“Siempre he tenido la inquietud sobre la historia de los antepasados, me gusta mucho indagar… desde chica le preguntaba a mi ‘oma’ cómo vivían ellos antiguamente. Y cuando me casé, con mi marido compartíamos ese mismo interés. Antes de construirnos esta casa nos entusiasmó la idea de comprar materiales de viviendas que se demolían. Que eran como joyas de la corona, buenas maderas, pilastras, marcos de madera, que iban relatando un poco el paso del tiempo y de cómo había avanzado el diseño acá en el Sur también”, cuenta Andrea Kuschel, artista autodidacta.
Así fue como tablas de madera de un colegio de monjas en Puerto Montt construido hace más de 100 años, postes de luz de principios del siglo XX, puertas de demolición, cenefas de lata de un antiguo colegio jesuita, tejuelas de alerce de una casa de Chiloé, una baranda de fierro antigua y hasta una escalera fueron conviviendo, primero, en una bodega y luego, cuando el espacio no fue suficiente, en un container.
Darle cabida a cada una de esas piezas en el proyecto fue el desafío que sortearon las arquitectas María Laura Cristi y Tamara Rammsy, de Tramarquitectura. Una tarea nada fácil, pero que a través de un diálogo constante y creativo dio forma al diseño, la distribución y el interiorismo de esta singular arquitectura. De allí brota esta obra heterogénea, íntimamente vinculada a la tradición de la zona, al paisaje y la creatividad e impulso de sus propietarios.
Las ideas
Entre los requerimientos estaba la idea de un galpón a dos aguas en dos pisos y un zócalo que priorizara las vistas del entorno, el asoleamiento y la versatilidad de los espacios interiores. Bajo esa premisa se proyectó un volumen alargado, forma que surge como inspiración del granero, construcción vernacular de la zona. Otra demanda de los propietarios, que coincidió con la propuesta de las arquitectas, era respetar la geografía del paisaje, lo que se tradujo en la adaptación del diseño a la pendiente del terreno.
La casa, de 200 metros cuadrados, da la sensación de contener una mayor superficie, gracias a la doble altura y transparencia que se proyectó en los espacios públicos y la incorporación de un jardín de invierno. “El winter garden cumple un rol de articulador y es el pulmón de la casa, logrando un efecto invernadero que se agradece sobre todo en los largos meses de frío acá en Puerto Varas”, agrega la arquitecta Tamara Rammsy.
La experimentación y combinación de distintos materiales, nuevos y reciclados, son reveladores desde sus disímiles fachadas. Al revestimiento metálico gris azulado de Hunter Douglas se le sumó una doble piel en las caras norte, oriente y sur, compuesta de tejuelas de alerce recicladas instaladas en forma diagonal. “En las distintas demoliciones compré fardos de tejuelas de alerce y, googleando casas, en Holanda vi algo parecido y las arquitectas me compraron la idea, porque además le da movimiento a la casa”, cuenta la dueña.
A todo el ecléctico recorrido se incorporan cuadros de Andrea, que evidencian una clara analogía con la casa, hechos con despuntes de las mismas maderas utilizadas para la construcción y otros materiales en desuso que incorpora a sus composiciones tipo collage.
www.tramarquitectura.cl / @tamara.rammsy
Ideas que inspiran. Una casa cuya materialidad recolecta la historia y nobleza de otros edificios que cayeron.