"Bajo Sospecha", presentada en 1998, fue una de las obras más emblemáticas de Bernardo Oyarzún, el artista visual, licenciado en arte de la Universidad de Chile, que ha realizado casi una veintena de exposiciones individuales tanto en Chile como en el extranjero, además de participar en treinta exposiciones internacionales en las que se incluyen doce bienales de arte. Pero, sin duda, este año su obra "Werken", presentada en la 57ª Bienal de Venecia, marcó un hito dentro de su carrera y el mundo se rindió frente a mil máscaras de madera rodeadas de casi siete mil apellidos mapuches que se proyectaban y circulaban en luces led dentro de una sala oscura.
Con una abultada trayectoria y una temática clara que toma elementos antropológicos, sociales e históricos para reflexionar críticamente sobre la cultura y la sociedad chilena, Oyarzún inaugura la muestra "Objetos Promisorios", que estará hasta el 14 de octubre en Galería Patricia Ready.
Esta exposición se compone de dos muestras anteriores realizadas por el artista: "Mecánica de Suelos", presentada el 2009, y "Tentativas (sustituciones), parte de Mitomanías", presentada el 2016. "Las muestras que componen esta exhibición llamada "Objetos Promisorios" tienen en común que las dos fueron una especie de hallazgo muy afortunado en relación a dos proyectos que si bien son distintos convergen en el objeto encontrado. Ambas son de mucho interés dentro de mis proyectos. En el caso de "Mecánica de Suelo", es una búsqueda de productos artesanales a lo largo de Chile que tienen vinculación con el paisaje, es decir, donde los artesanos-artistas trabajan con materiales del mismo lugar de donde viven", señala Oyarzún.
La idea de este proyecto surgió en una residencia que hizo en Alemania, que fue llevado como idea de una investigación para vincularlo con la escuela de la Bauhaus. "Lo mío tenía ironía y no. Yo quería validar estas operaciones sudamericanas con algo absolutamente europeo para encontrar el nexo", cuenta el artista.
El otro trabajo, que es "Tentativa", está formado por un guanaco de más de tres metros inspirado en el que fue encontrado en el cerro del Plomo y que era el juguetito de oro de un niño.
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¿Cómo trabajaste este concepto que le diste a la estatua del guanaco? Me sirvió para darle un relato a la obra que tenía que ver con Santiago y la estatua de Pedro de Valdivia específicamente. Yo lo separé porque era como un cuento aparte, ya que el proyecto se trataba de los otros relatos de la estatua pública y las grandes mentiras tras los héroes falsos que tenemos. También se instala desde una falta de entendimiento del Estado en relación a lo que es Chile, ya que está regalada por el Gobierno español con un epígrafe que dice "Al fundador de la ciudadanía chilena". El monumento se asume con una relevancia que no tiene. Es estar adorando a un dictador.
Digo que es un hallazgo porque cuando sé esto de esta estatuilla de oro la vinculo con el lugar de la Plaza de Armas que era un espacio sagrado de los incas en una ciudad que no fue fundada por Pedro de Valdivia, sino que es una ciudad que ya existía y que era cosmopolita, donde estaban los mapuches, picunches, atacameños, quechuas y aimaras, y donde había un representante del inca; por lo tanto, era una ciudad completamente establecida con acequias y chacras, con todo lo que requiere una ciudad de la época. Pedro de Valdivia viene a ocupar una ciudad ya existente, por lo tanto, no es el fundador. Esta estatuilla viene a funcionar como una tentativa de reemplazo, una visión más pertinente que la estatua de Valdivia.
¿Qué otro elemento une estas dos muestras que componen "Objetos Promisorios"? El que ambas son catalogadas hoy como artesanía, como un arte menor que no está dentro del arte ilustrado. De hecho, estas esculturas son de la cultura Chimú en el caso del guanaco, que eran los grandes joyeros, artesanos de los incas. Cuando uno analiza que sea catalogado como un arte inferior el gesto que yo hago es instalarlo como una especie de ready made, de desplazamiento de un lugar a otro. Ambos están rompiendo esa frontera del arte porque lo estoy instalando dentro del arte contemporáneo. Son productos que se consideran artesanía pero que para mí son arte, y además los instalo dentro del contexto de la escena contemporánea.
¿Cómo describes lo que fue tu participación en la Bienal de Venecia con "Werken"? Ha sido un año ajetreado donde la apuesta, hecha junto con el curador Tizio Escobar, se ganó. Instalamos una obra muy compleja con teorías que vienen de Tizio de vincular el arte indígena, el arte popular con el arte contemporáneo. Darle el valor de expresión contemporánea, que se hace hoy en día. De hecho "Werken" está armado a partir de elementos artesanales, artísticos, que se hacen hoy día, no son piezas arqueológicas. Hoy hay un resurgimiento de la ritualidad chilena. Eso, que era tan complejo, se logró y por lo mismo la obra fue tan alucinante, porque todas las decisiones que se tomaron fueron las acertadas. Desde el cómo se instalaron las máscaras, los apellidos, que eran absolutamente digitales, que corrían por el perímetro, y este resultado se vio reflejado en la prensa, que fue impresionante como cubrió la muestra siendo que había competencia en el tema. Nueva Zelandia iba con una obra que a mí me encantó. Era una especie de reproducción multimedial de un antiguo tapiz que hablaba de la historia de la colonización y que tuvo un proceso bastante parecido al chileno, pero ellos nos llevan la delantera porque asumieron totalmente su mestizaje o mixtura con el pueblo maorí. Chile aún no lo hace, ellos nos llevan 40 años de delantera con ese tema.
¿Cómo marcó "Werken" tu carrera? Sigo trabajando igual que siempre, con todas las dificultades, pero "Werken" marca un alto. Puede que esté en primer lugar dentro de mis obras más relevantes porque fue una plataforma de visibilidad muy fuerte, que se sostiene por mi trayectoria, por la cantidad de bienales que he participado, y toda la investigación que acompaña mi trabajo. También fue importante por todos los artistas mapuches que participaron en el proyecto junto con la comunidad que también me apoyó. El equipo Liwen, de La Pintana, que fue muy relevante. Todos estos factores influyeron positivamente.
¿Cuál es el mensaje que deja tu obra? Chile todavía no se siente un país mapuche. A Nueva Zelandia le parece mucho más interesante declararse un país maorí que inglés, donde ellos deciden respetar tratados que fueron violados. Una de las teorías que yo manejaba dentro de la obra "Werken" era provocar una imagen que rebotara a Chile como una especie de reflejo del chileno, de decir: esta es una imagen del Chile de hoy donde hay una población donde más del 70% tiene sangre mapuche. Es lo mismo que decir que es un pueblo que está vigente pero que se ha negado desde el Estado y las personas inducidas por montones de mecanismos como la educación, etc. Esto ha hecho que los artistas en Chile no lo consideren porque no sienten que les pertenece y se transforman en temas irrelevantes. Va a llegar un momento en que sea parte de nuestra identidad y lo vamos a sentir como algo propio y cotidiano porque va a estar en todos lados. Tal vez nos faltan más de cuatro décadas. Es una suerte de sueño que tengo, el que alguna vez Chile se autodeclare mapuche. Es mucho más interesante que creerse los ingleses de América, donde ni siquiera hay colonización inglesa en Chile.
¿Qué se viene para lo que queda de año y el próximo? Viene la Bienal de Curitiba en octubre, donde voy a exhibir una videoinstalación, y la obra "Ekeko" será exhibida en Chaco. Luego para el 2018 está confirmado "Werken" en el Espacio de Cerrillos, y participaré en una exposición colectiva llamada Mística del Cuerpo en La Paz, Bolivia, que itinerará por varios países.