“La pieza nació en un evento, ‘Conguillío inspira’, que se hace en febrero en el parque. Fue una cosa planeada, me dediqué a crearla. En vez de llevar un cuaderno para ir haciendo bosquejos, busqué palabras claves: comunidad, compartir. Justo estaba en esa época el tema del agua con las hidroeléctricas en la zona, entonces nacieron las palabras y de ahí fui sacando la forma de la pieza”. Así relata Alfonso Moya la génesis de esta obra, Sello de Excelencia a la Artesanía Chile 2019.
Si bien es un objeto de uso cotidiano, Cantarito del Llaima es, por la belleza de sus formas y la poesía que la inspira, una pequeña escultura en madera que abraza en sí toda la fuerza sublime de la naturaleza en La Araucanía.
Es una gota de agua que se volvió coigüe. Perfecta en la suavidad de sus curvas, en las proporciones de volumen y vacío que realzan la belleza de las vetas de la madera.
La punta la hereda del Llaima, el volcán poderoso que desde lo alto domina gran parte del Parque Nacional Conguillío. La abertura para acoger el agua dentro del cantarito, en cambio, representa la silueta suave del lago homónimo.
De formas cuidadas y delicadas, Llaima “es un contenedor de agua y vida”, porque está pensado como un objeto comunitario, para compartir el mate o para verter y convidar los líquidos que resguarda, encauzados por su graciosa cumbre, tal como corren las aguas desde nuestra amada cordillera serpenteando vivaces hacia el mar.
“Es coigüe, lo utilizo porque es una madera mucho más dura y por eso resistente. Lo recolecto en la orilla de los ríos, los lagos, o bien son trozos que quedan botados en el bosque, por eso tiene una diversidad impresionante de colores”.