Brasilia la utópica
El pasado 22 de abril la capital de Brasil celebró sus primeros 50 años de existencia en medio de festejos populares y crisis políticas. Invitados por el Instituto de Turismo Brasileño, Embratur, tuvimos la oportunidad de recorrerla y descubrir la vida que corre bajo sus pulcras avenidas y cuidados jardines.


Lo primero que llama la atención cuando uno aterriza en el Aeropuerto Internacional Presidente Juscelino Kubitschek es la modernidad del edificio, en todo sentido, en el uso de los materiales, la concepción de los espacios, el flujo de los usuarios, etc., y son estasmismas características las que se repiten transformándose en una constante, desde casi cualquier ángulo, construcciones o avenidas que conforman esta ciudad.
Diseñada en un tablero de dibujo, queda claro que aquí no ha habido un crecimiento orgánico –característica típica de las ciudades que van progresando de acuerdo con sus necesidades–; por el contrario, aquí nada fue dejado al azar y hasta hoy los únicos nuevos edificios que se han agregado son los diseñados por Oscar Niemeyer que formaban parte inicial del Plan Piloto.
Pensada como un gran pájaro, la ciudad abre sus alas al lago Paranoá. Una gran explanada norte/sur sirve de eje para la mayoría de los edificios gubernamentales ubicados en sucesión:ministerios, palacios de gobierno, de justicia, de relaciones exteriores, y Senado, para rematar en la Plaza de Los Tres Poderes, algo que definitivamente impacta.
:los que firmaron
Pensada casi en su totalidad por un puñado de artistas, Brasilia presenta una coherencia difícil de encontrar en otro lugar delmundo. Con un urbanismo limpio, de anchísimas avenidas, concebido por Lucio Costa y cuya arquitectura monumental pero llena de curvas es obra del mismísimo Niemeyer. El paisajismo geométrico de Roberto Burle Marx, el mismo que inventó la sinuosa vereda de Copacabana, llega para cerrar esta tríada de grandes nombres que quisieron imprimir en la ciudad la teoría de libre circulación, razón por la que casi no existen límites físicos, rejas o desnivelesmarcados y la vista logra perderse en el infinito, abarcando casi todo. Además, con un poco de paciencia y esfuerzo, a pie también se puede circular por ella, aunque claramente no está pensada para eso, cuestión avalada por su tasa de autos por adultos, que es la más grande de Brasil, casi 1 a 1.

Los edificios residenciales, por su parte, se ubican en el eje este/oeste, en grupos de 11, en las denominadas supercuadras, unidades autónomas con colegios, comercio, iglesia, unidad médica, jardín infantil, librería y teatro, en resumen, todo lo que uno puede necesitar sin recorrer grandes distancias. Principios asociados a las ideas socialistas en boga al momento de su planificación –en la misma época Le Corbusier levantaba Chandigarh en India– y que hoy se han ido diluyendo por el camino que finalmente tomó esta urbe.
Recorriendo un poco más y saliendo de los circuitos oficiales se descubre la otra cara, la menos estructurada, la que lo pasa bien y disfruta de su altos ingresos (por lejos los más alto de Brasil), pero también empieza a escucharse de la Brasilia periférica, la que no se ve y que ha crecido de forma espontánea, en gran parte por la fuerte inmigración de mano de obra que llegó a construir la capital, 60 mil obreros, que en tan sólo cuatro años levantaron el sueño de Kubitschek, transformando en realidad su lema “50 años de progreso en 5 años de trabajo”.
Quizás faltan aún 50 años más para que la Brasilia rica y cosmopolita, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se funda con la pobre y proletaria, para transformarse en un todo, con lo bueno y lo malo, como tienen que ser las ciudades reales. Figuras escultóricas y grandes espacios caracterizan la arquitectura de esta ciudad.
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