En julio pasado se publicó "El estado del diseño industrial chileno y desafíos para su internacionalización", realizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile para ProChile, un documento que tiene la virtud de poner en papel e identificar lo que se sabe desde hace tanto. Es una síntesis del estado del arte, incorporando los mejores mercados a los que apuntar y los desafíos y potenciales del diseño de muebles y objetos de iluminación. En tres líneas dice que el diseño industrial nacional es casi inexistente, que las producciones son a pequeña escala, autoproducción, con mucho de oficio y artesanía (lo que encarece los costos). Que faltan competencias administrativas a la hora de definir costos, stock, poder responder a tiempo para comercializarse y exportar. Que hay que asociarse para participar en la creación de políticas públicas beneficiosas y que falta un "relato nacional", un discurso coherente que aglutine e identifique a las oficinas de diseño para salir al mundo, a los mejores mercados, señalados como EE.UU. en primer lugar y los vecinos México, Brasil y Argentina como segunda opción. Diseño chileno hay tanto, pero si hubiese que darle una vuelta más a este relato nacional ¿qué lo distinguiría? Por un lado está el uso de materiales locales, generalmente nobles; generalmente madera... tanta madera y un mix de factura a pulso, artesanal y tecnología usualmente 3D, láser. Pero hasta ahí podría tratarse del diseño de cualquier país, principalmente vecino, que adolecen también de industrias potentes. No es el material ni la tecnología lo que define a raja tabla. Por otro lado está la cuestión del uso y estética, y es ahí donde quizás se pueden rastrear mejor nuestros genes. Es sobrio y depurado, ya no se parece tanto a los vecinos más exuberantes brasileños o expresivos argentinos, como nos lo comentaba Fernando Campana en una entrevista pasada.
Bravo! o Matías Ruiz son ejemplos con buena vitrina internacional. También puede ser pesado, telúrico en su fuerte lazo a la tierra y la cordillera. Trufquén, de Raúl Hernández, que reúne alfarería y cristal soplado a boca; Estudio Basalto, que trabaja con descartes de piedra para crear Nimbo, sirven de ejemplos recientes. Y están también quienes experimentan desde la tecnología, como Pablo Ocqueteau diseñador industrial, que perseverantemente llegó a la mejor tecnología acústica posible para un parlante de arcilla, Mapuguaquén, cuya primera serie ya se vende por internet.
En fin, la lista es enorme, aquí mostramos solo 3 ejemplos, pero que tienen los ingredientes que nos parece sí pueden definirnos con una identidad fuerte chilena: le dan una vuelta de tuerca más al uso tradicional de los materiales locales, son más bien sustentables y profundizan en el proceso y la experimentación que de él nacen, le dan una y otra vuelta, que creemos es donde el diseño puede encontrar solidez y raíces.
Nicolás Hernández: Capas vegetales
El oficio, los detalles y las terminaciones son ejes en el lenguaje de este diseñador y orfebre con sede en Viña del Mar, que centra buena parte de su trabajo en la madera. Aquí también la experimentación y la búsqueda de la forma dan lugar a nuevos objetos de uso con una estética bien intrincada y novedosa, como sucede con los trabajos presentados en la última Semana de la Madera, Capas Vegetales, una serie que parte desde la pequeña escala de la joyería, y objetos de uso doméstico como Cuchillo, contenedores (Semilla), o las piezas creadas recientemente que profundizan en los juegos tradicionales chilenos como el emboque (Pewen) y la pirinola (Cono).
Refiriéndose a la joyería, dice: "Capas Vegetales es una colección de obras que surgen desde lo orgánico, inspirada en las formas de la flora nacional, la observación de piñones, semillas y frutos, sus imbricadas formas y patrones continuos. Están hechos "de sucesivas capas de madera de pino contrachapada, ensambladas y ordenadas cuidadosamente en una progresión que pareciera infinita y a la vez intrigante".
Tecnología de hoy, como el modelado 3D o el corte láser, y técnicas de orfebrería tradicionales o ensamblado artesanal van de la mano en el trabajo de Hernández, con un resultado lejos de lo obvio o esperado. nhorfebre.blogspot.com
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Barro pequeño: Del vaso a la ciudad
Son solo 3 obras, pero detrás de ellas y de esta muestra en el Cultural de Las Condes –que termina mañana– hay un ejército de personas. Una gran tribu, un modo de trabajo que se enriquece en el cruce de miradas desde experiencias y saberes diversos, desde lo netamente técnico hasta lo conceptual, como ya habíamos visto en la primera versión de Barro Pequeño, este colectivo que reúne diseño, arte y arquitectura, las disciplinas de sus fundadores. Entonces se trataba de 6 contenedores de arcilla pensados para niños. En esta oportunidad se suman a Francisco Lira, Abel Cárcamo y Marcela Undurraga, Paula de Solminihac, Ruth Krauskopf, María José Ibáñez y Ester Sjölin.
Descríbannos el proyecto
Marcela: Creo que posee la riqueza del carácter híbrido, haciendo converger temáticas y cuestionamientos que tienen que ver con la arquitectura, el diseño, el arte, el paisaje y la sociedad. Quisimos transparentar todo el proceso creativo también en esta segunda ocasión, con el desafío añadido de evolucionar la propuesta para mostrar el objeto considerando el contexto, elementos que nos rodean, la ciudad, los imaginarios.
Francisco: Nos interesa cómo nos enfrentamos a ese resultado, cómo fue nuestro camino para llegar hasta allá; qué aprendimos, qué reflexiones y preguntas nos hicimos y nos seguimos haciendo. Se basa en el espíritu de hacer, más que de querer ser, cómo con nuestros conocimientos entremezclados se pueden generar nuevas maneras de enfrentarse a un presente cada vez más alejado de lo importante. Un acercamiento más humano, hacia lo simple… lo que se ha perdido respecto a ciertas costumbres, el juego, el material… en este caso la cerámica y otros, como la madera. @barropequeno
Ángeles Tuca: Veta
Al estar apagada parece blanca; al encenderla se ve ocre y nacen a la luz del led cientos de texturas, variaciones de color de los surcos en la sal que dan nombre a esta lámpara; una lectura nueva para un objeto bien típico chileno en el que Ángeles Tuca reúne identidad local, sustentabilidad y técnicas ancestrales. "Todo partió con la idea de generar un producto que tuviera un uso mínimo de la madera, que está bien usarla, pero no abusar, porque... ¿nos hacemos cargo del ciclo de vida completo de los productos que diseñamos? Con la obtención de las materias primas hay que pensar igual: si vamos a usarlas, no talemos tanto bosque, tratemos de forestar, vamos a sacar piedras, roca, que no generan tanto daño, tratemos de ocupar esos materiales que están ahí y que son maravillosos, nuestros, locales y con mucha identidad", dice.
Cuenta que casi toda la sal de la Tierra fue a parar al mar cuando se generaron los continentes; que en Chile tenemos una veta, a unos 100 km de Iquique, y que la otra está en el Himalaya, y que lo bonito es justamente volver a la tierra, a lo biodegradable, sin dañar, "no le hace mal al planeta sacarla". Los descartes de momento los guarda, los usa para eliminar la maleza. Utiliza un mínimo de madera (certificada), que aquí hace las veces de soporte y aislante de la roca para sostener el sistema eléctrico. Trabaja con maquinaria básica y explica que el proceso es prácticamente el mismo de hace siglos. "Esto funciona con una forma milenaria de cortar piedras. Los incas hacían un agujero en la roca, metían una varilla de madera que al mojarse se hinchaba y explotaba guiando el corte. Entonces lo que yo hice, con el taladro de pedestal, es que la broca entra en la piedra, va haciendo un camino por donde se va a quebrar la piedra y luego con el cincel o la gubia le das un golpe y la piedra explota por donde generaste los surcos. Por eso se llama Veta, acusando esta analogía con el uso de la madera; sacarle veta a otros productos que también la tienen. El resultado visual es evidencia del proceso... uno no siempre decide cómo va a ser un objeto, lo vas viendo cuando vas experimentando. La forma nace ahí, el mismo material te va diciendo cómo va a ser el objeto".
Con la primera edición lista, Ángeles espera viajar a Iquique, escoger in situ los bloques y en verano tener la segunda camada de unas 20 piezas de Veta. tucadesign.com