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El emocionante mundo de los objetos cotidianos

¿Y si las cosas que nos rodean, por insignificantes que puedan parecernos, pudiesen gatillarnos una pequeña experiencia más allá de su función esperada? Matteo Ragni nos cuenta cómo se declina el diseño a la italiana.

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Para Ragni, el diseño es más bien una actitud, un modo de afrontar el mundo que dice relación con la alegría de vivir, con el cuidado y el amor por los detalles. Un modo impreso en el ADN italiano de este diseñador que forma parte de la escena creativa de los últimos años en el país europeo.

Arquitecto de formación, director artístico de Campari Soda por 5 años, Ragni estuvo de paso por Chile, tirando líneas para traer a nuestro país la muestra 100% TobeUs, en julio/agosto de este año. Una colección de 100 autitos de juguete en madera, hechos en modo artesanal, que nace en colaboración con amigos diseñadores, como el chileno Fernando Contreras Wood o Giulio Iacchetti, y que luego se amplió con nombres como Karim Rashid, los hermanos Campana y algunos de los grandes maestros italianos como Mendini o Branzi. “Es un poco un arma que combate contra este consumismo del cual somos todos víctimas”, dice respecto a este proyecto.

¿Y cómo es la relación que tenemos hoy con el mundo, con las cosas, a propósito del consumismo? Es un poco un contrasentido, porque el diseño por definición produce, proyecta bienes y esta es una lucha desigual, no puedes decir soy un diseñador y no proyecto, porque alguien más lo hará en tu lugar y quizás lo hará peor. Me gusta mucho este tema de la cultura japonesa, que lo bello es consecuencia de lo justo. Entonces proyectas objetos que a lo mejor tienen una vida un poco más larga que los otros, en los cuales te reencuentras, te afeccionas, de alguna manera te ayuda a proyectar la vida más larga, por lo tanto consumes menos, y los autitos (TobeUs) son objetos que a lo mejor no usas todos los días, pero es una especie de recordatorio.

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¿Porque estarán siempre allí? Están siempre allí y te recuerdan que quizás hoy voy al McDonalds, está bien, pero no lo hago todos los días; o compro autitos de plástico, pero quizás uno mejor hecho que puedo personalizar, o los legos que son muy sostenibles, puedes hacer un saco de cosas con ellos, es una materia infinita como el vidrio, pequeñas células.

¿Te interesa diseñar objetos cotidianos? Tantos granitos de arena hacen una playa. Muchos diseñadores quieren confrontarse con temas muy clásicos, objetos incluso escultóricos muy caros, a mí me interesa que cada objeto que llevamos con nosotros tenga una pequeña historia que contar. Y si nos hace estar un poquito mejor, que bueno. Las tapas Tombini de las alcantarillas de  la calle, por ejemplo, son cosas funcionales; si estoy esperando a mi novia en la calle, mientras se maquilla, quizás veo los Tombini, veo estas huellas de pajaritos y me saca una sonrisa. No quita nada a su función, no cuesta más y te hacen estar un poco mejor.

¿Otra lectura del binomio ‘forma-función’? Función y emoción, siempre se dice que la forma sigue a la función, yo le agrego que la forma sigue a la emoción porque la función está dada, este vaso debe funcionar como tal si no no puede existir.

Algo bien propio del diseño italiano, este  carácter de gozarse el mundo... Sí, la felicidad, que no es solo la ‘dolce vita’, la discoteca, el aperitivo es el placer del detalle. El diseño italiano se basa completamente en el cuidado de los detalles, de las cosas. Te das cuenta de que eres italiano cuando te vuelve loco algo que no va como crees, la terminación, etc. Es una cuestión cultural. El diseño para nosotros es un poco una actitud, saber vivir, divertirse, durante el aperitivo, delante de una iglesia románica, comerse un helado, leer un libro.

Trabajas mucho con otros diseñadores, con Iacchetti, con Contreras Wood… Me gusta, el diseño es un poco como una religión, si no compartes con los otros tu alegría, no eres feliz. Es la curiosidad. Castiglioni decía: “Si no eres curioso, olvídate, el diseño no es para ti”. La curiosidad de conocer también a otras personas, profesionales que son tu competencia, pero que te puedes confrontar con ellos, te sientes un poco menos solo. Somos hijos de una generación de diseñadores solitarios, Castiglioni, Munari, no han hecho una escuela. Yo creo mucho en este manifiesto, el hecho de ser una generación que cambia el mundo. A lo mejor llego a los 50 y digo no lo logré, pero todavía tengo algunos años para soñar...

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