Probablemente es la primera vez en la vida que podemos tomar conciencia y experimentar, más o menos, lo que siente un animal encerrado en su jaula reglamentaria de zoológico cada día de su vida. ¿Tremendo, no?
En este contexto del Covid-19, balcones y terrazas se han vuelto los grandes protagonistas de la arquitectura, el espacio de expresión individual, de conexión con la vida que ocurre afuera, con el mundo, cuando las libertades personales de movimiento se ven limitadas en favor del bien común y no se puede salir como quisiéramos. Como dice Nicolás Norero –que justamente por estos días realiza un taller sobre el tema para los alumnos de primer año de Arquitectura–, “tal vez uno de los fenómenos más interesantes es la vuelta al entendimiento del balcón como un espacio fundamental para la mayoría de las viviendas en altura; son m2 de alto valor. Es un lugar de intercambio y comunicación, un elemento fundamental en la mediación entre lo público y lo privado. Hemos visto cómo los italianos dan conciertos, se apoyan entre vecinos y hacen gimnasia juntos. Esto está pasando aquí en Chile también. De hecho, a unas pocas cuadras de mi edificio hay una persona que gentilmente todas las noches regala un concierto a los vecinos, siempre saca muchos aplausos”.
Antes y después del Covid: Me ves, no me ves
“Si pensamos en la evolución del balcón y su transición hacia la terraza hasta antes de la llegada de la pandemia, pasamos de entenderlo como un espacio donde si bien estamos en contacto con el exterior ojalá nadie nos vea y no tengamos que interactuar con nadie, a un espacio para comunicarnos. Volver a entender los balcones y terrazas como espacios para conectarse socialmente en distintas escalas es un desafío interesante; poner en valor los espacios intermedios de la vivienda y nuevas conexiones. Esto debería darnos por resultado nuevas maneras de agrupamiento de las viviendas, espacios intermedios entendidos como fundamentales y no como un remanente del proyecto. Este cambio debiera verse reflejado en cómo el mercado valora estos espacios”.
Ejemplo chileno
En nuestro país, dice Nicolás, este acceso al balcón corresponde a una pequeña porción de la ciudad. “El confinamiento, cuarentenas obligatorias y distancia social han intensificado nuestras realidades, y en consecuencia las diferencias han aumentado. La ausencia de estos espacios o la calidad de ellos ha aparecido con mayor nitidez. O sea, hoy día un buen balcón o terraza es un lujo. Esto pone en cuestionamiento la idea de densificación y planificación de nuestras ciudades, un poco lo que se está discutiendo en todo el mundo”.
Si bien la idea del balcón se asocia más a las ciudades europeas, pensemos en París, por ejemplo, y la arquitectur neoclásica, o los antiguos ‘palazzi’ italianos, en Chile, aunque más acostumbrados a las terrazas y sus proporciones mayores, también tenemos buenos ejemplos de este pequeño espacio para asomarnos a mirar el mundo.
Como explica Norero, uno de los mejores, que desarrolló esta idea de “manera bien magistral”, fue la oficina de Abraham Schapira y Raquel Eskenazi. “Tal vez en Chile ellos son quienes más trabajaron el balcón como un elemento, por un lado estético, pero que valoraba esta idea del intercambio. Tenían una claridad con el valor que le asignaban. Hay una serie de ellos en Viña del Mar y Santiago que son bien ejemplificadores, los mejores son entre los años 60 al 80”.
El libro “Schapira Eskenazi Arquitectos, obra cincuentenaria”, editado por ARQ Ediciones de la PUC en 2018, de Arturo Scheidegger e Ignacio García, abarca de 1950 al 2000, y da cuenta, en un recorrido histórico y estupendas imágenes de Felipe Ugalde, de este desarrollo y experimentación, dice Norero.
El balcón con estilo o estilos de balcón
¿Balcón o terraza? No es lo mismo. Más pequeño que aquella, los ha habido tan famosos en la literatura como el de la amada Julieta, de Shakespeare; el de la adulada Roxanne, del Cyrano de Bergerac de Rostand, o el de Rapunzel y sus largas trenzas. También imponentes y jerárquicos, como el del Palacio de Buckingham, desde el que se asoman la Reina y la realeza a saludar cada aniversario o boda a su devoto pueblo, o, en un ejemplo más cercano, el de La Moneda, donde nuestros deportistas destacados, desde Anita Lizana hasta los olímpicos Massú y González, se han asomado a saludar junto al Presidente de turno a la población orgullosa que los vitorea.
Nacido primero con una función jerárquica y ceremonial, Norero nos cuenta que aparecen primero en Persia y Egipto con un rol similar al del púlpito. Luego en Grecia y Roma mutan a una función más de esparcimiento. “Las logias en Grecia fueron muy populares, especialmente porque tenían un carácter público, también estaban en un lugar elevado y desde allí se tenía una mejor vista, por ejemplo, al foro. Por un lado era público y tenía esta condición de mejor vista”.
En la Edad Media su función se vuelve menos decorosa, pasando a ser muchas veces un seudobaño, al no contarse con sistemas de alcantarillado, y en el Renacimiento repuntan con todo su embellecimiento estético como una muestra del poder de sus propietarios, “siendo utilizados como elementos compositivos en las fachadas. Ahí hay varios ejemplos, los palacios renacentistas de Vasari, Bramante y los balcones de ciudades completas como Florencia en esta época son un gran ejemplo”.
Con la renovación de París a mediados del s. XIX, del barón Haussmann, dice, se articula “una nueva manera de relacionarse para los parisinos. La reforma mejora, entre otras cosas entonces, los servicios básicos de la ciudad y crea amplios bulevares con edificios fantásticos, de monumentales fachadas y balcones, que eran entendidos como un lugar para ver y ser vistos, de una manera bien teatral”.
Y por último el balcón moderno, como el que conocemos hoy, cero decorativismo, más práctico y reducido a lo esencial, que se ejemplifica claramente con los diseñados por la Bauhaus en Dessau. “Balcones extremadamente transparentes, básicamente una losa de hormigón que sale en volado desde el edificio, armado con una baranda metálica que protege. Es el cambio tecnológico, la utilización del hormigón armado que permite desarrollar este tipo de balcones”, dice Norero.
“Los balcones se han transformado también en los balcones de un teatro mayor, que es la ciudad, cuando todas las noches, por ejemplo, a las 9 salimos a dar nuestra gratitud y ánimo a las personas que trabajan en los distintos servicios de salud, reforzando esta idea de comunidad e intercambio”. Nicolás Norero, arquitecto