40 mil plantas de 450 especies diferentes al interior de tres esferas transparentes es el ambiente en el que conviven los empleados de la última sede de Amazon, en pleno centro de Seattle. The Spheres es el nombre de esta innovadora construcción, que más parece un pedazo de selva que oficinas en medio de la ciudad.

La iniciativa de la compañía surgió basada en estudios que argumentan los beneficios de oficinas urbanas vinculadas a la naturaleza, enfocados a un mejor bienestar para sus trabajadores: aumento en la productividad, porque permite controlar de mejor manera el estrés; potencia la creatividad e, incluso, mejora la función cerebral. Aporta además positivismo, calma, energía… en definitiva, el diseño biofílico genera una arquitectura orientada a la felicidad.

"Nuestro objetivo era crear un lugar de reunión único donde los empleados pudieran colaborar e innovar juntos, y donde la comunidad de Seattle pudiera reunirse para experimentar la biodiversidad en el centro de la ciudad", dice John Schoettler, vicepresidente de Bienes Raíces e Instalaciones Globales de Amazon.

El diseño particular del edificio, proyectado por la compañía arquitectónica NBBJ, es un guiño a los invernaderos esféricos ubicados en distintas partes del mundo, como Kew Gardens en Londres, Mitchell Park Conservatory en Milwaukee, Wisconsin, y la Biosfera en Génova, Italia.

Su moderna estructura consta de módulos pentagonales alargados que aparecen 180 veces en las tres esferas. Al conectar cada ángulo del módulo a un centro, los arquitectos crearon un patrón fluido pero modular que se repite en todo el edificio. Dichos módulos fueron producidos por un fabricante de acero en el estado de Oregón, los que fueron enviados in situ a Seattle y se ensamblaron como un rompecabezas.

Un factor relevante que consideró el proyecto fue que las plantas necesitarían más luz del sol que la proporcionada por el clima de Seattle, similar al de Puerto Montt, por lo que el tipo de vidrio seleccionado para la fachada era importante. "Para ello escogimos un vidrio ultraclaro y de bajo consumo, con una capa intermedia de película para mantener alejadas las longitudes de onda infrarrojas que producen calor no deseado", explica John Savo, arquitecto director de NBBJ.

En relación a la humedad y mantenimiento del edificio con la inmensa diversidad de plantas seleccionadas de más de 50 países y casi todos los continentes, predominantemente de clima de bosques nubosos del mundo, John Savo aclara que las esferas no fueron concebidas como un invernadero y, por lo mismo, con la ayuda de varios expertos en horticultura, sistemas ambientales e iluminación fueron diseñadas para ser cómodas tanto para las plantas como para las personas durante las horas de trabajo.

"Por la noche la temperatura al interior disminuye y la humedad aumenta, por lo que las plantas experimentan un ciclo diurno completo diseñado para ayudarlas a prosperar. El medioambiente está completamente climatizado, por lo que se evita la condensación y se simplifica el mantenimiento", dice el director de la compañía arquitectónica.

Sobre la relación entre la arquitectura biofílica y sustentabilidad, el director de NBBJ considera que vivir en equilibrio con la naturaleza es un objetivo clave del diseño sostenible. "Creemos que la incorporación de la naturaleza y los sistemas naturales a la arquitectura contemporánea es esencial, especialmente en entornos urbanos densos", afirma.

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Del hight tek al rusticismo

Mientras algunas empresas se han movido hacia la tendencia de crear espacios interiores verdes que funcionan como un representante del exterior, Microsoft tiene algo único que la mayoría de las empresas ubicadas dentro de grandes áreas metropolitanas no tienen: un campus de 200 hectáreas enclavado en un bosque, como el sur de Chile.

En Redmond, a 40 minutos de las nuevas oficinas de Amazon, se encuentran las oficinas centrales de Microsoft. El campus es un conjunto de edificios corporativos con zonas verdes y zonas de descanso, pero puramente funcional. No obstante, en una nueva iniciativa, la compañía creada por Bill Gates decidió crear tres casas en un árbol, ideadas para relajarse, pensar y tener reuniones de manera más distendida.

Las motivaciones surgieron además de los distintos estudios científicos que avalan una gran conexión entre la exposición a espacios exteriores y el bienestar de la gente, gracias a una encuesta realizada a sus empleados preguntándoles cómo mejorar su entorno de laboral, y muchos de ellos pidieron poder trabajar más tiempo al aire libre.

"No necesitamos llevar la naturaleza a la urbanidad, estamos en ella. Está en nuestro patio trasero", comentó Bret Boulter, que trabaja en Real Estate & Facilities en el Campus de Microsoft y que lideró el proyecto.

¿A quién no le gustaría diseñar aplicaciones en pleno contacto con la naturaleza, al aire libre, bajo la luz del sol y el sonido de los pájaros?

Bueno, las casas en el árbol conectadas mediante pasarelas, creadas por el renombrado constructor Pete Nelson, del show de TV "Treehouse Masters" de Animal Planet, es uno de los nuevos espacios que ofrecen justamente eso.

Las instalaciones cuentan con una amplia red Wi-Fi exterior que permite a los empleados estar conectados tranquilamente y contiene una compuerta que revela fuentes de electricidad. Cada banca es resistente al clima, con sillas a prueba de óxido. Las superficies táctiles ayudan a navegar a la gente con ceguera o debilidad visual. Muchos materiales son locales o reciclados del sitio, que originalmente correspondía a un aserradero.

"Con el lugar de trabajo llevado al exterior y las reuniones rodeadas de follaje, los empleados han comenzado a descubrir cómo reimaginar la manera en la que el trabajo se ve. Mucha gente pregunta '¿dónde está el aire acondicionado?', y yo les digo, es una casa del árbol", mencionó Boulter, quien lideró el proyecto. "Queremos que la gente se desconecte de manera intencional, porque todo el día están sentados frente a sus pantallas".

Los edificios están hechos para flexionarse y expandirse conforme los árboles crezcan, y aunque se espera que duren por lo menos 20 años, comentó Boulter, tendrán un ciclo de vida finito, "como cualquier cosa viva".