Celulares: ¿herramienta útil o amenaza silenciosa para niños y niñas?
El uso de dispositivos móviles por parte de menores de edad se ha normalizado en los últimos años y, aunque existen opiniones divididas, expertos de la Universidad Católica y la Universidad Andrés Bello alertan sobre los riesgos que puede conllevar. Problemas de atención, trastornos del sueño, dificultades emocionales y en el desarrollo cognitivo son algunas de las eventuales secuelas que podrían aparecer sin un equilibrio entre el uso de la tecnología y otras actividades claves para el desarrollo de un niño.
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En varios colegios chilenos, el fin del año escolar 2024 terminó con un importante comunicado para las y los apoderados: a partir de 2025, el uso de teléfonos móviles estará prohibido.
La medida, que ha generado reacciones dispares al interior de las comunidades educativas -especialmente de padres y madres que no quieren quedar incomunicados con sus hijos, y también de docentes partidarios de incluir el uso de nuevas tecnologías dentro del aula- da cuenta de una preocupación actual que se toma la agenda de la crianza: ¿cuál debiera ser el límite del uso de pantallas en niños y niñas en formación?
Lo que ya sabemos es que este grupo tiene acceso cada vez más temprano a tabletas, computadores o celulares. También que, aunque estos aparatos pueden entregarles diversas ventajas, también los dejan expuestos a una serie de riesgos que, si no se manejan de forma apropiada, podrían impactar negativamente en su desarrollo neurológico y cognitivo.
Una reciente investigación liderada por el doctor en Psicología Jonathan Martínez-Líbano -director del Magíster en Educación Emocional y Convivencia Escolar de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello (UNAB)- determinó que la prevalencia de síntomas estrés, ansiedad y depresión en escolares chilenos ha subido a niveles alarmantes en comparación a los años prepandemia.
En ese escenario, según la investigación, existiría una relación importante entre estos cuadros y el uso de teléfonos móviles, especialmente cuando estos son usados de forma excesiva y sin un establecimiento de límites por parte de los padres.
“El uso del celular nos está trayendo nuevas psicopatologías como el FOMO, que es el miedo a perderse algo fascinante de las redes sociales. Hay adolescentes a los que les angustia que se les vaya a acabar el celular”, ejemplifica Martínez-Líbano.
¿Riesgos cognitivos y neurológicos?
La doctora Andrea Mira, de la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación de la Universidad Andrés Bello, destaca la importancia de la interacción humana para el desarrollo cognitivo de los niños, de lenguaje, socioemocional y motor.
“Son menores los aprendizajes que adquieren a través de los medios digitales”, precisa la experta. En este sentido, el uso excesivo de estas tecnologías puede reducir las oportunidades de interacción social y eso, a su vez, limita el desarrollo de otras habilidades esenciales.
Uno de los principales efectos negativos del uso de celulares en niños es la disminución en su capacidad de concentración y atención. Diversos estudios han demostrado que la adopción temprana y prolongada de pantallas puede favorecer a la distracción, haciendo difícil que se enfoquen en tareas que necesitan esfuerzo cognitivo continuo.
Esta reducción en la atención puede tener efectos directos en el rendimiento académico de estudiantes. “Afecta la capacidad de focalizar nuestra atención, lo que impacta nuestra concentración en las actividades que debemos realizar”, señala Mira, y añade: “esto puede disminuir la capacidad de los estudiantes para prestar atención y mantenerse concentrados en los colegios”.
También el uso prolongado de dispositivos móviles, especialmente en niños menores de 12 años, puede tener efectos significativos en su desarrollo neurológico. Tomás Ossandón, docente del departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Chile, explica que “los riesgos incluyen problemas en el desarrollo de la atención, trastornos del sueño, impacto en el procesamiento social y emocional, y un posible retraso en el lenguaje y la motricidad”. Estos factores se observan, plantea, con mayor frecuencia en menores que están varias horas al día frente a una pantalla.
El especialista también destaca un considerable aumento de problemas de salud mental asociados al uso excesivo de celulares, como la ansiedad y la depresión. Según comenta, el dato más duro es el reportado en el Reino Unido, en el que la tasa de suicidio en niñas y niños de entre 10 y 14 años ha aumentado un 167% y 92%, respectivamente, en los últimos 15 años. Además, apunta, los trastornos de ansiedad han incrementado un 92% en la población de 18 a 25 años.
El uso excesivo de dispositivos móviles puede afectar también las competencias de los niños para memorizar información, que algunos investigadores han llamado “Amnesia Digital”. El término hace alusión a la tendencia de los usuarios de depender de los dispositivos “smart” para recurrir a la información en vez de memorizar, lo que puede tener un impacto a largo plazo en la capacidad de retener conocimientos.
La luz azul y cómo afecta
La exposición a la luz azul emitida por las pantallas es uno de los factores que puede influir negativamente en el desarrollo neurológico de los niños. Tomás Ossandón advierte que esta inhibe la producción de melatonina, alterando el ritmo circadiano y afectando negativamente la calidad del sueño. Este trastorno del sueño, apunta, puede tener consecuencias en otros aspectos del desarrollo infantil, ya que el descanso adecuado es fundamental para la consolidación de la memoria y el aprendizaje.
La doctora Mira también señala que la falta de sueño adecuada afecta las funciones ejecutivas de los niños, impactando su capacidad para completar tareas, organizarse y regular sus emociones. En este sentido, no solo se afecta el desarrollo cognitivo, sino también el socioemocional, aumentando el riesgo de irritabilidad y problemas de conducta.
Las habilidades sociales y emocionales de igual manera se ven afectadas. Ambos especialistas coinciden en que la interacción social real es crucial para el desarrollo de habilidades como la empatía, la comunicación y la regulación emocional.
“Se limitan las interacciones sociales que son necesarias para el desarrollo emocional... Eso puede llevar a una menor empatía, dificultades para regular las emociones y problemas de comunicación”, afirma Ossandón. Por su parte, la doctora Mira destaca que el uso de dispositivos móviles puede influir de forma negativa en la capacidad de los niños de sociabilizar y aprender de sus pares, puesto que pasan menos tiempo interactuando en persona y más frente a una pantalla.
El dilema de entregar un celular a un niño
La pregunta sobre cuándo es apropiado que un niño tenga acceso a un teléfono es una discusión interminable. Si bien no existe un consenso, parte de los expertos coinciden en que es preferible retrasar el uso de estos dispositivos hasta los 14 años.
“Antes de esa edad, los niños están en etapas críticas de desarrollo cognitivo, emocional y social que requieren más interacción directa y menos exposición a pantallas”, sugiere Ossandón.
Y existen recomendaciones que también apuntan en esta dirección. “La Organización Mundial de la Salud y la Academia Americana de Pediatría recomiendan que el límite de tiempo de pantallas para niños de 2 a 5 años debería ser un máximo de una hora diaria, pero muchos padres no siguen esta recomendación”, plantea Andrea Mira, de la UNAB.
El uso excesivo de pantallas, afirman, puede estar relacionado con cambios en la estructura cerebral de los niños. Según Ossandón, “podría estar vinculado con cambios en la sustancia blanca cerebral, afectando la conectividad entre regiones involucradas en la atención, la toma de decisiones y el control emocional”.
Ambos profesionales coinciden en que es fundamental que padres y educadores sean claros con el uso de celulares. “Limitar el tiempo de uso, fomentar otro tipo de actividades, sobre todo físicas y sociales, y establecer horarios libres de pantallas, especialmente antes de dormir, son prácticas clave para minimizar los riesgos neurológicos”, señala Ossandón.
Andrea Mira añade que es clave que los padres sirvan como ejemplo para el uso responsable de estas herramientas. “Los padres que usan sus teléfonos durante las interacciones entre padres e hijos son menos sensibles y receptivos, lo que puede conducir a interacciones de menor calidad”, apunta la experta, con respecto a cómo los adultos pueden servir como un modelo de responsabilidad.
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