"Esto tengo que hacerlo ahora ya. Antes de tener que volver a preguntar a otra persona. Antes de tener que negociar mis planes". Algo así pasó por la mente de la diseñadora Sandra Gaete al verse separada y con ganas de un nuevo comienzo, uno bien placentero no solo para ella, también para sus dos hijos.

"En términos emocionales la casa es muy especial. Es la casa donde vivía mi suegra y, por supuesto, donde creció mi ex de toda la vida. Su padrastro es Carlos Altamirano, el artista plástico. Entonces en esa casa había mucha vida social, ya tenía mucha historia y mucha energía. La compramos cuando nació mi hijo mayor e hicimos la primera remodelación", contextualiza Sandra.

En realidad, en ese momento, más que la casa estaban comprando el entorno, especialmente la plaza que tienen enfrente.

"Hace dos años me separé y dije 'no me quedo viviendo acá. Esta casa tiene demasiada historia'; más allá de lo mucho que la quería. Le di muchas vueltas y como no encontré nada que me gustara, como seguía enamorada de la plaza y la ubicación, de tener a Skarmeta y a Gaspar Galaz de vecinos, pero también a dos viejitas de 80 años que cuidamos entre todos los vecinos; como no quería perder esta vida de barrio, dije 'Ok me cambio de casa, pero dentro de mi casa'".

Entonces remodeló e hizo espacios de acuerdo a su mayor necesidad, estar más cerca de sus hijos, una niña de 9 años y un niño de 11. Por supuesto requerían espacios comunes como en cualquier casa, pero cada uno quería también darse un gusto. "En la mitad del living hay una tela colgando. Es porque mi hija llega del colegio y está todo el día colgada. Ella la ocupa todo el tiempo. Mi hijo se apoderó de la salita y me pidió un lugar especial para poner sus Legos. Antes mi pieza era la más chica y oscura de la casa. El gusto que me di yo fue convertir el espacio subutilizado donde estaba el taller en la pieza principal. Quería sentir que estaba en un hotel en el día a día. También era importante tener una casa acogedora para poder invitar y estar cuidando a mis niños. Es algo que hacemos harto, los niños y yo. Es una casa para compartir con la familia y los amigos, que convoca mucha gente".

Es un traje a la medida que hicieron con el arquitecto Miguel Bustos. En esta casa había vivido 10 años y la frecuentó 10 años más antes, pololeando con su exmarido. La conocía tan bien que pudo aportar en el proceso, indicando dónde estaban las mejores luces, qué espacios eran los de mayor uso. Bustos interpretó todo eso muy bien e hizo propuestas para mejorar el proyecto. Aunque la casa fundamentalmente se remodeló, toda la gente que la conocía de antes piensa que sufrió una ampliación.

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Expansiva

Por toda la casa de Sandra Gaete están muy presentes los objetos que resultan de su trabajo. Por un lado, todas las estanterías están llenas de libros, muchos de ellos diseñados por ella. "Siempre fui diseñadora editorial y cuando me separé quería estar más tiempo con los niños y quería hacer una pega menos ingrata que la editorial, dejar de pelear con las imprentas y los egos de los diseñadores y autores. Sigo haciendo libros pero tomo solo los encargos que me gustan". En ese mismo momento apareció la oportunidad de trabajar con su amiga Paz Gaete, la dueña de Alfombras Wool. "Ella me abrió las puertas, nos pusimos a trabajar juntas y ha sido una sinergia superbuena. Ahora estamos con Wool más La Blanquería, con una tienda maravillosa; esto sigue creciendo. Ha sido una época muy expansiva".

La dupla tras Wool está profundamente interesada en la colaboración con artistas y diseñadores chilenos; al menos dos veces al año se involucran en proyectos de estas características. "Nos encanta verlos enfrentarse a un formato distinto, como pasa Francisca Benedetti de la acuarela a una alfombra o Mr. William Draw, que hace ilustración de moda. Les enseñas el oficio de las posibilidades de color y tamaño y traducimos en conjunto su trabajo en una alfombra". @alfombraswool