Esta es una casa/taller. Al ritmo del canto de los pájaros, del silencio abrupto de la noche y, luego, el del amanecer, el artista Mariano Botas (48) encontró este lugar después de mucho tiempo, cuando tenía que ser. Se mudó aquí primero para usarlo medio tiempo como taller, y luego, enamorado del espacio, se quedó hasta el día de hoy para dormir y pasar sus días mientras pinta, imagina y abre su corazón a la pintura.

A los pies de la montaña en algún lugar de Santiago, Mariano tuvo la suerte de instalarse en esta casa/taller hace dos años y pintar, pintar, pintar. También compartir con sus hijos menores, quienes también pintan pajaritos tiernos tipo Van Gogh.

Es un espacio abierto, luminoso, precioso, blanco, estampado de la obra de Mariano, la que lleva desarrollando hace unos 9 años –aunque su afición por la pintura partió de chico–. No es una cuestión de amor propio, "recuerda que este es también mi taller", recalca el artista. En el primer piso está el lugar donde trabaja, una especie de living o sala de estar que remata a un costado con una cocina abierta, el corazón de la casa. Allí todo pasa, las risas, conversaciones, donde se escucha música a todo volumen –por cierto, mucho rock argentino; Mariano es argentino y lleva ese gusto en la sangre–. Todo está revestido en madera pintada blanca, se ven algunas vigas que sostienen la estructura de la casa, libreros; momentos de la vida de Botas encapsulados en esta 'máquina' creativa. "Esta casa la busqué como taller y finalmente decidí vivir acá. Es de adobe. No le hice nada, los marcos de las ventanas, los colores, todo estaba ahí, puro mérito de los dueños. El espacio vacío es alucinante… Son rastros de momentos que gatillan creación, para qué más. Aquí me siento un privilegiado día a día", detalla el artista.

[gallery ids="35202,35209,35201,35208,35203,35211,35206,35210,35205,35204,35207" link="file"]

Su próximo trabajo

Mariano está preparando una muestra individual para el final del invierno (30 de agosto) en la Galería La Sala. Su obra es una constante búsqueda de la figura humana como punto neurálgico de las emociones con la exploración del color, vibrante, por cierto. "Soy paisajista de la pintura, así me defino y me hace mucho sentido. Busco ambientes donde armo relatos que nos describen como especie. El color me cuesta un montón, aunque mis obras son supercoloridas (dicen), pero sí, me cuesta un montón. Me gusta el color, me gusta verlo pero me dificulta hacerlo (…) El proceso de lo nuevo; yo creo que estos paisajes que estoy armando son un poquito más despojados y más calmos de color, más sobrios. Porque hubo antes una explosión de color, en esta exploración y aprendizaje, y ahora quiero moderarlo, ser más acotado con los colores, trabajar solo con lo justo, por ejemplo. ¿Será que estoy madurando? (ríe) Antes era como saltar en un paracaídas, ahora estoy más sobrio y los colores se ecualizan". marianobotas.com