Tiroides y embarazo: investigación chilena descubre relación entre hormonas y desarrollo cognitivo
La doctora y bioquímica de la UNAB, Claudia Riedel, encabeza una investigación que podría cambiar el monitoreo de las embarazadas. Su investigación sugiere que una deficiencia hormonal en la embarazada, muchas veces ignorada, impacta en el coeficiente intelectual, el autismo y el sistema inmune en la progenie. “Necesitamos entregar esta información al sistema de salud y a la población”, enfatiza.
Un tema que se ha tomado el debate público es la caída de la tasa de natalidad, un fenómeno mundial que afecta de manera más marcada a nuestro país. Las cifras hablan por sí solas, cayendo de manera sostenida. En 2022 el promedio de las familias chilenas tenían 1,25 hijos, la mitad de lo que se promedió en 1990.
Otro dato lo aporta el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), cuando informó que en 2024 se registraron 135 mil 539 nacimientos, en contraste con los cerca de 175 mil de 2023. Ante las bajas cifras, hay que extremar precauciones sobre el futuro de chilenos y chilenas. Algunas, incluso durante su gestación.
Claudia Riedel, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Andrés Bello, ha dedicado su trabajo a investigar como la deficienica de hormonas tiroideas en la gestación afecta a los hijos
La preocupación no es aleatoria. La cantidad de enfermos tiroideos va aumentando en el territorio, estando sobre la media entre aquellos que poseen más enfermedades de este tipo. Se dice que uno de cada cuatro chilenos resultó tener alguna alteración tiroidea funcional según datos de la encuesta nacional de salud de 2017.
Riedel explica que las hormonas tiroideas son esenciales para que pueda ocurrir el diferenciamiento celular. Su presencia es vital para que una célula se convierta en una neurona, una célula inmune, una célula muscular y un largo etcétera.
En resumen, son necesarias para la diferenciación y para el metabolismo de las células, así ellas pueden generar energía para su funcionamiento como tal.
En el caso de las embarazadas, estas podrían sufrir con mayor frecuencia de un déficit de la hormona tiroidea conocida como tiroxina (T4). Dicha condición es denominada hipotiroxinemia (HTX) gestacional.
“Cuando ocurre la gestación, sobre todo al comienzo de la gestación, todos estos procesos son muy activos en el ser que se está formando”, puntualiza la también investigadora del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia, argumentando que, cuando hay una deficiencia de la T4, sobre todo al comienzo de la gestación, provoca cambios drásticos, que serán perjudiciales para toda la vida el ser humano.
Cabe agregar que la tiroides se manifiesta en matices, por lo que en el caso de los bebés dependerá por cuánto tiempo ocurrió esta reducción. Si ocurre durante toda la gestación, lo más probable es que nacerá con un “daño neurológico muy fuerte, bajo coeficiente intelectual, y puede llegar hasta un retraso en todo lo que es su desarrollo mental”, expresa Riedel.
Hallazgos recientes de la científica la han llevado a la hipótesis que la falta de HTX podría estar asociado al bajo coeficiente intelectual, aumento de la probabilidad de autismo y de déficit atencional.
Avances en la investigación
En sus modelos animales, Riedel y su equipo de la UNAB han observado que los hijos de madres con hipotiroxinemia gestacional tienen menor capacidad de aprendizaje y memoria, dificultad para reconocer objetos, y comportamiento similar al de un espectro autista, como la preferencia por objetos antes que por otros individuos.
Además, han notado una mayor susceptibilidad a enfermedades inflamatorias como la colitis ulcerosa. “Nuestro planteamiento es que esta deficiencia de T4 provoca una inflamación sistémica, una especie de impronta que podría explicar trastornos inmunológicos y neurológicos a futuro”, desarrolla.
Aunque en humanos es difícil de demostrar dicho diagnóstico, porque aún no se han realizado estudios prospectivos que sigan a las personas desde su gestación, Riedel afirma que “en lo cognitivo sí existe evidencia clínica que lo respalda”.
La bioquímica comenzó en el año 2000 a incursionar en el tema y ya en 2003 se dedicó de lleno a investigar las hormonas tiroideas desde la ciencia básica, tomando contacto con médicos, endocrinólogos y ginecólogos.
Pese a que la información recopilada hasta ahora vuelve importante tomar cuidados, ¿por qué aún no se ha podido diagnosticar ni se trata de manera sistemática la tiroides en mujeres embarazadas en los sistemas de salud? A ello, la científica expone: “La hipotiroxinemia es muy frecuente pero no se considera hoy en día un problema como tal, no se diagnostica ni se trata”.
Precauciones antes de planear el embarazo
En Chile desconocemos el porcentaje de mujeres que padece de hipotiroxinemia gestacional. En un estudio se observó que aproximadamente 3% de las mujeres que están en periodo de gestación padecen de hipotiroxinemia. Dicho porcentaje nace de un primer estudio realizado por la Dra. Lorena Mosso, endocrinóloga y profesora del Departamento de Endocrinología de la Universidad Católica.
“Siempre les digo a las pacientes que hay que preocuparse de la tiroides desde antes de embarazarse”, afirma Mosso, quien también es profesora jefe de programa de endocrinología UC e investigadora en el área de tiroides y embarazo. Las investigaciones lideradas por Mosso desde fines de los años 90 revelan que una de cada cinco mujeres chilenas en edad fértil presenta alguna disfunción tiroidea, cifra muy superior al promedio internacional.
La glándula tiroides, al ser un factor clave en la regulación del metabolismo, se vuelve aún más crítica en los primeros meses de gestación, cuando el embrión depende completamente de las hormonas tiroideas maternas para el desarrollo de su cerebro.
“Incluso antes de que una mujer sepa que está embarazada, su embrión ya necesita estas hormonas para procesos esenciales como la migración de células cerebrales”, explica la especialista. Por eso, sugiere que toda mujer que planee embarazarse se realice un chequeo tiroideo.
Dicha recomendación nace dado que, a pesar de que el hipotiroidismo es una enfermedad cubierta por el GES en Chile, muchas mujeres llegan al embarazo sin haber sido evaluadas previamente, lo que puede significar un riesgo para el desarrollo neurológico del feto
“Mujeres en edad fértil, si se quieren embarazar o piensan que pueden quedar embarazadas, deberían solicitar la medición de la hormona tiroidea, basta con la TSH”, enfatiza Mosso.
La recomendación, según explica la especialista, es que este examen se realice idealmente antes del embarazo, en mujeres que están planificando una gestación, pero también se puede hacer en el primer control prenatal.
“Hemos educado mucho a los ginecólogos y a las matronas para que puedan interpretar este examen, y comenzar el tratamiento lo antes posible si es que se detecta alguna disfunción”, añade.
Un tratamiento precoz puede marcar una diferencia crucial. Claudia Riedel complementa que, al ocurrir esta falta de tiroxina en un período temprano de la gestación, entre las 5 a 7 semanas de gestación, en períodos en que los test de embarazos aún no marcan positivo, pero donde el embrión ya se está formando y necesita las hormonas tiroideas para la migración de las células y la formación del cerebro.
La prevalencia en el país
Chile presenta una prevalencia alta de enfermedades tiroideas. Lorena Mosso ha identificado al menos tres factores que hacen que la enfermedad se manifieste con mayor fuerza en este lado del mundo: exceso histórico de yodo en la dieta, la alta tasa de obesidad en la población y la exposición a disruptores endocrinos.
“Durante décadas consumimos más yodo del necesario debido a la fortificación excesiva de la sal”, señala, agregando que la tiroides necesita yodo, pero en su justa medida. “Si le das mucho, se tranca, como un motor saturado de combustible”, ejemplifica.
El segundo factor es la obesidad, donde el país lidera varios récords. Según Mosso convierte al cuerpo en un entorno inflamatorio crónico. “Demostramos que las mujeres embarazadas con obesidad tienen más daño tiroideo, incluso mayor presencia de anticuerpos antitiroideos”, dice. Y el tercer elemento tiene que ver con el entorno: pesticidas, plásticos, herbicidas y otras toxinas que afectan el funcionamiento de todas las glándulas endocrinas.
Como se mencionó, las consecuencias de una disfunción tiroidea no tratada pueden ser graves, y en el caso del hipotiroidismo materno podría asociarse a trastornos del neurodesarrollo. La investigación que Riedel realiza junto a su equipo en la UNAB trata de entender qué es lo que está pasando cuando ocurre la HTX, para poder generar tratamientos y mejorar el sistema de detección que permite el monitoreo hacia un modelo más simple y eficaz.
Posibles caminos para avanzar
Las investigaciones de Riedel están sugiriendo que la baja de hormona durante la gestación podría estar provocando inflamación. “Nuestra hipótesis es mostrar si esta inflamación nosotros la podemos revertir y, de revertirlo, logramos prevenir el daño que genera la deficiencia de las hormonas tiroideas”.
De comprobar su teoría, se volvería más fácil para la prevención y el impacto en niños. Al mismo tiempo, la doctora Mosso lidera una investigación financiada que busca evaluar a mil mujeres embarazadas en Santiago. El objetivo: medir su función tiroidea, niveles de yodo, presencia de tóxicos ambientales y predisposición genética, para luego seguir a sus hijos durante su primer año de vida.
¿Qué se necesita para avanzar? “Educación, mucha educación”, dice Riedel. “Desde el personal médico hasta las pacientes”, aseverando que esta es una tarea mundial. Incluso en potencias como los Estados Unidos no se chequea sistemáticamente la falta de T4 al comienzo del embarazo. Para ella, es imprescindible que se incluya la medición en los controles prenatales y que se investigue más a fondo esta condición.
Una de sus hipótesis actuales, que comenzará a validar entre 2024 y 2027 gracias a un proyecto Fondecyt, es que la inflamación provocada por la deficiencia de T4 podría ser un blanco más fácil de tratar. “Si demostramos que se puede reducir esa inflamación, podríamos prevenir el daño neurológico. Sería un camino más directo que el monitoreo hormonal”, señala.
La investigadora se muestra optimista: “Estoy súper contenta con lo que estamos haciendo. Creo que vamos a poder tener una contribución real”.
Otra de las ideas que busca concretar su equipo es un prototipo de test casero, basado en una muestra de orina, que permitiría a las mujeres embarazadas monitorear su nivel de T4. Una herramienta que, de concretarse, podría transformar el cuidado prenatal y proteger el desarrollo neurológico de miles de niños antes incluso de nacer.
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