Me bastan un par de pequeñas entrevistas anteriores y esta larga llamada de WhatsApp para concluir dos cosas acerca de Abel Cárcamo: profesionalmente es un diseñador talentoso y apasionado; personalmente es un tipo amable, conversador, básicamente bueno. Él es de esas personas que se interesan por los idiomas, las costumbres y las vidas de los extranjeros que se le cruzan. Por eso es tan comprensible que no percibir el mismo interés en la gente del país al que emigró lo afectara. Se llama desarraigo, y algunos lo sufren más que otros.
Abel no se fue a París buscando mejores horizontes profesionales. Se casó con una francesa. “En Chile dentro de todo me iba bien, pero dejé todo. Empecé desde cero acá y después de un tiempo buscando maneras de retomar mi trabajo en diseño encontré el yeso, un material barato, flexible, muy manipulable, con muchas posibilidades de formas, de hacer cosas físicamente tangibles. Tomé unos cursos con escultores y aprendí la técnica, la primera fase; después aprendí a hacer moldes”, recuerda Abel.
Los escultores en los cursos de modelaje de yeso le explicaron que eventualmente podría hacer piezas de bronce. Guarden ese dato para más tarde. “Trabajaba en mi casa porque no tenía taller tampoco acá en París. No estaba muy bien emocionalmente. No hablaba el idioma; la cultura, la gente, era todo difícil. En agosto de 2018 llega David (su hermano arquitecto) y empieza a trabajar con un mexicano que tiene una oficina de arquitectura bien grande acá. En el tiempo que él tenía libre empezamos a hacer una colección de piezas en yeso”.
Cambio
Alrededor de ese mismo periodo, un día encontró un mensaje directo en su Instagram que decía: ‘Me encanta tu trabajo. ¿Nos podemos reunir?’. El remitente era un joven curador y art dealer francés. “Él me dio la primera oportunidad, nada menos que en Paris Design Week. El concepto era lo orgánico y tenía que presentar una mesa. Aproveché esa ocasión para mostrar lo que ya había hecho y esta nueva colección que hicimos con David. Fue bonito. A la gente le gustó, tuve buena recepción, pero después no hubo venta, no hubo nada”.
No olvidemos que además de su mujer, en Francia Abel no tenía a nadie.
En plena época de confinamientos en Europa recibió otro mensaje. Una galería llamada Scène Ouverte no podía esperar a que terminara la cuarentena para ver su obra. David ya había vuelto a Chile. “La vida a veces hace que te encuentres con gente simpática, gentil, que te da oportunidades. Una señora con la que había hecho un curso me permitió arrendar un taller al lado del suyo, a un precio que aquí en París es imposible. La galerista fue a ese taller y le encantaron la mesa, el taburete y todo el trabajo que habíamos hecho con David. Con ella expusimos en el Grand Palais en septiembre, en una feria que se llama Art Paris. Íbamos a otras muestras de diseño, pero todo se está cancelando por el Covid. Aquí es donde entra una galería que realmente dice ‘vamos a fabricar algunas piezas de esta colección en bronce como escultura final’. El yeso es bonito pero muy frágil. Para mí ese es un gran paso como diseñador, como creador”.
Producir en bronce es caro. Para Abel era un sueño lejano para el que estaba ahorrando, que se veía cumpliendo en un mínimo de cinco años hacia el futuro. Ahora las piezas de bronce están en proceso de desarrollarse, su trabajo está expuesto. Hoy no solo puede decir que lo representa una galería, lo represen tan dos. “Trabajo también con una galería con sedes en Nueva York y Londres, superbuena, que se llama Studio 27. Estamos produciendo piezas exclusivamente para las galerías: los galeristas hacen la inversión, yo fabrico en Francia series limitadas. No se van a fabricar más de cinco unidades”.
A veces también llegan al Instagram de Abel mensajes de latinos que se han instalado en Francia diciéndole ‘oye, me gustaría conocer tu taller’. Como es buena persona, él se reúne con ellos, les muestra su taller y comparte su experiencia. “No tengo una vida de lujos, pero tener una pareja de este país te hace la vida un poco más fácil que llegar solo y siendo latino. Estuve a punto de irme. Los franceses, la comida, todo me molestaba. La mezcla de gente y etnias acá es tanta que para ellos tú eres solo uno más. El trabajo del diseño es mi manera personal de resaltar entre toda esta gente. Aprovecho mi cultura latina porque sé que es lo que tengo para aportar”.
En el peor momento de su crisis de desarraigo Abel no dejaba la casa en ningún momento. Ni siquiera para intentar reencantarse con la ciudad paseando, yendo a los museos. Su mujer le dio un consejo: “Sal a trabajar, de lo que sea. Te va a hacer bien”. “Ni siquiera fue por el dinero. Me ayuda, pero en ese momento era una necesidad emocional. Encontré trabajo en un restaurante donde me dejan trabajar tres horas diarias por las mañanas. En la tarde me voy a mi taller y me quedo hasta las 7 u 8 haciendo lo que realmente me gusta. Por un lado, estoy haciendo mi trabajo libremente, me expreso como quiero a través de las formas y el material. Por el otro lado, hago un trabajo que no tiene nada que ver, pero me ayuda emocionalmente, me asegura una rutina y un dinero que siempre es necesario aquí. Y así, ¡a seguir!”.
Es muy bonito cuando nos juntamos y apoyamos. Abel hace sus cosas por su lado y yo las mías, pero al juntarnos hacemos una buena dupla. Es como muy poético eso de los hermanos trabajando juntos, como lo hacen los Campana en Sudamérica. Me parece interesante, pero no sé si es lo que cada uno de nosotros busca. Esto fue tan natural, que la mesa llegara a exposiciones, que le interesara a galeristas. Quizás pueden volver a surgir momentos así, pero tiene que ser naturalmente sin forzarlo.
dice David Cárcamo.
Desde el lado de David
Francia le dio a David un año para trabajar y tres meses más para quedarse como turista gracias a una visa work and holliday. Era bueno tener a su hermano allá, pero escogió ese país porque siempre había sido un anhelo suyo. “Él en diseño, yo en arquitectura, siempre hemos tenido una relación colaborativa; hablamos, filosofamos, nos reímos. De esos tiempos libres juntos salió esa mesa que se exhibió en Paris Design Week. En ella aprovechamos madera de pallets para hacer la estructura, el aglomerado actuó como el fierro en un hormigón y luego fuimos modelando a mano con el yeso”, recuerda David. Antes, en Chile, David ayudó a Abel a desarrollar técnicamente su lámpara de mimbre Cover y juntos diseñaron una mesa de metal que se llama Archaique.
Como arquitecto, en Chile David ha trabajado en proyectos como el estadio de Concepción, el Hilton que se construirá en Parque Arauco; otros de carácter público y varias viviendas familiares. En 2016 su proyecto de título fue premiado y pudo viajar a Marruecos, con una escala para encontrarse con Abel en España. Su paso por distintas oficinas chilenas y colaboraciones para propuestas en concursos se ha ido alternando con periodos en el extranjero; en este preciso instante David está en Carolina del Norte participando en un anteproyecto para un centro deportivo. www.abelcarcamo.com