El otro yo de Klotz
La conexión con su raíces alemanas y la oportunidad de tener un fragmento de su vida en esa tierra gatillaron en el arquitecto Mathias Klotz la compra de un departamento en Berlín. El edificio de 1840 recién restaurado, con una planta libre en obra gruesa, le permitió proyectar y construir a su entero gusto. "Representa una seguridad y paz interior y es mi pequeño centro de operaciones para Europa", dice.
Mathias Klotz es segunda generación en Chile. Sus abuelos alemanes llegaron a Valparaíso por un tiempo acotado, y se quedaron de manera definitiva al estallar la Segunda Guerra Mundial.
La primera vez que el arquitecto pisó suelo alemán fue en el año 1990. "Llegué el 2 de octubre a Berlín, proveniente de Praga, el último día que la DDR existió. La experiencia fue histórica. Me quedé dos semanas invitado por estudiantes de medicina en un departamento de ocupas en Berlín del Este, y asistí a una serie de emotivas y nostálgicas despedidas de un país que dejaba de existir. Algo muy distinto de las imágenes que vemos y asociamos de la caída del muro. Si bien por un lado la juventud y el país en su conjunto querían el cambio, por otro era muy duro que el país en que naciste dejara de existir, la bandera con la que creciste se bajara del mástil definitivamente y el enemigo al que te preparaste para enfrentar, de un momento a otro ya no es enemigo y encima tú pasas a ser parte de su país", relata con cierta nostalgia.
Klotz estudió en el Colegio Alemán de Santiago. Tiene pasaporte alemán, al igual que sus hijos, y en Alemania están casi todos sus primos hermanos paternos, además de dos de sus hermanos.
Este fuerte vínculo familiar explica que el reconocido arquitecto haya buscado durante cuatro años un pedacito de tierra en la capital alemana. "La oportunidad de tener aunque fuera un fragmento de mi vida en aquella ciudad, amable, verde y acogedora, rodeada de lagos, atravesada de parques y de buena arquitectura. Berlín representa la conexión con mis raíces, el encuentro con una tierra que me es familiar. Es una extraña sensación de seguridad y paz interior, pese a lo terrible e intensa que fue la historia del siglo XX en ese lugar", confiesa.
El departamento está en Prenzlauer Berg, a una cuadra del muro, en lo que fue Berlín del Este, para el arquitecto el mejor barrio de Berlín.
"En mi calle hay parque, centro deportivo, estadio, restaurantes italiano, tai, japonés, vietnamita, francés, mexicano, indio, alemán, libanés; tienda de bicicletas, reparadora de calzado, mercado orgánico, minimarket, panadería, estación de metro, tranvía, colegio, kindergarten y cines. Todo esto en cuatro cuadras y en un ambiente sumamente tranquilo y sin tráfico", describe.
Junto con la ubicación, las características únicas del edificio construido en 1840 y recién restaurado, con una planta libre en obra gruesa más jardín privado, conquistaron al exigente ojo de Klotz. "Pude proyectar y construir a mi entero gusto", explica.
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¿Qué representa este lugar para ti? ¿Qué es lo que más te gusta de este espacio cuando lo vives? Es mi refugio en el mundo civilizado, mi rincón en una ciudad donde puedo caminar de noche sin miedo, donde los niños se mueven solos, donde a los ciclistas se los respeta y ellos también respetan, donde todo se puede hacer a pie o en transporte público, donde en las universidades no hay paros, tomas ni encapuchados, donde los taxis del aeropuerto no solo andan con patente, sino que encima le hacen publicidad a Uber.
Estar en Berlín es para mí un respiro y una esperanza de que las cosas aquí pueden mejorar.
¿Cuántas veces al año vas? ¿Han surgido proyectos profesionales? Voy lo más posible. Estoy comenzando a tener encargos. La semana pasada me dieron el permiso de obra para mi primer proyecto, al que muy generosamente me invitó a participar Mauro Rojas, arquitecto chileno de Valparaíso radicado en Berlín hace años. Es un edificio de departamentos en Kreuzberg que comenzaremos a construir en la primavera. Tengo también otro proyecto en desarrollo en Stuttgart: la casa del fotógrafo Roland Halbe.
Mi departamento es mi pequeño centro de operaciones para Europa. Cuando voy a China o al Líbano por trabajo, también paro regularmente en Berlín, aunque sea por el fin de semana para acortar el viaje, podar mi jardín y comer con amigos. Mi proyecto es hacer crecer mi oficina ahí, y que mi hija menor, Sofía, de un año y medio, estudie entre el Colegio Alemán de Santiago y el de Berlín.
¿Cuánto por ciento te sientes alemán? Me siento mitad alemán.
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