El 2000 fue el año en que Britney Spears, Christina Aguilera, Jennifer Lopez y N'Sync –entre otros– se consagraban como las nuevas estrellas del pop, aunque Madonna seguía supervigente con "Music". En el cine se habían estrenado "Dancer in The Dark" con Björk, "Billy Elliot", "X-Men" y hubo entregas de franquicias taquilleras como "Destino final" y "Misión imposible". Pero ninguna de las influencias que permeaban a los otros jóvenes de 12 años llamaba la atención de Mario Rojas Torrejón. Ese año, cuando le dieron la libertad de decorar su pieza él no puso pósteres sino que hizo una cenefa de cartulina con dibujos de su mano de distintos edificios de la Alameda.
Mario –quien ahora tiene 31 años– dice que nunca dibujó monitos, que probablemente su mamá no sabía dibujar más que casas y eso aprendió con ella. Después su papá lo llevó a pasear por Santiago, a mirar los edificios antiguos y nació su curiosidad por esos que parecían palacios, que se sentían como de otras épocas y otros países. "Yo dibujaba todas las noches, era mi hobbie y mi primera aproximación al patrimonio. A medida de que nos fuimos embarcando en esto (Brugmann.cl, la plataforma que cofundó junto a Fernando Brugmann) entendí la arquitectura de otra forma, su valor urbano, social, económico, histórico, espacial, etc. Pero, además, a través del dibujo empecé a entender cada edificio en sus circunstancias únicas. Me pasa que a veces me encargan dibujar un edificio que no llamaba mi atención, pero en el proceso, haciendo el trazo, desde los cimentos, viendo que las ventanas son una determinada forma, que los balcones son de esta manera, empiezo a entender los motivos del arquitecto. Me terminan gustando".
Por estos días Mario pasa horas con un amplio pliego y muchos lápices mina y de tinta, tratando de entender a Alberto Cruz Montt durante esos años en que proyectaba el Club de La Unión. "Veo por qué lo hizo de esta manera asimétrica. Siento que de alguna manera lo que hago es ponerme en el lugar del arquitecto, rehacer sus trazos con los medios disponibles en la época, también en términos de concepción espacial". Muchos arquitectos han recomendado a Mario dibujar solo una sección y repetirla en Autocad, plotear y listo, ¡superfacil! Pero el encanto de este trabajo para él es el proceso, darse el tiempo para dibujar cada columna, cada ventana, cada ornamento.
Cuando dice que le encargan dibujar edificios se refiere a las ocasiones –cada vez más frecuentes– en que una empresa como Gasco le pide su visión del edificio que ocupan para decorar la gerencia, o cuando un particular quiere homenajear de esa manera la casa de sus padres, de sus abuelos, por ejemplo. También hay fans de ciertos edificios como la Estación Mapocho que le han comprado los dibujos originales. Ya sea un encargo o una inquietud propia, el proceso empieza tomando fotografías y recolectando la mayor cantidad posible de imágenes históricas. "Me gusta dibujar el edificio como era, no como está hoy. Elijo un momento que pienso que es su esplendor. No utilizo planos, hago las medidas a base de fotografía. Creo que en varios casos los edificios sufrieron remodelaciones desafortunadas, que significaron muchas veces disminuirlos. Cuando yo los dibujo les devuelvo todos sus decoraciones y ornamentos antiguos". Mario también se ayuda de libros y láminas antiguas de arquitectura, también ha conseguido catálogos de lo que estaban trayendo los arquitectos a Chile en esa época.
El interés por ver su trabajo expuesto no solo ha crecido en Chile. Además de una pequeña individual que tuvo en Gasco dentro de las actividades en la última versión de OH! Stgo, Mario viajó con sus dibujos para mostrarlos en París, invitado por France-Chili.com "Fue heavy ir con esto a París. Allá no saben de esta arquitectura con tanta influencia suya en Sudamérica. Se vendió todo".
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