Creo que no hay nadie que no se haya cuestionado su manera de vivir en estos últimos cuatro o cinco meses. ¿Puedo vivir en menos metros?, ¿cómo transformar el verde que me rodea en algo productivo?, ¿cambiar mi ubicación actual por una quizás más lejos, pero con jardín? Las preguntas son infinitas y las respuestas únicas y específicas a cada persona o núcleo familiar. Porque lo que a mí me falta, quizás al otro le sobra y lo considera un exceso. Lo que sí creo aplica para una gran mayoría es el efecto acelerador de la pandemia en la toma de decisiones. Para muchos el teletrabajo llegó para quedarse, la huerta se ha transformado en una necesidad cuando quizás partió como un hobby, y los más audaces embalaron casas y se están trasladando de ciudad, buscando calidad sobre cantidad, y atreviéndose a cortar con la comodidad de la gran ciudad o la carrera que daba estabilidad, pero no satisfacción.
Al momento de pensar en elegir una nueva ciudad hay factores que pesan: buenos colegios cuando es una familia la que se traslada; conexión digital de calidad, si pretendo trabajar desde la casa en tiempo real; salud, que no haya que pasarse dos pueblos para lograr recibir una buena atención; vida cultural, y así una serie de ingredientes para conseguir la receta más atractiva. Entre las ciudades que se han vuelto más atractivas, Puerto Varas y Valdivia lideran hace años, pero sería interesante ver surgir otras, y para eso alcaldes, gobiernos regionales y privados deben invertir en infraestructura que permita que el regionalismo se vaya desarrollando. Nuestra angosta faja está geográficamente hecha para tener muchos subcentros.