La vital importancia de la educación inicial
Tras la aprobación en el Senado del proyecto de ley que modernizará la oferta en la educación parvularia, diferentes expertas discuten cómo esta iniciativa podrá impactar en las futuras generaciones. “Es fácil decir que los niños están primero, pero esto hay que traducirlo en políticas públicas y recursos financieros”, afirma María Victoria Peralta, Premio Nacional de Educación. Para Ximena Poblete, académica de la UNAB, el desafío es aún mayor: “No basta con que los niños estén matriculados, necesitamos que vivan experiencias significativas desde el primer día”.
En noviembre de 2024 se cumplieron 160 años desde el inicio de la Educación Parvularia Pública en Chile, un pilar fundamental para el desarrollo de niños y niñas hasta estos tiempos contemporáneos.
Desde la primera escuela de párvulos en 1864, dirigida por las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul y apoyada por Manuel Montt en su rol de ministro de Instrucción, Justicia y Culto, la preocupación por la primera infancia nos ha llevado a ser pioneros en acciones como la creación de una carrera universitaria para educadoras de párvulos desde 1944, o la creación de instituciones como la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) en 1970 o la Fundación Integra desde 1990.
Así lo relata María Victoria Peralta, la primera educadora de párvulos galardonada con el Premio Nacional de Educación en 2019 y actual presidenta de Integra, quien tras descubrir este hecho histórico, analiza la importancia de mirar lo sembrado. “Son 160 años de experiencia y conocimiento. Cada etapa nos fue enseñando algo”, precisa.
Peralta va mucho más allá y señala que “para el eslogan es fácil decir que los niños están primero, pero esto hay que traducirlo en políticas públicas y recursos financieros”. Ello ya que el pasado 18 de marzo se vivió un nuevo hito en esta historia con la aprobación del proyecto de ley del Ministerio de Educación que reforma la oferta en la educación parvularia e incentiva a que los jardines infantiles obtengan su reconocimiento oficial.
La iniciativa, que pasó a su tercer trámite legislativo a revisarse en la Cámara de Diputadas y Diputados, contempla dentro de sus principales aspectos modernizar la oferta disponible, prohibir la doble matrícula en jardines infantiles para ofrecer más cupos a las infancias, establecer un registro de educación parvularia para identificar el ecosistema de establecimientos, y aumentar estándares de calidad.
Un cambio que impactará a los 731.838 niñas y niños que asisten a niveles de educación parvularia en los 11.876 establecimientos dispersos por el territorio, de los que 4.365 son salas cuna y/o jardines infantiles públicos.
La educadora María Victoria Peralta analiza este avance como “un punto de partida”, para lo que proyecta debe ser una reforma estructural del sistema parvulario, capaz de atender con pertinencia las múltiples desigualdades territoriales, sociales y culturales que siguen presentes en el país.
A su juicio, el nuevo marco legal “ordenará” ciertas medidas ya existentes en terreno, como la legalización de modalidades alternativas que existen en hospitales o cárceles, hasta iniciativas innovadoras como las “veranadas Pehuenche”, donde infancias, familias y educadores se reúnen en Lonquimay para educar en otros contextos como es la naturaleza.
“Son programas interesantísimos que atienden a poblaciones con más problemas, a las cuales un jardín infantil tradicional no puede responder muchas veces”, dice Peralta, añadiendo que dichas iniciativas podrán desarrollarse al estar ahora consideradas dentro de los sistemas regulares.
Impactar desde el juego y la exploración
Durante años, muchas familias optaron por cuidar a sus hijos e hijas en casa durante la primera infancia, ya sea por temor a enfermedades o por la creencia de que estarían mejor cuidados al interior del hogar. Sin embargo, la evidencia ha demostrado que la educación parvularia tiene un impacto decisivo en el desarrollo integral de los niños, tanto en el ámbito de las habilidades socioemocionales como en su trayectoria futura de aprendizaje.
“Lo que se aprende entre los 2 y 6 años es clave para continuar sus procesos de aprendizaje y su desarrollo integral”, asegura María de la Luz González, directora ejecutiva de la Fundación Educacional Oportunidad.
Misma opinión comparte Ximena Poblete, académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello (UNAB), quien ve que la educación inicial no solo debe entenderse como un proceso de aprendizaje, sino también como un espacio de construcción de ciudadanía desde la primera infancia.
Los derechos de niños, niñas y adolescentes nos recuerdan que debemos ver a las juventudes como personas con opinión propia en crecimiento. “Es un espacio donde nos encontramos con otros, donde los niños y niñas se desarrollan en lo social, en lo emocional y en lo cognitivo, siempre que exista un entorno seguro y con condiciones básicas para desplegar sus habilidades”, señala.
Poblete enfatiza que una educación parvularia de calidad no se trata de adelantar contenidos escolares como matemáticas o lenguaje, sino de ofrecer oportunidades para el juego, la exploración y la interacción significativa con otros. Desde allí se forman las bases para habilidades clave como la resolución de conflictos, la expresión de deseos y necesidades, la construcción de la identidad y el desarrollo de la autonomía.
González dimensiona que los espacios educativos en esta etapa no solo ofrecen estimulación temprana, sino también experiencias de socialización fundamentales con otros niños y adultos significativos, generando vínculos de apego seguros que pueden marcar la vida de una persona. “Esta edad no se vuelve a repetir, son poquitos años, y la diferencia que marca la experiencia en estos años es muy clave para el futuro”, recalca.
Ambas entrevistadas, entendiendo la responsabilidad y la mirada a futuro que significa el cuidado a través de la educación, ven con buenos ojos la reciente aprobación del proyecto de ley.
“El sistema de educación parvularia ha tenido muchos avances: marcos de buena enseñanza, estándares de calidad, procesos de mejora continua, inversión en infraestructura. Pero estábamos al debe con la modernización del sistema”, explica.
Uno de los problemas que menciona es la duplicidad de matrículas, lo que con la nueva ley se liberarán cupos y permitirá planificar adecuadamente la oferta. Ello vendrá acompañado de la necesidad de mejorar la calidad de la información que se recopila, para que las decisiones de política pública se basen en evidencia clara y actualizada.
Educar con mente, corazón y cuerpo
María Victoria Peralta recuerda a la poeta y educadora Gabriela Mistral, que este año se conmemoran 80 años desde la obtención del Nobel de Literatura, citando una frase estremecedora: “La humanidad tiene que ser cada día más humana”, cita la académica, pensando que el desafío actual de la educación parvularia es formar personas integrales capaces de “habitar el mundo con sensibilidad, pensamiento crítico y sentido de comunidad”.
“El niño, sobre todo en los primeros años, es un ser holístico, total, integrado”, dice Peralta, afirmando que históricamente se ha tratado a los jóvenes “por pedacitos”, desde lo cognitivo, lo afectivo o lo corporal, cuando el aprendizaje debería ser una “experiencia completa, donde se actúe con mente, corazón y cuerpo, todo a la vez”.
Desde esa visión, la académica plantea que, pensando las tareas de la nueva ley, existe una urgencia en rediseñar las bases curriculares de la educación parvularia. Más que una actualización, dice, se necesita una nueva apuesta, conectada con las necesidades del presente y orientada al desarrollo humano sostenible. “Necesitamos que los niños comprendan el mundo que los rodea a través del juego, la creatividad y el vínculo emocional con los otros”, sugiere.
Otro de los objetivos a considerar es enfrentar el déficit de educadoras y técnicos, una tendencia que afecta local y globalmente. Ximena Poblete de la UNAB plantea que la labor de las y los educadores va más allá que el simple cuidado infantil, como muchas veces se ha estereotipado, más bien, posiciona esta etapa educativa como una labor compleja y altamente especializada.
“La relación entre la educadora y el niño es una relación afectiva, y esa es la base sobre la cual se construyen los aprendizajes”, señala la profesora. Su profesionalismo va en directa relación con las metodologías pedagógicas, y por consecuencia en el desarrollo integral de niños y niñas.
Para ello, advierte, se requiere mayor inversión y un compromiso estatal con la equidad en el financiamiento, ante las diferencias persistentes entre jardines infantiles estatales y privados en términos de recursos y apoyo profesional.
Un aspecto que la directora ejecutiva de la Fundación Educacional Oportunidad comparte. “Tenemos que poner los recursos y el corazón en la educación parvularia”, sostiene. El foco, sin embargo, no debe estar solo en el acceso, sino también en asegurar que todos los niños y niñas cuenten con espacios educativos de calidad.
“Que estén matriculados no basta. Es clave que asistan con regularidad, que se sientan parte de una comunidad, que experimenten vínculos afectivos y aprendizajes significativos desde el primer día”, explica.
Las familias en el centro
En ese contexto, González subraya la importancia del trabajo conjunto entre familias, centros educativos y docentes. “La educación inicial no es solo una etapa, es el cimiento de todo lo que viene después. Y para eso, las interacciones en el aula marcan la diferencia”.
Poblete también releva el rol protagónico de las familias, no solo para asegurar la asistencia de los niños a jardines infantiles, sino también como “aliada en la comprensión de la importancia de estos espacios como entornos de ciudadanía y aprendizaje”.
A su juicio, no se trata de competir con lo que ofrece el hogar, sino complementarlo, ampliando las oportunidades de desarrollo desde una mirada integral del bienestar infantil.
Peralta celebra estas señales positivas tras cinco décadas ligadas a la educación inicial, y proyecta que la incorporación del desarrollo espiritual en la propuesta de nuevos objetivos transversales para la educación básica.
Un concepto que no se abarca desde una mirada religiosa, aclara, sino desde la voluntad de trascendencia que moviliza al ser humano a proyectarse y a actuar con propósito. Sin embargo, advierte que todo esfuerzo será insuficiente si no hay una transformación integral del sistema educativo.
“De nada sirve reformar solo la educación parvularia si lo que viene después sigue igual. Hay que ponerle a la educación todo, con recursos, con voluntad, con una mirada sistémica”, afirma. Y concluye con una pregunta central: “¿Qué mundo le estamos dejando a los niños?
Estamos perdiendo valores, estamos perdiendo solidaridad, estamos destruyendo la tierra. La educación no puede seguir mirando para el lado”.
El periodista dedica este artículo a Ana Montecinos Pérez, su madre, ex auxiliar de aseo en la Sala Cuna “Pequeños Creadores” de Fundo El Carmen, Temuco, donde trabajó 18 años, desde su inauguración hasta su jubilación en marzo de 2025.
Lo Último
¿Vas a seguir leyendo a medias?
Todo el contenido, sin restriccionesNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE