Hace tiempo que queríamos dedicar un número de la revista a los oficios, al hacer con tiempo y cariño, a revalorar lo hecho a mano. Chile nunca ha sido un país donde los hacedores de lo manual abunden, y hoy están claramente en retirada, acorralados por los productos fáciles, pero sin alma; porque algunos resultan más caros que las miles de malas importaciones que inundan nuestro país, o porque no tenemos la paciencia para esperar por algo, lo queremos ahora y seguramente lo desecharemos mañana. Afortunadamente la gente que tiene un oficio lo hace por pasión, porque es lo que los levanta en la mañana y los obliga a hacer, y a pesar de un panorama hoy más adverso, van a seguir haciendo y buscando la forma de innovar en un mercado saturado de información.

Pero hay aires nuevos y positivos; por un lado, la revalorización de lo artesanal, de lo propio, que de a poco nos ayuda a construir una frágil identidad país, y, por otro, nuevas generaciones que están volcando sus energías en aprender técnicas que estaban desapareciendo o inventando nuevos procesos, porque entienden que lo hecho a mano es único y ya solo por eso tiene un valor distinto.

La semana pasada vi el documental "The True Cost" en Netflix, es de 2015 pero sigue siendo extremadamente vigente; el impacto del fast fashion en todos los niveles de la cadena de producción es algo de lo cual todos deberíamos estar al tanto. Saber dónde y en qué condiciones se fabrica lo que llevamos puesto me confirma que elegir lo que dura, lo de mejor calidad y lo que tiene un valor agregado como conocer a quien lo hizo, es el camino que elijo seguir. Opten por rescatar oficios, tiene sentido.