Yaara Nusboim / 2019
¿Con qué les gustaba jugar cuando chicos? ¿Cajas de cartón, muñecas, cubos? Mis primeros recuerdos son con frascos. A diferencia de la muñeca de fábrica, se convertían a la velocidad de la luz en cientos de personajes distintos con sombrero. Nadaban en el océano de mi alfombra, paseaban por el bosque de lápices, podían ser exploradores, doctores, científicos, ¡lo que quisiera!, porque no tenían cara ni vestuario. Solo una tapa por cabeza y hombros. Los amaba por eso.
¿Cuántas veces hemos escuchado que los niños prefieren jugar con la caja de un regalo que con su contenido? El principio es el mismo: a menos detalle; más diversión. Mientras más abstracto, mejor pueden proyectar sobre el objeto lo que imaginan, sus sueños, emociones, etc. Ese mismo principio es el que sustenta este trabajo de Yaara Nusboim. “Es una serie de juguetes terapéuticos diseñados para niños que tienen que lidiar con problemas emocionales. Hechos de madera de arce y silicona, representan el rango de las emociones que aparecen en terapia y les facilitan conectarse con su mundo interior”. Miedo, dolor, amor, vacío, rabia, seguridad, cada emoción está representada por un muñequito. El amor, por ejemplo, es la figura gordita redonda con una suerte de capita o collar rosado, acogedora como un abrazo de mamá.
La práctica de terapia de juego, si bien existía desde los años 30, hasta hoy se basaba en juguetes genéricos, explica, y no diseñados especialmente para terapia. Yaara, en cambio, trabajó con sicólogos infantiles y niños para definir sus juguetes, tan llamativos para que quieran jugar y tan abstractos para que puedan proyectar las historias que develarán los problemas que les aquejan. ¿Cuál escogerías tú?