¿Por qué nos sentimos tan atraídos por consumir noticias negativas?
El “doomscrolling” es un fenómeno cada vez más recurrente que implica exponerse constantemente a contenidos negativos y pesimistas. ¿Cómo esta conducta nos afecta psíquica y fisiológicamente? Los expertos responden y dan consejos sobre cómo evitarlo.
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Un concepto que se masificó durante la pandemia fue el de “doomscrolling”. Mientras que “doom” se traduce como condena, perdición y fatalidad, “scrolling” hace referencia a al acto de desplazarnos hacia abajo en las redes sociales o medios de comunicación online. Por eso, ambas palabras juntas apuntan al fenómeno de pasar excesivo tiempo revisando información negativa en internet, en el celular.
Todos hemos sido, en mayor o menor medida, víctimas del “doomscrolling”, consumiendo por horas contenidos a la carta en nuestros teléfonos. Pero incurrir asiduamente en esta práctica puede traer importantes consecuencias para nuestra salud mental. Los expertos afirman que la constante exposición a contenido negativo puede aumentar la ansiedad y llevar a estados depresivos, entre otros efectos.
Pero ¿por qué nuestro cerebro es propenso a enganchar con estas noticias?
Primero, hay que partir de la base que las redes sociales y el consumo de información online generan una conducta adictiva. Cuesta salir de ahí, independientemente de que sean buenas o malas noticias.
“Hay mecanismos neurobiológicos que tienen que ver con la activación de ciertos circuitos cerebrales ligados a la recompensa que se activan de manera semejante a como lo hacen con otras sustancias adictivas”, explica la psiquiatra Cynthia Zavala, directora de Medicina de la Universidad Andrés Bello UNAB, sede Santiago.
Las noticias negativas generan dependencia porque existe un sesgo cognitivo, el sesgo de confirmación, que es la tendencia de la mente de las personas a buscar información que respalde sus puntos de vista.
“Los algoritmos aprovechan eso y generan recomendaciones que lo refuerzan y entonces maximizan el tiempo que las personas están en las plataformas”, explica Ricardo Baeza-Yates, director de Investigación en el Instituto de IA Experiencial de Northeastern University, Silicon Valley.
En el caso del algoritmo de recomendación, utilizado por las redes sociales, la plataforma se basa en lo que le gusta al usuario para mostrarle contenido similar.
“Ahí se hace el filtro de la burbuja, porque como no sabes lo que te gusta totalmente, te deja encasillado en las cosas que sabe que te gustan, pero nunca te muestra algo que no conoces. Hay personas que nos hacen crecer su mundo y eso lo aprovechan los algoritmos”, dice Ricardo Baeza-Yates.
“Se estrecha el campo perceptual y se está confirmando constantemente una visión polarizada y escindida del mundo”, agrega Paola Ancarola, psicóloga y fundadora del Grupo Mentaliza, equipo especializado en el tratamiento de adicciones.
La doctora Zavala eso sí hace una distinción entre el “doomscrolling” y la adicción a redes sociales como un diagnóstico clínico. Esta última sería parte de los trastornos del comportamiento, que tienen que ver con problemas para controlar los impulsos, donde se genera una dificultad significativa en la vida por la cantidad de tiempo que pasan las personas, interfiriendo en sus rutinas cotidianas.
“Esto de las malas noticias tiene que ver con un mecanismo más bien psicológico como forma de manejar la angustia, o de estar inmerso en una realidad de la cual es difícil salir o por aburrimiento”, indica.
Causas y consejos
Según la académica UNAB, consumir frecuentemente información negativa sería un mecanismo evolutivo que nos hace querer conocer las situaciones que implican peligros o amenazas para prepararnos y enfrentarlas mejor.
“Las maneras en que vamos respondiendo a estas ‘amenazas psíquicas’ no ha evolucionado a la misma velocidad que la tecnología y la sociedad. Esto de acercarse y conocerla hace mucho más sentido si, por ejemplo, hay un depredador”, asegura.
“Evolutivamente, prestar atención a lo negativo tiene un valor de supervivencia, pero psicoanalíticamente, puede reflejar una compulsión a la repetición de traumas y ansiedades. Las personas pueden proyectar sus propios miedos y ansiedades en las noticias negativas, identificándose con las víctimas y externalizando sus conflictos internos. Si a esto le sumamos que la oferta de contenido tiende a ser así y agregamos las tensiones psicosociales en el mundo, obtenemos un terreno fértil para quedarnos fijados en el consumo de noticias negativas, trágicas”, complementa Paola Ancarola.
Entonces, el estar expuesto a noticias negativas “es complejo, sobre todo en los adolescentes porque hay procesos de desarrollo cerebral que están en curso. Y ven la realidad como si fuera aquello que está en las redes sociales. Entonces, estar rodeado de negatividad contantemente puede generar sentimientos de depresión, de ansiedad, de desesperanza y de angustia”, comenta Cynthia Zavala.
La sobrecarga de información negativa puede activar continuamente la respuesta de estrés, hasta el punto de hacerlo crónico y también puede llevar a una desensibilización, reduciendo la capacidad de respuesta emocional y empatía por otros. Para contrarrestar estas consecuencias, el primer paso es tomar conciencia de que estamos pasando demasiado tiempo en nuestros teléfonos y tomar acción para evitarlo.
“La mejor manera es buscar reemplazar ese tiempo con otras actividades, que idealmente implique relaciones con otros o hacer cosas que sabemos nos ayudan a manejar la angustia de manera directa. Por ejemplo, hacer deporte, estar en contacto con la naturaleza o con grupos de pares”, recomienda la psiquiatra UNAB.
Paola Ancarola, de Grupo Mentaliza, sugiere establecer límites de tiempo, crear rutinas saludables con actividades fuera de línea como lectura y hobbies, junto con practicar mindfulness y meditación para reducir la ansiedad y mejorar la regulación emocional. También, utilizar herramientas y configuraciones para filtrar el contenido negativo y tomar descansos periódicos de las redes sociales y la tecnología para reducir la sobrecarga de información. Si estas estrategias no surten efecto, la psicóloga recomienda buscar ayuda en la psicoterapia para explorar los mecanismos inconscientes que subyacen a estas conductas.
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