Si hoy existen 2,8 millones de adultos mayores de 60 años en Chile, la proyección señala que para 2030 existirán más de 4,5 millones, mientras que en 2050 serán 6,9 millones.
Esta nueva realidad demográfica, con una población que envejece aceleradamente, con expectativas de vida de 83 años para las mujeres y 78 para los hombres, según datos recogidos por el INE, sumado a la condición de soledad y actualmente al aislamiento al que se han visto sometidos por la pandemia, hace necesario revisar la calidad con la cual se están viviendo los años ganados y preguntarnos ¿qué queremos proyectar para ese futuro que a todos nos llegará?
Como solución a este contexto que enfrentamos a nivel global aparece el modelo residencial basado en el cohousing, que se inició en Dinamarca en la década de los 70 y fue reproduciéndose en otros países de Europa. Estas comunidades intencionales de cohousing o viviendas colaborativas son una alternativa donde se pueden encontrar los elementos de los barrios tradicionales: familia, comunidad y sentido de pertenencia, conceptos tan ausentes y olvidados en las sociedades modernas.
Existen comunidades intergeneracionales en las que residen armónicamente familias jóvenes con hijos pequeños, adultos de mediana edad y personas mayores en proporciones diferentes. También están las comunidades de senior cohousing, pensadas exclusivamente para personas desde 60 años. A diferencia de un servicio de residencia, que es como un hotel, donde lo único íntimo es la habitación, en un conjunto de cohousing cada uno tiene su unidad, su pequeña cocina, a lo que se suman espacios compartidos muchos más generosos que los edificios tradicionales, donde el comedor es el punto de encuentro. “Pero las más recomendables son las intergeneracionales, porque el cuidado de los adultos mayores no queda a cargo de una administración, sino que de sus mismos parientes. Es un poco más complejo porque hay que saber compatibilizar los distintos intereses de edades, pero es más recomendable porque se genera mayor interacción. Es un círculo social virtuoso”, dice Juan Pablo Urrutia, académico de U. Chile, investigador en cohousing.
Brechas y desafíos
Fundación Cohousing Chile es uno de los actores fundamentales desde la sociedad civil en impulsar este tipo de proyectos en Chile, a través de diversas iniciativas, poniendo en la discusión un cambio de giro en la política pública de propiedad al acceso a la vivienda, como existe en distintos países europeos. “En Europa en prácticamente todos los países tienen políticas de acceso. Acceder a través del Estado en asociación con privados, normalmente sin fines de lucro, o exclusivamente con inmobiliarias, genera soluciones de viviendas que son arrendadas. Y el concepto de arrendamiento justo, es decir que el precio sea adecuado a los niveles de ingreso de la tercera edad. Otra brecha es la integración: las políticas de vivienda en Inglaterra obligan a que los proyectos inmobiliarios, incluso privados, tengan un 25% de integración, con el propósito de ocupar mejor el espacio”, explica Felipe Sáez, presidente de Fundación Cohousing Chile.
Experiencia internacional
El arquitecto chileno Jorge Eguiguren, radicado en Inglaterra hace 25 años, especializado en proyectos habitacionales para mayores de 60 años, estuvo de visita en Chile en enero de este año junto a Lord Richard Best, experto inglés en políticas públicas habitacionales para la tercera edad, quien preside el Comité de Vivienda y Cuidado del Adulto Mayor del Parlamento británico, en el encuentro internacional Desafíos Actuales de Co-Residencia para Adultos Mayores”, organizado por la Universidad de Chile en conjunto con la Fundación Cohousing Chile. En la oportunidad se refirió a la importancia de lidiar con la soledad de adultos mayores, con espacios comunitarios de convivencia que en este contexto de aislamiento social se han vuelto esenciales. “Los beneficios de compartir en comunidad son categóricos: tras 18 meses de vivir en estos espacios comunitarios la tendencia a la depresión bajó en un 64,3%; en 12 meses se redujeron en un 38% los costos en remedios y disminuyeron en un 46% las visitas a médicos”, reafirma el arquitecto para MásDeco desde su residencia en Worcester. Misma ciudad donde se encuentra la sede de KKE Architects, el estudio que fundó junto a su socio inglés Phil Kavanagh, en 2005, y que se dedica principalmente a proyectar hospicios, que son complejos habitacionales para tratamientos paliativos en la tercera edad.
Con esta base, el estudio incursionó hace un par de años en las residencias cohousing bajo modalidad de vivienda social y en otro proyecto que se encuentra actualmente en construcción, desarrollado por una inmobiliaria privada. El primero corresponde a un edificio construido para el St. John’s Hospital, una organización benéfica, que forma parte de las llamadas Almshouses, por el que recibieron el premio Vivienda del Año de Architects’ Journal 2018. “En Inglaterra existen más de dos mil de estas fundaciones católicas, sin fines de lucro, donde viven 30 mil ancianos, dignamente, que comparten en comunidad”, dice Jorge Eguiguren. Lo que hizo el estudio fue hacer una comunidad de 18 departamentos en torno a un patio central, que convive con el edificio original cimentado en 1482. Este edificio, además, está diseñado siguiendo los principios de construcción pasiva, lo que se traduce en un alto nivel de confort térmico y luz natural, garantizando bajo gasto energético.
Como segunda experiencia el arquitecto cuenta que está trabajando para la Municipalidad de Bristol, el Extra Care Housing, de integración intergeneracional. “Es un edificio con departamentos para la tercera edad, pero un porcentaje está dedicado a jóvenes universitarios. La idea es que tengan acceso a vivienda social subvencionada a cambio de integrarse al sistema, contribuyendo con tiempo dedicado a los mayores”, dice Jorge Eguiguren.
En Francia es donde aparecen los primeros programas como políticas públicas para vincular adultos mayores y jóvenes estudiantes, cuenta el académico de la U. Chile Juan Pablo Urrutia. “Esto se da en una población de adulto mayor que vive sola en departamentos amplios en áreas residenciales muy centrales, podríamos decir Santiago centro, Providencia o Ñuñoa, mientras que hay amplio número de jóvenes profesionales que están estudiando que vienen de regiones o de otras comunas más alejadas y que necesitan vivir más en el centro. Entonces lo que se hizo en Francia es un programa como cualquier sistema de arrendamiento en que jóvenes y adultos mayores se eligen mutuamente y así el estudiante encuentra un lugar más barato y aprovecha de cuidar y acompañar a esa persona”, explica.
Soluciones alternativas
En Chile aún no existe ningún ejemplo de cohousing enfocado al adulto mayor. La situación que se da a distintas escalas va desde los que viven solos en departamentos, muchas veces con problemas de autovalencia y falta de asistencia; los más vulnerables, que terminan en asilos de ancianos y, por último, las residencias de lujo de difícil acceso, además de ser poco inclusivas, por no aceptar personas con problemas de movilidad.
El cohousing es un modelo que ha logrado salir adelante porque tiene un sistema integral en que hay financiamiento y propiedad colectiva. No es propiedad, ni tampoco es arriendo, sino que es un derecho individual de uso sobre la propiedad de una cooperativa. “Es una propiedad colectiva, sobre la cual se adquiere un derecho. Las cooperativas en general apuntan a un modelo de solidaridad social de apoyo mutuo interno y permiten precios más bajos o viviendas más grandes, por las economías de escala, por el hecho de que se estén asociando más personas con la ayuda mutua y la autogestión, porque incluso la misma gente participa en construir”.
Para Juan Carlos Sáez existe una diferencia importante cuando son comunidades no intencionales, ya que la relación de la comunidad que vive ahí puede ser conflictiva. “El cohousing es una invitación para que las personas sean proactivas en la creación de su propio bienestar para la última etapa de su vida, por eso la distinción de comunidades intencionales. Esto parte con las personas antes que el edificio o la casa. Cómo: nosotros como grupo queremos hacer un proyecto participativo y colaborativo para acompañarnos el resto de la vida”.
“En Chile no tenemos cohousing y como desafío para 2021 deberíamos tener nuestro primer proyecto en carpeta para financiamiento, que debiera construirse de aquí a 3 años más”
Fundación Cohousing Chile
Bondades del allegamiento
El modelo más cercano en nuestro país donde se produce la corresidencia entre adultos mayores y familiares, que no es un modelo de política, sino de facto, es el allegamiento. La gente que está allegada en el patio trasero muchas veces son familiares, amigos y arman una vida en comunidad. Es una forma de vida cooperativa y lo que se gana es tener cuidado compartido de niños, presupuestos de alimentación y construcción colectiva de una vivienda.
“La respuesta de adultos mayores que optan por vivir bajo este formato teniendo la posibilidad de irse a vivir a otro lugar, es por la compañía y porque se sienten útiles, pueden criar a sus nietos y permitir que sus hijos salgan a trabajar. Hay un montón de dimensiones emocionales que hacen que opten por este sistema de vida en comunidad, y el cohousing aparece como una solución ideal, porque se mantienen las ventajas de la dimensión social de allegamiento, pero con un diseño apropiado para eso”, explica Javier Ruiz-Tagle.
Desde el 2015 el Minvu impulsó una solución enfocada en mejorar la situación de allegamiento con el programa Pequeños Condominios en Peñalolén, que consiste en unidades habitacionales para un mismo grupo familiar, pero que tengan más de un núcleo. “Una muy buena iniciativa, pero a la fecha se han construido dos en cinco años, porque es un cambio de mentalidad al que la gente, la industria de la construcción y los arquitectos no están acostumbrados”, señala Juan Pablo Urrutia, investigador en viviendas cohousing.
Tomando el concepto de corresidencia o microrradicación, este programa lo que hace es que en ese mismo terreno donde viven entre 2 y 3 familias en condiciones de hacinamiento se construyen 2 y 3 viviendas eficientes y con un buen estándar, en terrenos de 9 x 18 metros. “El primer proyecto fue Siempre Unidos, de 7 condominios de 16 casas; son entre 2 y 3 casas por terreno, y ahora estamos construyendo Juntos, pero No Revueltos, con otros 14 departamentos en 6 condominios de 2 y 3 departamentos por sitio, donde el primer piso lo destinamos a los adultos mayores, y el segundo y tercer piso para cada hijo con sus familias respectivas”, señala Gabriel Lagos, director ejecutivo de la constructora Consolida, a cargo del proyecto.
Para ampliar la alternativa en Chile hay que aprender de distintas estrategias alrededor del mundo respecto a los sistemas de cooperativas y cohousing, en que el Estado a través de los municipios es propietario del suelo y lo que se construye sobre ese terreno es propiedad de una cooperativa. “Se divide la propiedad y eso hace que sea mucho más barato porque la mayor carga, que es el suelo, ya está capitalizado. Y lo otro está financiado con aportes propios, con créditos hipotecarios eventualmente, o con inversiones sobre el patrimonio de otra cooperativa. Hay bastantes mecanismos para lograrlo, pero hay que ampliarse a pensar en más maneras y que pueda llegar a más personas de manera masiva”, señala Javier Ruiz-Tagle.