Natalidad en Chile a pique: el problema que viene
Una excesiva presión en el sistema de pensiones y en el de salud es solo uno de los muchos problemas que implica el descenso sostenido de los nacimientos en nuestro país y la baja en la tasa de mortalidad. No existen fórmulas mágicas para revertir o al menos ralentizar este fenómeno, pero los expertos aseguran que se necesita mucho más que la intervención del Estado.
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Juana Pérez nació en 1898 en Peralillo, pueblo de la Región de O’Higgins. Tuvo 11 hijos, de los cuales la penúltima fue Margarita Fuentes, quien nació en 1932 y tuvo, a su vez, siete retoños. La mayor de ellos, nacida en 1957, fue Berta Leiva, quien fue madre por primera vez en 1984 y dio a luz -en total- a tres hijos.
Berta sabe que su descendencia se acaba con ella. Con 39, 34 y 29 años respectivamente, todos le han dicho que no quieren tener hijos.
Su historia retrata cómo ha evolucionado la tasa de natalidad en nuestro país durante el siglo XX y el XXI. Según datos del Instituto Nacional de Estadística INE, la Tasa Global de Fecundidad TGF -esto es, el número de hijos promedio que tendría una mujer durante su vida fértil- en 1960 era de 5,39 hijos. En cambio la TGF de 2021, la más baja de la que se tenga registro, fue de 1,17 hijos, muy por debajo de la cifra de recambio general, definida en 2,1 hijos promedio por mujer.
Cuando esta cifra baja de dos, la población inevitablemente se reduce.
La principal consecuencia de este fenómeno es el envejecimiento de la población. La proporción de personas mayores aumenta mucho en comparación con las más jóvenes, lo que genera desafíos económicos, sociales e individuales.
“La sociedad empieza a no reproducirse y a tener cada vez más ‘viejos’, porque la tasa de mortalidad es muy baja. Eso significa una presión extrema sobre los sistemas de pensiones, y sobre el sistema de salud, porque necesitan más cuidados”, explica Mauro Basaure, sociólogo de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello (UNAB).
Esto se traduce en poca fuerza laboral. Si la población en edad productiva es menor, esta disminuye, por lo que no existirá el dinero suficiente para financiar toda esa demanda por cuidados.
“Parece como si no ocurriera nada, porque todavía no estamos en una situación crítica, pero a futuro es una crónica de una crisis anunciada. Estamos cerrando los ojos a algo que se viene ya”, advierte Basaure.
Como se invierte la pirámide poblacional, hay más presión sobre las personas. Pocos hijos deberán cargar con padres más viejos y también hay un impacto a nivel de configuraciones familiares.
La mujer sale al mundo laboral, pero los hombres no entran al hogar, eso no ha tenido la misma fuerza y hace que la carga sea demasiado pesada para las mujeres, que no quieren tener hijos.
Catalina Siles - investigadora IES
“Hay familias más pequeñas, con menos hermanos, menos tíos, menos primos, menos contacto intergeneracional. Eso implica menos red de apoyo y más soledad, que se está viendo en muchos países. Los lazos de solidaridad familiar también disminuyen”, explica Catalina Siles, socióloga investigadora del Instituto de Estudio de la Sociedad IES.
Un fenómeno multifactorial
¿Pero qué explica este acontecimiento? Es un problema complejo con causas variadas y de distinta índole. Entre las más importantes, Mauro Basaure, académico UNAB, sitúa el ingreso de la mujer al mundo laboral. “Este es un fenómeno muy ambivalente porque esta es una conquista importante, pero tiene consecuencias desde el punto de vista de la natalidad”, señala.
“La mujer sale del ámbito doméstico, lo que hace que la maternidad ya no sea el único camino a seguir y tenga que compatibilizarse con otros proyectos de vida. Pero el sistema no se ha adecuado y hoy día la conciliación entre familia y trabajo es un asunto complicado. También el tema de la corresponsabilidad, porque la mujer sale al mundo laboral, pero los hombres no entran al hogar, eso no ha tenido la misma fuerza y hace que la carga sea demasiado pesada para las mujeres, que no quieren tener hijos”, explica Catalina Siles, investigadora del IES.
“La modernización de la sociedad conduce a que las personas opten por una vida más individual. Finalmente la gente sabe que tener hijos es una tremenda responsabilidad, es un tremendo sacrificio. La individualización supone decisiones de este tipo”, dice Mauro Basaure.
Otro factor, a juicio del especialista, es que existe en el contexto global una mirada pesimista del futuro que incide en la reflexión de por qué o para qué traer un niño a este mundo.
Y también, como causas culturales, es que la maternidad y la paternidad se han devaluado mucho. “Que haya más niños en el mundo ya no tiene el mismo valor o la misma importancia que tenía antes”, declara Catalina Siles. Tener hijos es visto como una alternativa más frente a otras como el éxito laboral o asegurarse ciertas comodidades materiales.
En la misma línea, hay un factor económico importante. La vida familiar se ha encarecido mucho, lo que dificulta tener más hijos. “Creo que hay menos red de apoyo familiar, menos apoyo público y privado. Hoy día la maternidad y la paternidad se vive de forma muy privada, muy autónoma, sin el apoyo social que se requiere para la crianza”, dice Catalina Siles. El académico UNAB coincide en que hay una falta de políticas que la incentiven.
Las posibles soluciones
Los expertos aseguran que la experiencia comparada demuestra que ningún país ha logrado revertir esta tendencia. A lo más, los esfuerzos han conseguido ralentizarla. Es que no hay fórmulas claras debido a la complejidad del fenómeno. Se recomienda diseñar políticas públicas de apoyo o subsidios como políticas de vivienda, que hagan posible la vida familiar; horarios de trabajo que posibiliten la crianza y compatibilizar la vida laboral con ella; ayudar a costear la carga económica que supone tener hijos.
“Tú puedes poner incentivos para que la gente vea de manera más positiva el hecho de tener hijos. Incentivos fiscales, por ejemplo, pero esto, por ejemplo, en la discusión sobre el pacto fiscal no está presente”, indica Basaure y agrega:
“Permisos laborales específicos, para ir al médico a la reunión de apoderados. También sumar el apoyo al cuidado infantil, que te apoyen con un buen sistema de cuidados. Lo que estoy diciendo es que haya señales claras del Estado, para que sea atractivo y no se vea como una carga”, dice.
Puedes poner incentivos para que la gente vea de manera más positiva el hecho de tener hijos, como incentivos fiscales, pero esto, por ejemplo, en la discusión sobre el pacto fiscal no está presente.
Mauro Basaure, sociólogo UNAB.
Ambos expertos coinciden en que lo que realmente se necesita es un cambio cultural.
“Hay que doblarle la mano a esta idea de que soy yo, mi vida y mi destino, que es el discurso que está instalado en una sociedad muy individualista y donde las cuestiones colectivas parece que no importaran. O el mismo concepto de familia. Familia no significa solamente tener un grupo cercano, sino asumir la responsabilidad de tener hijos”, afirma el académico e investigador UNAB.
“Esto no compete solo al Estado o al gobierno de turno. No son solo políticas estatales lo que necesitas, sino que aquí tienen un papel todos los sectores sociales: el Estado, el mercado, las empresas, el mundo laboral, las comunidades y las escuelas. Incluso otros grupos sociales como las iglesias, las organizaciones de la sociedad civil, así como también las mismas familias. Tiene que ser un trabajo colaborativo en torno a hacer más factible la vida familiar, traer hijos al mundo y para eso se necesita el apoyo de todos”, concluye Catalina Siles del IES.
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