes en el desarrollo social y académico de los alumnos, ayudando también a definir una vocación en forma más clara.
Previo a la pandemia por Covid-19 se hablaba de “Universidad del Futuro” como un concepto relacionado a la incorporación de tecnología en el proceso de enseñanza.
El experto en transformación Jamil Salmi, ex coordinador de Educación Superior del Banco Mundial y actual director de u-planner, en su libro de 2017 The Tertiary Education Imperative: Knowledge, Skills and Values for Development indica que “aún no sabemos la totalidad de los caminos que la educación puede aprovechar con la tecnología”. Gracias a esas herramientas se pueden enfrentar desafíos como el cambio climático, la migración, turbulencias económicas y epidemias globales.
Y en 2020, la teoría tuvo que ponerse en práctica. El potencial de la transformación digital en las universidades y la experiencia general de los estudiantes sufrió un importante cambio por la pandemia.
Muchas, sino la mayoría, de las universidades dependían del “cara a cara”. Pero los campus repletos de estudiantes quedaron vacíos ante el resguardo de quedarse en casa.
Aceleradamente la enseñanza y el aprendizaje fueron digitales. Magdalena Claro, directora del Observatorio de Prácticas Educativas Digitales (Oped) de la Facultad de Educación UC, dice que esa experiencia tiene a las universidades reflexionando sobre el futuro, “tratando de recoger sobre lo que funciona, lo que no funciona y cuáles son las condiciones para que funcione”.
Patricio Felmer académico de la Universidad de Chile, resalta que el proceso aún se está desarrollando, “recién estamos en un periodo de transición”.
En el semestre pasado las universidades iniciaron a la fuerza un proceso de transformación que Felmer describe como una experiencia muy difícil. Sin embargo, el segundo semestre la situación ha sido distinta, “se han aprendido algunos códigos, se ha aprendido a tratar con los estudiantes de manera distinta, estamos en un periodo más estable, pero aún en términos generales es difícil prever hacia dónde vamos”.
Lo que sí ha quedado de manifiesto, agrega Claro, es que es posible flexibilizar las metodologías y contextos en que se enseña y se aprende. “Se ha ido tomando conciencia de que los estudiantes están aprendiendo de otra manera, que se puede aprender diferente”, dice.
Es un momento de mucha experimentación y adaptación. Una nueva dinámica educativa, especialmente en los casos que no tenían experiencia en educación a distancia, explica María Belén Correa gerente (s) de acompañamiento continuo, servicios profesionales, educativos y crecimiento institucional de Turnitin, empresa que apoya a las instituciones en la educación a distancia.
La tecnología ha pasado de ser un aliado, dice Correa, a otorgar un soporte fundamental para mantener una buena relación con los estudiantes y darle seguimiento a tareas y evaluaciones. “Las instituciones han tenido que aprender a utilizar tecnología de la que ya disponían e incorporar nuevas soluciones rápidamente”.
Habilidades de pensamiento
“Hemos escuchado de nuestros clientes que el cambio llegó para quedarse, siempre dependiendo del área de conocimiento y de la modalidad de estudio”, reconoce Correa. Lo que se ha categorizado como educación híbrida o no presencial de emergencia, dice, está modificando la manera de enseñar y aprender en todos los niveles.
Una discusión relevante, en el contexto de clases a distancia, ha sido cómo poner foco en desarrollar habilidades de pensamiento más que entregar contenidos. Definir cuánto tiempo se dedica al encuentro presencial para entregar contenidos y hasta qué punto se justifica encontrarse con un estudiante para aprender la materia, dice Claro, es uno de los aspectos que se está repensando de la enseñanza: “Ese pequeño cambio, que es dejar menos tiempo para explicar y traspasar eso a un formato virtual, restructura mucho las clases, implica hacer otras cosas y poder guiar a los estudiantes en plantear ejemplos y casos. Es otro el rol que asume el docente y es otra la exigencia”.
Una ventaja es que los alumnos ya no tienen que ocupar parte importante de sus días trasladándose de sus domicilios a la universidad, resalta Rómulo Chumacero, profesor asociado del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, quien pone a disposición de sus alumnos grabaciones de las clases que dicta, por lo que no es necesario asistir a la clase para disponer del contenido ya que queda disponible on demand. El material también puede ser revisado todas las veces y al ritmo que los alumnos deseen, “gracias a que coloco todo en mi canal de YouTube”, explica.
¿Todo virtual?
El cambio hacia las clases a distancia fue a la fuerza. Y luego de meses en esa modalidad, coinciden los especialistas, lo que se reafirma es la importancia de la presencialidad. Somos seres sociales. Como Felmer plantea, “nuestra evolución nos lleva a convivir con otros y aprender que los problemas los enfrentamos de manera común, se puede hacer en cierto modo a distancia, pero no completamente”.
Habilidades sociales, como el pensamiento crítico, la colaboración, la discusión, en la presencialidad tienen muchas más posibilidades. “¿Cómo una universidad podría evitar entonces la presencialidad?”, cuestiona Felmer.
“Las clases virtuales no permiten interacciones tan dinámicas, como las que ocurren con las clases presenciales”, añade Chumacero. Los alumnos suelen hacer menos preguntas, “haciendo más difícil saber cuánto del contenido impartido es asimilado inmediatamente”.
La experiencia en el campus es necesaria. “Es uno de los valores de la universidad que tiene que ver con encontrarse con otros, y a esa edad la universidad es un nuevo ámbito de pertenencia”, subraya Claro. Los jóvenes todavía están desarrollándose como personas y los vínculos y relaciones están centradas en intereses e inquietudes que hacen más fácil descubrir una vocación. Por eso, Chumacero dice que lo presencial, “va a volver”.
También ha quedado claro que todos los beneficios de la enseñanza virtual requieren una base transversal de tecnología. “Entre ellas está el que los alumnos y profesores tengamos conexiones estables para poder compartir contenidos”, asegura Chumacero.
Aún es muy pronto para definir si la universidad será exclusivamente virtual. Vienen cambios, pero no se saba hacia dónde va la enseñanza del futuro, Felmer resalta: “Es un periodo interesante y muy desafiante para toda la gente en la educación universitaria”.
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