Científicas chilenas: cuatro historias para evaluar cuánto hemos avanzado en equidad

María Angélica Casanova
El libro “Mujeres científicas de Chile”da cuenta de que un 73% de los proyectos Fondecyt son liderados por hombres, frente a un escaso 27% dirigidos por mujeres.

Las Naciones Unidas definió el 11 de febrero como el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, para reconocer el papel clave que desempeñan en la comunidad científica. Aquí, diferentes especialistas que trabajan en laboratorios a lo largo del país relatan sus ideas y proyecciones.


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A la hora de hacer ciencia, más allá de la inteligencia o las técnicas, la pasión prima por sobre todas ellas. Bien lo sabe la bióloga molecular holandesa Brigitte Van Zundert, quien pasó la última semana en un laboratorio clínico durante más de 80 horas de trabajo, aun cuando ya ni siquiera tenía que dar clases en la Universidad Andrés Bello.

Ya van a ser tres décadas desde que Van Zundert llegó a Chile. En ese entonces, como estudiante de doctorado en la Universidad de Concepción, le llamó mucho la atención que todos los reconocimientos por estudios eran para estudiantes varones.

Un simple hecho que marcó a la actual investigadora del Instituto de Ciencias Biomédicas de la UNAB y directora del Núcleo Milenio de Neuroepigenética y Neoplasticidad EpiNeuro, lugar desde donde ha tomado el pulso de la evolución y la participación de las mujeres en la ciencia.

Para ella, no solo se trata de cuotas o respeto por el trabajo del otro, sino de potenciar los liderazgos femeninos para que lleguen a cargos de poder, porque son quienes conocen en carne propia los problemas que enfrentan.

En su experiencia, pasando por universidades de Estados Unidos y Europa, las brechas en el país son visibles, pero han sufrido cambios. “En Holanda, por ejemplo, hay un estancamiento en la equidad y eso tiene que ver con los roles que tiene la mujer en la sociedad”, dice.

Brigitte Van Zundert
Brigitte Van Zundert fue una de las pioneras en estudios en enfermedades neurodegenerativas desde principios de este siglo en el país.

La científica, que fue una de las pioneras en estudios en enfermedades neurodegenerativas desde principios de este siglo en el país, tiene como referente a la química polaca Marie Curie, quien fue quien abrió las puertas para que otras puedan correr.

Reflejo de ello es la famosa fotografía de la Conferencia Solvay de 1927, un evento que reunió a algunos de los más grandes científicos de la historia. En esta imagen, Curie es la única mujer presente entre 28 hombres, incluyendo a figuras como Albert Einstein, Niels Bohr, Max Planck, y Erwin Schrödinger.

Tras ser la primera científica en ganar el Premio Nobel en 1903, un total de 26 mujeres han recibido el reconocimiento en las categorías de Física, Química y Fisiología o Medicina: un 4% entre 622 hombres. En 2024, sólo hubo hombres premiados.

Si miramos lo local, podemos tomar los datos del libro “Mujeres científicas de Chile” publicado en 2024, que da cuenta de que un 73% de los proyectos adjudicados por Fondecyt -los cuales sustentan gran parte de las investigaciones- son liderados por hombres, frente a un escaso 27% dirigidos por mujeres.

A nivel internacional, un informe de la Unesco de 2015 nos ubicó últimos entre otros 20 países latinoamericanos, por presentar un 32% de participación de mujeres en ciencia y tecnología, mientras que naciones como Bolivia, Venezuela, Argentina, Paraguay y Uruguay ya habían logrado la paridad de género.

Pasos gigantes en la Antártica

La primera vez que María Angélica Casanova visitó la Antártica fue cuando realizaba su magíster en Botánica en 1995. Estuvo un mes, aislada junto a otros colegas en una isla, trabajando con la vegetación local. Fue ahí cuando se enamoró de los ambientes extremos, donde la vida comienza, con organismos que sortean las inclemencias del ambiente, del tiempo y el clima.

Hoy, la ecofisióloga vegetal y profesora del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad Católica de Temuco recuerda ese primer viaje, que se volvió permanente para su tarea, ya que visita el continente blanco desde 2008 para entender los ecosistemas terrestres y el impacto del cambio climático sobre la vegetación.

Conferencia de Solvay 1927
En esta foto de la Conferencia Solvay de 1927, que reunió a algunos de los más grandes científicos de la historia, Marie Curie es la única mujer presente entre 28 hombres, con figuras como Einstein, Bohr y Schrödinger.

Ante un escenario desalentador, la actividad científica busca dejar de estar asociada al ámbito masculino. Son muchas las que, frente a discriminación, burlas o cargas asociadas al género, como el cuidado único de los hijos, las ha llevado a renunciar a la profesión. Por eso, María Angélica Casanova sigue defendiendo los espacios conseguidos.

Esos viajes iniciales, cuenta la científica, no solo eran un “mundo de hombres”, sino un lugar militarizado, luego de llegar en un avión Hércules a una base de la Fuerza Aérea. Tras hacer su doctorado en Alemania, volvió a Chile en 2002 convertida en una experta en cambio climático, en tiempos donde hablar ese tema sonaba a ciencia ficción.

María Angelica, con apoyo del Instituto Antártico Chileno, hizo los primeros experimentos del efecto del calentamiento global en territorio antártico; así, se convirtió en una pionera al crear un modelo que se replicó con el paso del tiempo.

Sin embargo, lo que hoy es una realidad de la que la mayoría somos conscientes, con el aumento de temperaturas, olas de calor, disminución de precipitaciones y sequía en verano, retroceso de glaciares y más, fue para María Angélica Casanova motivo de rechazo de sus pares.

“Te lo digo directamente. En ningún ámbito científico se hablaba y para mí fue súper difícil levantar la línea, más difícil todavía como mujer que alguien te escuchara”, confiesa.

De hecho, otros científicos chilenos le decían burdamente que el tema “no iba a llegar a Chile”, porque supuestamente estábamos aislados; una idea que se pudo desmentir en 2015, cuando Chile fue identificado como un país altamente vulnerable al cambio climático en diversos informes y rankings internacionales. Es más, fue el Índice Global de Riesgo Climático el que nos ubicó en el décimo lugar de los países más afectados por eventos climáticos extremos.

“Los directores de investigación en ese tiempo me dijeron que yo estaba más o menos loca porque se me ocurría hacer eso”, admite ante el camino recorrido para levantar su línea de investigación.

María Angélica Casanova sabe que, si bien la visibilización ha permitido hablar del tema, la realidad en Chile persiste, sobre todo en regiones. “Es como si las problemáticas de género fueran solo de mujeres, como si no involucraran a los hombres también. Y eso sigue ocurriendo”, dice.

María Angélica Casanova
“Te lo digo directamente. En ningún ámbito científico se hablaba y para mí fue súper difícil levantar la línea, más difícil todavía como mujer que alguien te escuchara”, confiesa María Angélica Casanova.

“Nosotras, además de enfrentarlos, tenemos que superar desafíos adicionales”, continúa. No basta con demostrar que las mujeres pueden hacer ciencia al mismo nivel que sus colegas hombres; el esfuerzo debe ser doble para ser tomadas en serio.

En su caso, trabajar en ambientes extremos la lleva a tomar todo su laboratorio y transportar personalmente las delicadas piezas de los equipos con tal de asegurar un nivel que le permita que los resultados de la investigación sean publicables. Y mientras lo cuenta, el peso de esa logística queda claro.

“Todo eso lo hacemos solas”, manifiesta, como una prueba más de que ser mujer científica en la Antártica significa desafiar no solo el hielo, sino también una estructura que aún sigue helada en otros sentidos.

Abriendo camino desde cargos

Es compartido que las diferencias en la participación de hombres y mujeres en las áreas del conocimiento STEM (concepto inglés que resume los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) comienzan a gestarse en las primeras etapas de la formación escolar.

Estudios como el Simce demuestran que los niños obtienen un mejor desempeño que las niñas, distancia que incrementa a medida que pasan los años. Una tarea que, en lugares donde se realiza ciencia, como son los centros de estudios superiores, buscan revertir.

Francisca Blanco, profesora titular del Centro de Biotecnología Vegetal en la Universidad Andrés Bello, quien también fue directora de investigación de dicha casa de estudios entre 2019 y 2023, tuvo como una de sus principales metas abrir más espacios para las mujeres en la ciencia, no solo con financiamiento, sino a través de la visibilización y el fortalecimiento de redes de apoyo.

“Lo primero que hice, con el respaldo de las autoridades de la universidad, fue crear el Comité para la Equidad de Género y Liderazgo Femenino en Ciencias”, cuenta. Este comité asesora a la vicerrectoría en decisiones políticas y prácticas que favorezcan la equidad de género dentro de la UNAB.

Francisca Blanco
Francisca Blanco creó el Comité para la Equidad de Género y Liderazgo Femenino en Ciencias en la UNAB, que asesora en decisiones políticas y prácticas para favorecer la equidad de género.

El trabajo consistió no solo en campañas que mostraran los trabajos, sino también en generar cursos para incorporar la perspectiva de género en la enseñanza y en las evaluaciones. “Hablar de equidad es una cosa, pero entender cómo aplicarla en el aula es otra muy distinta”, explica.

Los esfuerzos no se limitaron a la docencia. Bilbao también promovió un programa de mentoría que conectaba a académicas de distintas facultades con estudiantes de doctorado y pregrado. “Queríamos crear una red en la que las futuras científicas pudieran sentirse respaldadas y con referentes que las impulsaran”, complementa.

Ante lo logrado en dicha gestión, ella tiene claro que el cambio cultural no es inmediato y que muchas veces hay resistencia. “Cuando se impone la equidad sin diálogo, surgen miedos y rechazos. Hay quienes temen perder espacio”, señala. Por eso, en su estrategia priorizó la capacitación y la conversación: “Primero hay que educar y diagnosticar la situación para saber desde dónde partimos y cómo avanzar de manera concreta.”

Desde su experiencia como investigadora en el Centro de Biotecnología Vegetal, ha visto de cerca cómo se perpetúan los sesgos de género en la conformación de equipos, y cómo revertir esa situación. “Cuando un colega llegó a la universidad, su equipo estaba compuesto solo por hombres. Se lo hice notar de manera cercana, sin confrontación, y ahora, dos años después, su equipo es mucho más diverso, casi en un 50 y 50″, relata.

Para Bilbao, el problema central es que las mujeres en la ciencia siguen siendo pocas, lo que genera una sobrecarga en quienes logran acceder a espacios de poder. “Debemos impulsar más liderazgos femeninos, pero no podemos esperar que unas pocas mujeres hagan todo el trabajo. La equidad se logra con cambios estructurales y con la colaboración de toda la comunidad científica”, concluye.

Ciencia en el desierto

Martha Heingst, oriunda de Concepción, cursó sus estudios en su ciudad natal, continuó con un doctorado en Santiago y actualmente está radicada en Antofagasta. A lo largo de su trayectoria, ha explorado diversas ramas de la ciencia, trabajando con insectos, algas y, en los últimos 20 años, especializándose en microbiología.

Hoy, como profesora titular y directora del Departamento de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Católica del Norte, analiza el panorama universitario marcado por recursos limitados y escasas oportunidades para que las nuevas generaciones desarrollen una carrera científica.

Martha Heingst
Un profesor de su doctorado le preguntó a Martha Heingst: "¿por qué haces cosas tan difíciles, Martha, si tu marido es ingeniero y te mantiene?"

Considera que su generación fue afortunada al poder especializarse en un entorno único como el desierto de Atacama, donde ha investigado la microbiología de los salares y el impacto de la minería en estos ecosistemas frágiles, especialmente en la extracción de agua. Al mismo tiempo, sus estudios han llevado al descubrimiento de microorganismos diminutos que podrían estar vinculados al origen de la vida en la Tierra.

En cuanto a los estigmas en la profesión, asegura que nunca fue plenamente consciente de si sufrió discriminación por parte de sus pares. “Siempre supe que tenía que esforzarme el triple para demostrar que hacía mi trabajo con convicción”, recuerda, mencionando que inició su carrera universitaria casada y con un hijo.

Recordando el pasado, evoca las palabras de un profesor durante su doctorado: “Creo que hoy debe estar muy arrepentido de todo lo que me dijo, pero en su momento me preguntó: ‘¿Por qué haces cosas tan difíciles, Martha, si tu marido es ingeniero y te mantiene?’”. Pese a haber demostrado sus capacidades, admite que muchas veces sintió insuficiencia. Sin embargo, destaca el apoyo incondicional de su familia: “Gracias a Dios tengo un marido, hijos y un núcleo familiar potentísimo, que siempre me alentaron a seguir adelante”.

Para ella, a pesar de que considera que no son populares sus palabras, el hecho de no haber sido consciente le permitió no fijarse en lo violento de las situaciones, no desgastar sus energías, y enfocarse en sus proyectos científicos. “Agradezco infinitamente, porque eso hizo que saliera lo mejor de mí”, puntualiza.

Los cuatro relatos comparten las mismas piezas de un rompecabezas. Las brechas, la persistencia y el esfuerzo extra, la falta de apoyo institucional, el cambio de percepción y la continua necesidad de una mayor equidad y liderazgo femenino.

El costo sigue siendo alto para el género femenino, pero eso no quitará que ellas estén ahí, siendo un espejo para las niñas de este país y el mundo, con la bata puesta en búsqueda de respuestas que no discriminan géneros, sino que buscan aportar a toda la humanidad.

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