Es muy notorio cuando un arquitecto local proyecta una casa para un lugareño, si se compara con otro que diseña una para un veraneante. El primero prioriza las estrategias contra el clima de todo el año, el segundo probablemente privilegie las vistas, sin siquiera contemplar las horas de sol del verano.

El arquitecto local entiende lo que hay que hacer, el otro actúa por planteamientos básicos de diseño atractivo y no sabe cómo captar a favor el entorno. Esto es muy notorio en nuestras costas, que están orientadas al poniente, o sea si uno mira al mar, desde cualquier recinto con grandes ventanales (cosa de que el mar 'entre' a la obra, o la obra se 'sume' al mar como dicen), luego del mediodía el sol va a entrar con demasiada fuerza y sin ningún control, salvo posiblemente mediante un horrible vidrio espejo (el cual no ayuda) o unas cortinas muy opacas. Con esto el interior es muy caluroso, todo se destiñe y el mar no se verá sino hasta el anochecer. En cambio las casas locales tienen ventanas de mucho menor tamaño o contemplan una galería a modo de filtro, como tantas en Valparaíso, por poner un ejemplo.

En el campo de la zona central las casas de veraneantes también tienen grandes ventanales, poca masa y mínima aislación, y muchas veces de colores oscuros por fuera. Con ello son calurosas en verano y muy frías en invierno. Las tradicionales son de adobe (una fabulosa combinación de inercia térmica con aislación térmica), blancas y vanos controlados, estando además dotadas de corredores, parrones, postigos y patios que las hacen interactuar mejor con el clima. Nada que ver con las casas-objeto minimalistas que se ven en revistas de vanguardia.

Hacia el sur la historia se repite, los errores 'no forzados' abundan; muchas ventanas, dobles alturas, edificaciones extendidas, techos planos, abuso de la chimenea convencional (son parte del encanto de quemar bosques) y cocinas tipo mesón ornamental. Las casas locales son compactas, ventanas reducidas, chifloneras en accesos, con buenas pendientes en los techos para las lluvias y la cocina al centro de la casa, por razones térmicas y no de estilo.

No se puede argumentar que la arquitectura local es de diseño pobre, pues está en lo correcto. Las otras son las erradas; mucho se podría rescatar o reinterpretar, pero al no estar pensadas para la zona en la que se edifican son solo un 'divertimento plástico' en el que el único que pierde es el veraneante.