Los ingenieros navales que tenían experiencia en motores a diésel (generalmente más sencillo de refinar que la gasolina) en submarinos empezaron a adaptarlos para la economía en la época de paz. Al principio eran vehículos muy contaminantes y liberaban mucho humo, lo que les valió el sobrenombre de 'smokers' (humeantes). Las regulaciones impuestas a las emisiones a la atmósfera por los gobiernos desde los años 60 han modificado considerablemente la tecnología de los motores diésel y su composición misma. Nuevas tecnologías como la inyección a altas presiones, la recirculación de gases o la inyección electrónica han hecho que los motores diésel bajen sus emisiones contaminantes en un 80% a un 90% desde 1987.

Los motores (tanto diésel como gasolina) generan emisiones de CO₂ (dióxido de carbono), un gas que participa en la combustión. Los motores de gasolina producen principalmente este gas; los diésel, en cambio, son además unos grandes generadores de dióxido de nitrógeno (NO₂) y partículas en suspensión, lo cual supone un alto nivel de contaminación en el aire. Estas emisiones incluso pueden provocar problemas respiratorios o cáncer (algunos estudios señalan que además aumentan el colesterol y están detrás de la desaparición de las abejas). Los vehículos a diésel consumen menos combustible que los a gasolina, pero causan cuatro veces más contaminación atmosférica. Algunas ciudades como Londres o París han llegado a promover el impedimento de los motores diésel para evitar su impacto contaminante en el aire.

Por otra parte, los impuestos con los que cada país grava los combustibles también intervienen. En general el diésel, usado inicialmente de modo casi exclusivo por los transportes por carretera (camiones), suele tener impuestos menores que la gasolina para favorecer el tráfico de mercancías y así lograr un precio final menor de estas. El resultado de ello es que el motor diésel, que además tiene un rendimiento mejor que el de gasolina, se ha popularizado también en los automóviles particulares, lo que ha elevado el consumo del diésel y en muchos países se plantea un problema con el valor de los impuestos que gravan este combustible. Algo que también interviene en la fijación de estos impuestos –cada día con mayor incidencia– es la cuestión de la contaminación atmosférica, porque, aun con técnicas modernas, el motor diésel emite mayor cantidad de micropartículas que el motor a gasolina (contamina más desde este punto de vista). Por esta razón, ciertos países gravan el diésel con impuestos mayores y su precio es mayor que el de la gasolina

Hace no demasiado se vendían coches diésel como los más respetables contra el cambio climático. Con una menor combustión de combustible se emitía menos CO₂. Hoy en día se ven numerosas versiones de marcas ECO-algo que catalogan los coches de diésel con un consumo más bajo de la gama. Pero de un tiempo a esta parte la opinión sobre ellos ha cambiado.