Vivir toda la infancia y adolescencia en Pirque… hasta los 17 años y llevar consigo los mejores recuerdos, como jugar con los primos metidos en el barro hasta tarde, andar a caballo y en bicicleta libremente y despertar con el canto del gallo, es lo que Teresa, la cuarta de los ocho hermanos Gutiérrez, tiene grabado a fuego en su memoria. Nostalgia que quiso revivir con su marido, León Vergara, y sus cuatro hijos, de 14, 11, 8 y 2 años. "Hace casi dos años comenzamos esta nueva vida y estamos más que felices con la decisión", confiesa esta licenciada en artes plásticas de profesión.
Desde entonces los tres mayores se despiertan de lunes a viernes para ir a su nuevo colegio en Buin y Teresa parte cada mañana por la Panamericana a Santiago a administrar el "Cilantro", junto con dirigir el servicio de banquetería que ofrece con su hermana María Jesús a eventos de la galería Patricia Ready.
"El cambio exige un sacrificio de traslado, pero lo vale completamente… no hay como llegar a la casa y sentir el olor que sale de la cocina a leña; además mi trabajo como independiente me permite tener un horario más flexible", asegura Teresa.
La casa, bastante única, es el resultado de una obra "muy nuestra", cuenta la dueña. El arquitecto es su cuñado Diego Vergara, y la construcción estuvo a cargo 100% de León, su marido, publicista de profesión, que sacó su veta de constructor y coordinó los trabajos. La genialidad del interiorismo, por su parte, es mérito de su dueña.
"Partimos con un terreno que hubo que urbanizar desde cero. Así, durante dos años fuimos ganando tiempo desmalezando, plantando, regando con bidones y con estanques". Durante todo el proceso que duró la obra, que fue más de un año, Teresa cuenta que se trasladó con su familia a vivir a la casa de su hermana Jesús, en Pirque, para controlar de cerca la obra. "Fue un tiempo muy enriquecedor, sobre todo para los niños, adaptarse a este nuevo sistema y vivir con sus primos", cuenta la banquetera.
Sobre el tipo de construcción, "la inspiración se centró en este pasillo central, medio acampado, que se pudiera amoblar, como las casas antiguas de fundo donde había vida en el corredor". Por otro lado, no querían que tuviese teja chilena, "por eso surge este corte de casa sin techo a la vista, medio mexicana". Otra característica que se fijaron era lograr una altura importante, que resultó de 4 metros en todos los espacios públicos y de 3,20 el sector de los dormitorios. Una casa abierta y comunicada con la cocina, a la que se le dio protagonismo, "porque es un lugar donde estamos mucho, por eso se diseñó como un estar que invita a quedarse y a la conversación", dice Teresa.
Frente a la decoración única y de la casa la dueña confiesa: "Soy lanzada, soy decidida. Soy de hacerlo a mi forma". Un lugar donde tienen cabida recuerdos, reciclajes, transformaciones e intervenciones que logra la artista con su facilidad innata para las manualidades. Es una convencida de que los ambientes no se logran solo por un buen presupuesto. "Para mí tiene mucho más valor algo que tenga historia, un arrastre, una vuelta de trabajo o una inspiración, que comprar un par de cuadros en una galería. Eso es lo que hace la diferencia en que las casas tengan personalidad, porque si no serían todas parecidas", afirma.
Segura y fiel a su instinto, la Tere tiene claro lo que le gusta y lo que le carga. "No me identifico para nada con lo ultramoderno. Lo encuentro frío, poco acogedor. Me gusta lo minimal, pero rústico. Encuentro que una casa tiene que ser lo más acogedora posible para vivirla".
En la galería de la entrada, por ejemplo, hay dos poltronas rojas que eran de su abuela Margó, y cuando se murió lo único que pidió fue eso, porque siempre me fascinaron y los tuvo toda la vida en su living. Eso tiene un valor agregado increíble… jamás podría cambiarlos por dos de diseño".
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