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En familia

Con 25 años en el rubro, Nina Herrera, la mujer detrás de la marca, es devota de las tradiciones familiares, esas que se transmiten de generación en generación. Y es justamente esa tecla la que ha usado para crear las colecciones de la ropa de cama que tan conocida la han hecho entre los chilenos. 

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Nos recibe en su tienda, en un espacio especialmente acogedor para conversar. Con galletas, café recién hecho y una sonrisa afable que nos hace sentirnos en casa. En Nina Herrera -la tienda- está todo exquisitamente dispuesto. Todo en su lugar, impecable; cada doblez de las sábanas que allí se exhiben es perfecto. Si la atmósfera fuera un color, elegiríamos el rosado. Un lugar limpio, sencillo y poderoso en los detalles, al igual que sus productos, que ya llevan 25 años vistiendo camas. Esta vez, y entre galleta y galleta, Nina nos habló del relato detrás de la marca.

¿Cómo nace Nina Herrera? Comenzó con el nacimiento de mi última hija. Con mi marido tenemos 9 niños, los míos, los suyos y los nuestros. El era viudo, yo separada con mis dos niños, y la nuestra iba a ser esta hija. Un poco antes, al momento de quedar esperando, se me ocurrió ir a buscar algo lindo para su cama. No quería nada estampado porque eso no lo podía blanquear; para mí era mucho más cómodo hacer una cama blanca y con bordados, quería que fuera más cálida. Y no encontré nada, salvo algunas opciones que en ese momento para mí eran imposibles de comprar. Ahí se me ocurrió hacerlas yo con una costurera que tenía. Compré el broderie y listo. De ahí partió todo, la cama se veía muy acogedora. La gente me encontraba loca, por qué había elegido blanco, ¡pero para mí es lo más práctico! Porque no acepta manchas, y si se mancha se blanquea.

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¿Y qué vino después? En ese tiempo con mi marido teníamos una tienda donde vendíamos géneros estampados, diseñábamos telas para cortinas y sofás, y eso se lo vendíamos a Almacenes Paris de esa época. La tienda se ubicaba en Providencia, en el centro de decoración que había en ese entonces, entre las calles Suecia, General Holley, Lyon y Santa Magdalena. Fue así como pusimos nuestras sábanas en la tienda para ver qué aceptación tenían, y la verdad es que gustaron mucho. Luego se las ofrecimos a Almacenes Paris; en un principio las encontraron horrorosamente caras porque estaban muy por encima de las importadas en ese tiempo. Por esos años se tenía el concepto de que lo bueno era importado. Sin embargo, nos arriesgamos y les dejamos 12 de cada tipo a consignación. A la semana ya no tenían. Comenzamos entonces con la reposición, fui haciendo más cosas, le agregué las colchas, los cubreplumones, cojines decorativos, etc. Así la gente empezó a identificarse con esta marca nacional.

¿Cómo definirías el estilo de la marca? Yo he seguido un estilo muy marcado que felizmente nunca se nos ha desdibujado, a pesar que hemos estado siempre muy dentro de la tendencia; en cuanto a colores, a tipos de bordados o de estampados, estamos bastante a la par de lo que hay fuera. En general abunda la simplicidad y tendemos siempre a lo natural. Yo ahora estoy aplicando colores que no son tenues -como se ha visto siempre en Nina Herrera-, que son bastante elegantes y osados para nosotros; el color uva, por ejemplo, el eucalipto, sésamo, todos estos son de la nueva colección. Estamos usando más fibras naturales, como el lino, algodón, sedas… tapicería de algodón hecha en Francia. Ahora llegó también toda una colección de manteles francesa.

¿Cómo se mantiene la tradición? Mis cosas son las que se heredan, teniendo en cuenta que ahora tenemos una mentalidad mucho más desechable. Durante estos 25 años he visto que mamás regalan nuestros productos a sus hijas, y luego esas hijas a las suyas. Tenemos un estilo clásico y transversal, y sí, nos basamos bastante en las tradiciones, que para nosotros se basan en cómo vestir nuestra cama, lecciones que se traspasan de papás a hijos, es algo que se graba en el ADN. Eso le ha gustado mucho a la gente, se sienten identificadas con estas tradiciones que se han perdido por esto de que todo es tan desechable. Todo es moda, y la moda es eso, lo que pasa; lo clásico, en cambio, siempre se va a ver bien, no aburre y no pasa de moda.

¿Qué opinas del gusto de los chilenos en este rubro? ¿Ha ido evolucionando?

Sí, ha ido evolucionando bastante. La gente sabe mucho más ahora de ropa de cama que antes porque viaja más, entonces sabe más de algodones, de tipos de tela y se hace más exigente. Antiguamente, en la época de mi abuela, todavía se usaba la cama almidonada, con colchas, se usaban frazadas, no plumones. El dormitorio era un lugar que nadie veía, no se te ocurría que alguien fuera para allá, se recibía en tu living y si tenías casa nueva mostrabas todo el resto. Después, a medida que fueron cambiando los gustos y la gente empezó a mostrar más su casa, se empezó a preocupar más de la cama y la pieza. Las grandes tiendas fueron un gran impulso para eso. Ahora las puertas de la casa están abiertas a todos; los amigos de tus niños están encima de tu cama, y si tus niños están con amigos en el living, uno recibe a los amigos en la pieza… la cama y el dormitorio pasaron a ser un lugar de recepción.

¿Qué es lo que nunca usarías en una cama, a qué le dices un no rotundo?

Lo que no me gusta nada son las frazadas. Porque son poco prácticas, no se lavan mucho -se ponen trapientas- y reciben mucha tierra, son un vehículo para los ácaros. Además hay que taparlas porque son feas, no se ven lindas en una cama. Ahora, hay excepciones, como las frazadas de vicuña. A lo otro que le estamos diciendo adiós es al vuelo de la cama, porque es incómodo, sin embargo en muchos casos es un mal necesario. Además que se ha ido retomando el estilo de cama antigua -marquesa-, la cama con larguero y que dentro de eso se pone el box spring. Queda bien bonito porque es mucho más cálido. d

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