Un nuevo mes del mar y llamo al abordaje. Sé que es canción conocida el hablar de la delicia única que tenemos en nuestras costas, pero será una pelea que no dejaré de dar. ¿Qué nos pasa que siempre hacemos lo mismo? ¿Qué pasa con la curiosidad innata del ser humano? ¿O al menos con la necesidad de cambio de menú?

Yo hoy les hablo a mis compañeros amantes de lo acuático. Celebro a esas personas que están en trance con las jaibas, los picorocos. Le cuento de una. Usted si tiene jaibas frescas cerca, las cocina en menos de 10 minutos –sí, sé que dicen que es más pero de verdad no es necesario–, hace una mayo casera y se da el patache más rico de todos con martillo en mano, babero o paño y punto. Para los picorocos no hay más que hacer que ponerlos todos paraditos en una fuente para el horno a cocinar hasta que se suelte la uña. Si anda cerca de parrilla, los pone y se olvida. Es la carne más celestial que hay y hasta viene con tacita incluida, porque ese jugo queda en el propio 'caparazón' de este singularísimo crustáceo. Si le quiere poner más color, haga una mantequilla con un poquito de vino blanco mezclado, algo de perejil, unas chalotas picadas y lo pone adentro de su hueco. Cocinarlos con eso es una maravilla.

Hay taaaanto más. Ni siquiera me he puesto a hablar de los pescados. Busquen de río, háganlos a la sal que es lo más fácil y quedan maravillosos. Pescados enteros que rellenan con todas las hojas que tengan frescas, algunas rodajas de limón, si quieren jengibre laminado y hasta un cachocabra. Hacen mezcla de sal marina con un poco de agua. Ponen una base de sal, después el pescado, después cubren con sal y ya está. Cola y cabeza afuera y unos 20 minutos al horno. Es poesía y perfecto para los pescados blancos. ¡¡¡Vamos por todo!!!