¿Es esta generación de jóvenes más pobre que sus padres?
La imposibilidad de adquirir una vivienda producto de las condiciones de la economía del país sería una de las razones que permitirían afirmar que los millennials y los centennials tendrán o tienen menos capital económico que sus progenitores. Pero hay otras variables que también inciden en el fenómeno.
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El “sueño de la casa propia” es una frase muy utilizada en Chile para representar el anhelo de muchas personas y familias de adquirir una vivienda, objetivo que se asocia con la estabilidad económica, la seguridad y el progreso social. Esta aspiración es culturalmente significativa aquí, ya que alcanzarla es visto como un importante logro personal y familiar, y un símbolo de éxito y estabilidad.
O “era” visto. En la actualidad, cada vez son más los jóvenes que están renunciando a ese sueño. Los millennials o miembros de la generación Y –nacidos entre 1981 y 1996— y los centennials o generación Z –nacidos entre 1997 y 2012— constituyen un grupo que ha visto limitadas sus oportunidades de prosperar financieramente en comparación con las generaciones anteriores por una multiplicidad de factores, siendo el económico uno de los principales.
“Dentro de un hogar promedio, lo que genera mayor riqueza es la tenencia de una vivienda”, asegura Juan Luis Correa, académico e investigador del Instituto de Políticas Económicas de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello (UNAB).
“Si seguimos la tendencia de los últimos años, vamos a observar un deterioro en cuanto al valor de los activos de los hogares jóvenes con respecto a los de sus padres, producto de un acceso más limitado a la vivienda”, agrega.
Se podría pensar que este fenómeno podría deberse a un alza en el precio de las viviendas, que experimentó un fuerte aumento a partir de mediados del 2000. Sin embargo, los precios dejaron de subir y comenzar a bajar hace unos tres años. “El precio promedio de las viviendas cayó en torno a un 8%”, comenta Juan Luis Correa. Además, las generaciones jóvenes no habían visto limitado su acceso hasta hace unos años.
Según el académico e investigador UNAB, son dos los elementos que están impidiendo la adquisición de casas o departamentos. En primer lugar, el crecimiento promedio de las remuneraciones reales ha sido muy bajo durante la última década, situación que venía desde antes de la pandemia y que se agudizó con la inflación.
“Las remuneraciones reales venían creciendo en torno al 2,5%, y en estos diez años han crecido alrededor del 1%, en concordancia con un crecimiento tendencial de la economía significativamente más bajo en el mismo período”, indica Juan Luis Correa. Esta situación se agudiza en el segmento de los más jóvenes.
En segundo lugar está el acceso al crédito, donde también hay una limitación por el fuerte aumento de las tasas de interés reales de largo plazo, que comenzaron a subir a fines de 2021, principalmente por un alza en el stock de la deuda pública. Alrededor de 2015 era de entre un 10% y un 15% del PIB. Actualmente equivale al 40% de este. Esto se explica “por un fuerte crecimiento del gasto público que no estuvo financiado con un incremento en los ingresos”, dice el académico UNAB.
“Entonces aquí hay dos elementos sumamente importantes que son un mercado laboral deprimido en conjunto con un crecimiento en las tasas de interés de los créditos hipotecarios, que crecieron el doble. Hasta el 2021 estaban en torno a un 2,5% y actualmente alcanzan el 5%”, señala Correa.
Un análisis más allá de lo económico
Según el profesor Juan Luis Correa, estos cambios culturales significativos no pueden suceder en unos pocos años, es decir, en el tiempo en que se ha visto limitada la compra de viviendas en el país. Pero una caracterización de las preferencias, los valores y el estilo de vida de los millennials y los centennials permiten reconocer las otras variables que inciden en el fenómeno.
“Hay razones económicas, no hay ninguna duda, pero los humanos debemos adaptarnos a esa razones y buscar salidas para nuestros deseos. En el caso de los jóvenes, al ver que están bloqueados en esa aspiración tan propia nuestra, la casa propia, el patrimonio material se canaliza a través de otros objetivos. Tiene mucho que ver con los viajes, con convertirse en ciudadanos del mundo, mucho con la tecnología, mucho con la diversión, mucho con la gastronomía. O sea, hay otras fuentes de placer. Es en parte cambio en el estilo de vida, pero también en parte es adaptación”, explica el sociólogo Eugenio Tironi.
“¿Es hoy en día la prioridad de un millennial y un Gen Z por encima de todo comprarse una casa? Porque quizás desecharon la idea a raíz de que el fenómeno económico ya no te permite acceder a una. Hoy en día prefiero arrendar y la plata que otro tipo de generación hubiese pensado en invertir en una casa la invierto en más educación, más viajes, otro tipo de lujos”, explica Emilia Labarca, gerenta de Human Capital de Deloitte, consultora que a través de un estudio titulado “Encuesta Global 2024 a Millennials y Generación Z” comparó la mirada de estas generaciones en el mundo.
Más que hablar de si estas generaciones serán más pobres que otras, la ejecutiva sugiere hablar de acceso.
“Que tengamos diferentes accesos económicos o que accedamos a capacidades crediticias o a bienes de manera diferente es mucho más interesante que encasillar a una generación como más o menos pobre. ¿Por qué? Porque los intereses cambiaron completamente, veníamos de generaciones con una estructura de vida y una expectativa bastante más estandarizada”, comenta.
Ahora los jóvenes tienen una aproximación distinta al trabajo. “No viven la precarización del mercado laboral como una amenaza, sino más bien como una condición prácticamente natural”, dice Eugenio Tironi. Además, un trabajo bueno no es el que ofrece mejores ingresos, sino el que se adapta mejor a mi estilo de vida. “Mi identidad no está adherida al trabajo que realizo, sino a otras cuestiones, por tanto me cambio de trabajo con mucho mayor celeridad y libertad”, añade.
Al mismo tiempo, las configuraciones familiares también han cambiado. “Los costos de la maternidad y la paternidad, a ojos del estilo de vida que hoy despliegan los jóvenes es altísimo. Lo evalúan con mucho más rigor (…) Entre los factores que evalúan está el disponer de una base material para sostener la crianza de los hijos. Se hace más exigente, cuenta con menos redes de apoyo como era en la vieja familia y que además restringe los grados de libertad que hoy son muy importantes para el sentido de vida de los jóvenes”, sostiene el sociólogo.
Entonces, los estilos de vida sin duda son diferentes hoy en día. Los intereses que tienen los jóvenes también lo son. De hecho, de acuerdo a la Encuesta Global de Deloitte, mientras en el mundo las primeras preocupaciones de los jóvenes son el cambio climático y la sustentabilidad, en Chile son la seguridad personal y el costo de la vida.
Existe una oferta de productos y servicios mucho más grande y las posibilidades de escoger entre muchísimas más cosas son infinitas. Los cambios en los mercados han encarecido el costo de la vida y eso se traduce en que las economías familiares vivan con otros niveles de presupuesto. “Chile como el mundo entero es una ecuación perfecta para que yo pueda ganar un montón, pero no necesariamente puedo acceder a un montón de cosas”, concluye Emilia Labarca de Deloitte.
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