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Columna de Benjamín Villena: Aranceles, una historia repetida

"La administración Trump considera que el déficit comercial de Estados Unidos con un país específico es evidencia de prácticas comerciales desleales. Esto no tiene asidero", dice Benjamín Villena, profesor asociado UNAB-IPE, e investigador LM2C2 y MIPP.

"Incrementar las tarifas hace que el comercio sea artificialmente caro", advierte Benjamín Villena sobre la decisión del Presidente Trump.

Estados Unidos ha aumentado de manera arbitraria los impuestos a las importaciones. El mundo ha sido golpeado. Las consecuencias potenciales son enormes, y la justificación de estas políticas es pobre y revela una asombrosa falta de comprensión sobre fundamentos económicos básicos.

La administración Trump considera que el déficit comercial de Estados Unidos con un país específico es evidencia de prácticas comerciales desleales. Esto no tiene asidero: exportar implica renunciar al beneficio de los bienes y servicios producidos, a cambio de recursos para financiar importaciones desde Estados Unidos y otros países. Por lo tanto, el país que importa más de lo que exporta se beneficia de los bienes que su contraparte deja de usar, al contrario de lo que sostiene la Casa Blanca.

Incluso países enormes y de producción altamente diversificada como Estados Unidos no pueden producir todo tipo de bienes de manera tan eficiente y les resulta beneficioso realizar comercio con otras economías con ventajas relativas para la producción de otros productos. Incrementar las tarifas hace que el comercio sea artificialmente caro e impide adquirir productos más económicos o superiores del resto del mundo, y comercializar aquellos productos que la economía local genera con mayor eficacia. Trabar esta especialización hace que las economías de Estados Unidos y del mundo sean más ineficientes.

El alza de aranceles elevará la inflación para productos de importación y exportación, lo cual puede extenderse a otros productos que no se transan internacionalmente por la vía de reajustes salariales y presiones de demanda. Los productores nacionales en EE.UU. podrían beneficiarse gracias a mayores precios que podrían cobrar a los consumidores. La administración Trump tiene fe en que la mayor rentabilidad de estos sectores los haría expandirse, estimulando el empleo, a costa de la reducción de actividad y empleo de los exportadores.

Este argumento falla porque muchos productores nacionales y exportadores utilizan insumos importados. De hecho, hoy una parte sustancial del comercio global corresponde a insumos para producir bienes finales en el país importador. Por otro lado, si se revitaliza las manufacturas será en base a la automatización en lugar de los añorados empleos de décadas atrás.

La administración Trump debería revisar la fallida política de sustitución de importaciones, en boga en América Latina durante el siglo pasado. La premisa era similar: subir aranceles para proteger a la industria nacional y los empleos asociados. Si bien Estados Unidos es muy diferente a las economías de América Latina del siglo pasado, en la actualidad las cadenas productivas de muchas industrias utilizan insumos importados, lo que provoca que las economías modernas puedan ser mucho más dependientes al comercio internacional que hace 50 años.

La porfiada realidad resucitará esta lección de seguir en este camino errado.

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