Innovación chilena: el gas en polvo que alarga la vida de las frutas de exportación

Gas en polvo
Rubén Polanco, Yorley Duarte y Danilo González tras recibir el Premio Avonni 2024 en la categoría Recursos Naturales y Medio Ambiente en noviembre pasado.

Desarrollado por científicos de la UNAB, este avance usa biopolímeros biodegradables para conservar productos y cosechas. Su aplicación promete cambiar el transporte agrícola con soluciones sostenibles y efectivas. El proyecto, creado tras una década de investigación interdisciplinaria, ya recibió el Premio Avonni 2024.


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Progresivamente, la tecnología ha demostrado ser una herramienta clave para enfrentar los desafíos del sector agrícola. En un lugar como Chile, donde la agroexportación es una de las principales actividades económicas, la incorporación de soluciones sustentables puede marcar la diferencia no solo en términos de productividad, sino también en el compromiso con el medio ambiente. Con eso como contexto, el gas en polvo surge como una innovación que busca optimizar la conservación y transporte de productos agrícolas, poniendo al país a la vanguardia de la biotecnología aplicada.

El desarrollo de esta iniciativa no solo ha revolucionado la agroexportación chilena, sino que también le ha valido a su equipo creador el Premio Avonni 2024 en la categoría de Recursos Naturales y Medio Ambiente. Este galardón, uno de los mayores reconocimientos a la innovación en Chile, destaca el impacto del proyecto en la sustentabilidad y la productividad del sector agrícola. El equipo detrás está compuesto por Rubén Polanco, director de la Escuela de Biociencias e investigador del Centro de Biotecnología Vegetal (CBV), Danilo González, director del Centro de Bioinformática y Biología Integrativa (CBIB), y Yorley Duarte, investigadora del CBIB. Los tres académicos de la Universidad Andrés Bello (UNAB) han liderado la elaboración de esta tecnología desde sus primeras etapas.

Gas en polvo
El gas en polvo impacta directamente en la conservación de algunos productos, como las uvas, siendo una solución frente a hongos que la afectan durante el transporte.

Según Rubén Polanco, del Centro de Biotecnología Vegetal de la UNAB, la idea surge de una conversación entre los tres académicos de la casa de estudios hace más de 10 años. Este encuentro fue clave para el desarrollo de la tecnología y reunió una mezcla de capacidades científicas que van desde la agronomía, la química y la microbiología.

El especialista explica que en el enfoque inicial se pensó en cómo conservar la calidad de la fruta de exportación controlando la maduración y senescencia -el envejecimiento de las células-, mientras se evitaban pudriciones causadas por hongos. “Ahí nace la idea de encapsular gases en una matriz polimérica -de aquí el nombre de gas en polvo-, para liberarlos de una forma controlada y prolongada en el tiempo”, explica.

Danilo González, director del CBIB, destaca el papel crucial de la bioinformática en este proyecto. “Ha estado tradicionalmente vinculada al análisis de genomas en el ámbito de la agroindustria... pero acá enfrentamos desafíos diferentes, que requirieron el uso de herramientas de simulaciones moleculares”, apunta. Estas permitieron entender la compatibilidad entre biopolímeros y las interacciones específicas de una molécula orgánica volátil con la matriz polimérica, muy necesarias para asegurar la cohesión del sistema. Además, González recalca que contaron con servidores de cómputo altamente eficientes, cuidadosamente implementados en el Centro de Bioinformática y Biología Integrativa.

Gas en polvo
El gas en polvo puede aplicarse en distintos formatos como láminas delgadas o películas insertadas en cajas de exportación, que recubren y protegen a la fruta.

En cuanto a los datos y modelos bioinformáticos, González explica que desarrollaron e implementaron “un campo de fuerza personalizado, lo que permitió estudiar la compatibilidad entre biopolímeros y moléculas orgánicas, asegurando que las simulaciones reflejaran con precisión la dinámica del sistema y facilitando así el diseño del producto final”. Agrega que “estas herramientas no solo optimizaron el proceso, sino que también permitieron un enfoque más sostenible para desarrollar soluciones tecnológicas dirigidas”.

En sí, el formato de este gas en polvo es similar a un polvo fino que puede integrarse fácilmente en sistemas de transporte y almacenamiento de productos agrícolas y aplicarse a distintos formatos, como láminas delgadas o películas insertadas en cajas de exportación. Este desarrollo -y su formato innovador- impacta directamente en la conservación de algunos productos, como las uvas, ofreciendo una solución eficiente frente a un hongo que afecta a su calidad durante el transporte.

El gas en polvo significó algunos desafíos científicos como seleccionar las moléculas volátiles más apropiadas, establecer los componentes de la matriz de polímeros, fabricación en cantidades suficientes para realizar las pruebas de liberación controlada del volátil y su efecto biológico sobre la fruta y el hongo que produce la “pudrición gris”. “Cada paso implicó integrar conocimientos de química, bioinformática y biotecnología, asegurando que los resultados fueran precisos y escalables,” detalla González.

Un mercado innovador

Una de las principales particularidades de esta tecnología frente a otras soluciones en el mercado es su capacidad de liberar moléculas de forma controlada, con un efecto prolongado. “Nos ha permitido controlar pudriciones en uva de mesa hasta por 60 días en condiciones de almacenamiento en frío, así como ocurre en el transporte de la uva de mesa que exporta Chile a los mercados de destino”, destaca Polanco.

Sobre la sostenibilidad, González asegura que la implementación masiva de esta tecnología podría tener un impacto ambiental significativamente menor que otros productos existentes en el mercado: “El sistema está diseñado con biopolímeros biodegradables, lo que garantiza que los residuos se descomponen de manera natural al final de su vida útil, evitando la acumulación de desechos no biodegradables en el medio ambiente”.

Yorley Duarte, investigadora del CBIB, refuerza la idea que, como el producto está hecho a base de polímeros biodegradables, no se utiliza plástico como sí sucede en sistemas de exportación con otros sistemas. “Es un compuesto antifúngico de origen biológico, que incluso se usa en alimentos y eso lo vuelve algo totalmente inocuo y no va a afectar a la salud de los consumidores”, explica la profesional.

Gas en polvo
Yorley Duarte y Rubén Polanco, durante el proceso de investigación para la realización del producto final.

También resalta que, como el uso de este desarrollo está pensado para usarse en cajas de exportación, es fácilmente instalable y utilizable, particularmente por empacadores, debido a su sistema simple y biodegradable que no genera problemas en el manejo. Duarte enfatiza en el impacto que tuvo la colaboración de distintas ramas en el proyecto: “Tiene cerebros de varias ciencias, que van desde la simulación molecular hasta el diseño de biopolímeros y fungicidas, lo que requiere conocimientos de diferentes profesionales para obtener un resultado verdaderamente interdisciplinario”.

El apoyo de ANASAC, firma local dedicada a la producción de insumos agrícolas, fue clave para el desarrollo y la implementación comercial de la tecnología. Según Duarte, la colaboración con la empresa no solo ayudó a contar con los recursos para avanzar, sino también aseguró un sello de confianza que facilita su aceptación en el ecosistema, permitiendo que el gas en polvo se integre de manera efectiva en la industria y genere un impacto sostenible a gran escala.

Frente al impacto comercial que pueda tener el producto, comenta: “todos los cambios son difíciles, todos los cambios tienen su tiempo, pero si demostramos resultados sólidos y evidencias claras... es completamente factible”.

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