El dicho 'el mundo está cambiando' nunca ha sido tan real como hoy. Hace poco estaba revisando datos y cifras de la evolución del hombre, y los cambios que hemos generado en los últimos cincuenta años sobrepasan exponencialmente toda la curva de la evolución humana en siglos de existencia. En cantidad de personas, extracción de recursos, producción de insumos, etc. Nunca antes ha existido algo así. A eso además hay que sumarle lo digital, para muchos una revolución que crece como bola de nieve y con más impacto y trascendencia en el ser humano que la revolución industrial, y que está cambiando la manera en que nos relacionamos, desde tener miles de 'amigos' y la invasión de grupos de WhatsApp a poner en la palestra a muchos que no deberían. Como dijo Umberto Eco, "el drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad".

Lo bueno de lo anterior es que las habilidades blandas están surgiendo como valores que generan cambio y transformando la tecnología en un proceso orgánico, poniendo la relación entre personas como eje principal. El diseño está usando estas variables, creando espacios menos rígidos y más alegres donde las personas se relacionan de manera horizontal, como podrán constatar en la selección de oficinas que tenemos en este número.

Crear espacios de trabajo rígidos o estériles, que no permiten la asociatividad entre pares ni dinámicas diversas es algo que lamentablemente se sigue dando en nuevos proyectos de oficina, pero que solo refleja una miopía de las cabezas al considerar estas nuevas variables como algo superfluo o improductivo.

También quisimos mostrarles fábricas creativas nacionales donde se mezcla la tecnología con el oficio. Gracias a la primera hay un resurgimiento del hacer, donde una máquina de última generación permite que el conocimiento manual se mantenga vivo.