La ‘casa pasiva’ es un término acuñado a principios de la década de los 80. Su significado es simplemente aprovechar las ventajas que el clima ofrece a la arquitectura, así como también proteger de las desventajas del clima para mantener la temperatura ideal de confort que el cuerpo humano necesita: alrededor de 20 °C. Sin embargo, ya en la Antigua Grecia las edificaciones planteaban los principios de una casa ‘pasiva’ a través de la arquitectura solar, la cual consistía en comprender que la altura del sol variaba a lo largo de las estaciones, y que por ende la inclinación de los rayos solares variaba dependiendo de la estación del año. Dos aspectos caracterizaban estas construcciones: el diseño del propio edificio (la proporción del pórtico) y su relación con el edificio contiguo. La casa con patio central resolvía ambos aspectos: el edificio de enfrente es la propia entrada de la casa. Por otra parte, el orden urbano consideraba una disposición inteligente. De ahí que la trama de calles se orientara de este a oeste en las ciudades griegas.La expresión de ‘pasivo’ se usa para definir el principio de captación, almacenamiento y distribución capaz de funcionar solos, sin aportaciones de energía exterior y que implica sencillas técnicas.
La arquitecta Macarena Langlois, diplomada de Arquitectura Sustentable UC, explica que la orientación óptima es el norte, porque es donde podemos ‘captar’ la mayor cantidad de radiación solar en invierno. Si se hace una captación simple al norte (considerando que nuestra ubicación es Chile), estamos maximizando los aportes solares y además produciendo un ‘efecto invernadero’, donde los rayos solares que atraviesan el cristal cambian de longitud de onda al interior y no pueden salir por el vidrio, produciéndose una trampa de calor, lo que hace elevar la temperatura interior. Esta simple acción de captación -recalca- significa un gran ahorro de calefacción en invierno, a través de la calefacción solar.
La calefacción pasiva requiere de 4 estrategias: captación solar, almacenamiento, distribución y conservación (aislación térmica de la envolvente).
Otro elemento clave es poder captar la energía al interior de una construcción. ¿Cómo? Tener elementos macizos expuestos a la radiación solar directa es una alternativa, como pavimentos de piedra, mármol, hormigón o piedra pizarra que tienen la capacidad de almacenar la energía captada y restituirla cuando la temperatura disminuye.
La ventilación cruzada, que debe privilegiarse en un sistema pasivo para distribuir la energía, ocurre por la diferencia de presión y por la diferencia de temperatura. “Por termodinámica sabemos que las masas de aire caliente se mueven hacia las masas de aire frío y que el aire caliente tiende a subir por ser más liviano, entonces hay que tratar de desplazar por el interior del edificio las masas de aire caliente, de modo de ir distribuyendo el calor hacia los distintos recintos”, dice Langlois. La ventilación cruzada ocurre cuando se crean aberturas en caras opuestas y con zonas de alta y baja presión.
La aislación térmica es fundamental para conservar la energía en el edificio y otorgar el confort térmico necesario. Una manera clara de explicarlo es pensar que la envolvente del volumen que debe existir de manera continua debe ser como un chaleco que se le pone a la construcción. Mientras más continuos, hay menos pérdidas de calor. Claramente en este punto hay que resolver las pérdidas de calor, que se dan principalmente en muros, cubierta y ventanas, sin dejar, por ejemplo, puentes térmicos.
Para el clima de Santiago la recomendación es aislar térmicamente la vivienda por el exterior. Javier del Río, arquitecto asesor en ahorro de energía, sostiene que en cuanto a aislaciones de muros, tanto para casas nuevas y viejas, lo ideal es agregarlas al muro. Por dentro, con Poligyp, y por fuera, productos Eurotec. Ambos son materiales con poliestireno expandido en planchas (el preferido por su conductividad térmica o capacidad de conducción del calor a través del mismo), y mientras más grueso sean, mejor. Ahora si la casa es nueva y de estructura de madera o metálica, la aislación se coloca dentro del muro mismo. Las anteriores se hacen pegando las planchas al muro, por dentro o por fuera.
Para techos, Del Río admite que es un poco más fácil. Tiene mayores alternativas debido a que siempre hay espacio para colocarlos (entretechos). En este caso se pueden usar: poliestireno expandido en planchas, poliuretano expandido proyectado (este se aplica como spray, es el mejor pues queda totalmente sellado y es el más caro), y lanas minerales o fibras de vidrio en rollos (ejemplo, Aislan).
Los puentes térmicos con una fachada de construcción tradicional pueden perder por calor hasta un 20% de la energía total de la casa.
“Con eso se aprovecha la masa térmica del muro de hormigón o albañilería por el interior como acumulador de energía. Lo óptimo es colocar un sistema de aislación rígida tipo EIFS por el exterior. Con un espesor de 4 cm para el clima de Santiago significa un buen desempeño térmico.
Este criterio es muy exigente en países como Suiza o Alemania, donde el sello Minergie exige que la envolvente de una edificación tenga un valor U de transmitancia térmica de 0,3 Whm2K en toda la envolvente del edificio. Esto significa espesores de aislación de alrededor de 20 cm.
Alemania tiene el sello de vivienda pasiva Habitat Passif, que exige triple vidriado en las ventanas y un consumo de 15 kwh/m² año”, recalca Macarena Langlois.