¿Te imaginas que los intensos reflejos solares de los cristales de un edificio provoquen suficiente energía como para quemar alfombras, freír un huevo o derretir un espejo retrovisor de un Jaguar?
Aunque suene impensable, este caso sucedió en Londres hace un par de años con el controvertido edificio Walkie Talkie. El fenómeno dio vuelta al mundo y ha sido blanco de cuestionamientos para el arquitecto de la obra, por conjugar variables sin predecir sus efectos, como un diseño con forma cóncava, fachada de vidrio y el clima londinense, que a pesar de ser templado es capaz de alcanzar altas temperaturas (33 °C) en verano.
Este caso, si bien resulta una excepción, principalmente por la forma particular del edificio, no está lejos de la realidad con la proliferación de los edificios de vidrio o fachada cortina en varias ciudades del mundo, como Santiago, y que actualmente es foco de preocupación para varios expertos en sustentabilidad.
Francisco Godoy, de la UFT, master en Diseño Sustentable y Medioambiental de la Architectural Association de Londres y socio de Estudio Alinea, arroja datos a considerar como una tendencia: del total de la energía que se produce en el planeta, un 33% se utiliza en transporte, un 26% en industrias y un 41% en los edificios que habitamos día a día. De ese 41%, un 20% se utiliza en el sistema sanitario, 15% en iluminación y un 65% en climatización, ya sea aire acondicionado o calefacción.
"Si consideramos que casi el 80% de esta energía proviene de fuentes no renovables, que en su proceso y generación causan el calentamiento global, es fundamental entender el efecto que generan en nuestra ciudad los edificios de vidrio", aclara el entendido.
La utilización de este material en la arquitectura chilena, principalmente para edificios de oficinas, comienza a desarrollarse durante la década de los 90, relacionada a un tema estético y a la capacidad de industrialización de las fachadas de una edificación, reduciendo costos y tiempos de construcción.
Según un estudio elaborado por el arquitecto Claudio Vásquez, magíster en Arquitectura en la PUC, doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, UPC, y docente de la PUC, entre 2005 y 2013 se levantaron en Santiago 133 edificios de oficinas premium, distribuidos, principalmente, en El Golf, Nueva Las Condes, Ciudad Empresarial, Av. Providencia y el centro. De ese total, el estudio concluye que el 56% tiene sus fachadas cubiertas únicamente de vidrio.
Ante este inminente crecimiento, Vásquez coincide en los efectos negativos respecto al consumo energético para lograr confort climático para quienes trabajan al interior de estas construcciones. "Hay edificios de Nueva Las Condes que pagan cerca de 50 millones de pesos mensualmente para climatización, lo que equivaldría a 10 viviendas sociales", asegura.
Las fachadas de vidrio nacen en el norte de Europa. En ese contexto de frías temperaturas y baja radiación solar, el uso del vidrio permite recibir la energía del sol, acumularla y mejorar el confort térmico al interior. "Cada ciudad y sus edificios deberían responder a su entorno climático. El uso de este material es preferible en las latitudes más extremas, mientras que más cerca de la línea del Ecuador, como es el caso de Chile, es preferible aumentar la masa térmica del edificio y reducir el uso de vidrio", explica el arquitecto, socio del Estudio Alinea.
Sobre los impactos en la ciudad de estas edificaciones, el arquitecto urbanista Arturo Torres, experto en gestión de ciudad, master en Tecnologías de Edificación y director de Postgrado de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UFT, asegura que existen otras problemáticas, además del costo energético que se requiere para refrigerar un edificio, lo que genera un alto impacto ambiental, que equivale aproximadamente al 30% del costo energético de un país. "El segundo impacto consiste en que aumenta la temperatura exterior por la reflexión de la luz, aportando a la generación de islas de calor de hasta 6°C más en zonas específicas de los barrios, lo que impacta en la vida urbana y de los ecosistemas existentes. El tercer impacto es de orden cultural, es tener asociada la idea de fachada de vidrio al éxito económico, esta asociación mental que se vincula a la imagen de los edificios de las ciudades con economías desarrolladas funciona como un signo aspiracional, para mostrarse como parte de un grupo de poder que se presenta con una cierta estética. Este último es el más nocivo, porque esta estructura cultural es la que crea los impactos anteriores, y para resolverlo se requiere trabajar en la mente de los tomadores de decisiones a través de la creación y transferencia de nuevas estéticas".
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Las fachadas de vidrio nacen en el norte de Europa. En un contexto de frías temperaturas y baja radiación solar el uso del vidrio permite recibir la energía del sol, acumularla y mejorar el confort térmico al interior. Realidad diametralmente diferente a la chilena.
Soluciones inteligentes
Si bien las fachadas livianas están representando un dolor de cabeza para muchos, especialmente por sus elevados costos de mantención, el arquitecto Francisco Godoy aclara que en Chile hay muy buenos ejemplos como alternativas a la fachada vidriada, que ponen el foco en la reducción del gasto energético. "El más conocido es el edificio Consorcio, de Borja Huidobro y Enrique Brown, el cual a través de una celosía exterior permite el crecimiento de una enredadera caduca, que permite el acceso del sol en invierno y lo bloquea en verano. El Centro de Innovación UC / Anacleto Angelini, de Elemental, propone ubicar la masa del edificio en el perímetro, tener ventanas retranqueadas y un patio central que permita ventilar e iluminar la totalidad del edificio, sumado a una potente propuesta estética. Por último, el Edificio Simonetti, de Cristián Undurraga, plantea una piel de piedras de cuarzo, la cual controla la temperatura sin reducir la iluminación natural interior. Estos edificios pueden llegar a reducir su consumo hasta en un 50% con respecto a los edificios de fachada de vidrio, consumiendo entre 15 y 30 kwh/m², versus 60 y 90 kwh/m²".
Al respecto, el arquitecto Claudio Vásquez es enfático en opinar que el vidrio no es el principal problema en este tema, sino cómo lo abordan los arquitectos. "El vidrio es un material irreemplazable, del cual depende el correcto desarrollo de todo el potencial energético que tienen las fachadas; nada podría ser hecho sin el vidrio. En contextos como Santiago, donde se tiene tanto sol disponible, lo que uno tiene que aprender a hacer no es a bloquearlo, sino más bien a administrarlo. Analizar cuáles son las variables que entran en juego. La situación que tiene el edificio por fuera tanto de clima, como de contexto, como la distribución que se hace por dentro. Por ejemplo, hay edificios mal pensados donde las plantas libres están dispuestas justo donde llega más el sol…".
En ese sentido, el arquitecto cree que las barreras más que económicas son tecnológicas, "encontrar soluciones que sean capaces de aprovechar bien la energía solar". Apuntando a dar respuestas a estas falencias es que Vásquez se encuentra desarrollando un proyecto FONDECYT desde el 2015, junto al Grupo de Estudio de Arquitectura y Fachadas de la Escuela de Arquitectura de la PUC (GEAF UC), para encontrar soluciones de fachada variable que funcionan con energía solar. De hecho tienen un sitio web, www.plataformavariable.cl, donde publican contenido asociado en torno a esta problemática. "Estamos buscando saber cuál es el patrón con lo que tienen que variar para lograr el mejor desempeño y cómo este patrón tiene que reaccionar según lo que nos diga el interior de las plantas de edificio, a través de algoritmos de control. Este trabajo apunta a la creación de productos que lleguen al mercado".
Una de las empresas en Chile que ofrecen soluciones de doble piel para maximizar el confort del usuario con un mínimo consumo energético es Hunter Douglas. "Los elementos de control solar contribuyen a lograr el mayor grado de eficiencia energética manejando el exceso de radiación que ingresa a los recintos y al mismo tiempo maximizando la ganancia de iluminación natural. En este sentido, existen cortasoles de diferentes geometrías, materialidades, áreas abiertas, etc., que se ajustan según la realidad y necesidad de los proyectos", señala Carlos Mella, gerente de I+D y Soporte Técnico de Ventas de Hunter Douglas. En esta familia de productos existen soluciones simples (elementos fijos) hasta los más sofisticados, como quiebravistas móviles y motorizados que pueden accionarse según diferentes necesidades de manera automática, respondiendo a distintas solicitaciones y condiciones ambientales.
Existen muchos proyectos con diferentes grados de eficiencia energética que la empresa ha ejecutado en Santiago. Un ejemplo de fachada fija y en material especial (acero corten) es el centro cultural Gabriela Mistral, GAM. Dentro de los proyectos con mayor eficiencia energética destacan el edificio Transoceánica, certificado LEED, y el edificio de la OIT, que tiene quiebravistas móviles, ambos ubicados en la comuna de Vitacura.
Trespa es otra empresa innovadora en el mercado con productos fabricados en los Países Bajos. "Las placas Trespa Meteon son especialmente indicadas para sistemas de fachadas ventiladas. Los sistemas ventilados son una perfecta envoltura del edificio, con un excelente aislamiento térmico y garantizan unas condiciones saludables en el interior. A temperaturas ambientales altas, la cámara ventilada creada entre las placas y el material aislante permite una reducción considerable de la carga térmica. Esto proporciona un ambiente óptimo para aplicaciones constructivas sostenibles", explica Rodrigo Gana, gerente técnico TSA. Uno de los edificios de fachada cortina que mejor ejemplifican el logro de estas soluciones es el edificio de Microsoft, ubicado en Vitacura. La aplicación de una segunda piel favoreció la reducción de cristal en la primera piel en un 30%, y ayudó a controlar el sobrecalentamiento del interior evitando la excesiva refrigeración, y mejoró la comodidad térmica y visual.