Existe hoy en día una obsesión por definir el rango de confort de los interiores y exigirlo en normas y certificaciones. Usualmente, en términos de temperatura este se sitúa entre los 18 y 21 °C y entre 30 y 70% de humedad relativa, y generalmente para todo el día y el año parejo. O sea, el clima interior es igual o parejo, casi da lo mismo si es invierno o verano afuera; algo muy nada que ver con lo que pasa en los exteriores. Si usted no está en ellos quiere decir que está mal.

Pero la verdad es que lo anterior está lejos de ser la situación real e ideal. Ya se ha comentado que el ser humano necesita del invierno y del verano, necesita tener frío y necesita tener calor, al igual que necesitamos de la noche y el día (la hormona melatonina es producida de noche y la serotonina, de día: ambas muy necesarias). Estos cambios hacen que nuestro cuerpo sea más resistente, soporte mejor ciertas enfermedades, nos templan el carácter…

Lo anterior, ciertamente, fue fácil mientras fuimos 'animales de exterior', ahora gracias a las normas para interiores lo anterior no se considera.

Esto puede ser más delicado, pues si en invierno su casa está a 21 °C y desea salir a un exterior de 5°, su cuerpo va a sufrir esta diferencia de 26º (por más abrigado que esté) y luego si vuelve a entrar a otro interior con 21°, su cuerpo va a tener más problemas (un estrés térmico, algo nada saludable). Idealmente su casa debiese estar más fría y usted adentro más abrigado. Así no sentiría los bruscos cambios. Lo ideal es contar con espacios intermediarios con una temperatura cercana al promedio de las anteriores. Esto también es aplicable para el verano, no hay cosa peor que estar en un interior a 19°, salir a los 35° exteriores y luego subir a un auto con aire acondicionado. Los malestares a la garganta, resfríos y otros aparecerán automáticamente, y todo por los rangos de confort.