Esculturas funcionales

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Además de matrimonio son una dupla creativa. Nutridos con experiencias en el extranjero, sin ganas de rendirse ante la escasez de espacios para el arte, encontraron la forma de hacer lo que les gusta y cautivar a un público que aprecia lo duradero, hecho con las manos y el corazón.




La antigua planta de gas de Estación Central domina el paisaje de casas bajas y de fachadas continuas. Detrás de una de ellas, bien grafiteada, hay espacios especialmente dedicados a procesos como electrificación y soldadura o torneado y fresado.

Eso pasa en este lugar –que solía ser una carnicería– desde algún momento de 2014, cuando Franco Filipponi y Loreto González, ambos con estudios en arte, casados y con tres hijos, ya llevaban un par de años de vuelta en Chile y decidieron dar un giro a su taller.

Habían pasado 10 años en Cataluña porque Franco había encontrando muchas limitantes en Chile cuando trató de convertirse en escultor. En España pudo estudiar los tres materiales de la escultura clásica:, la piedra, la madera y el metal. Ahí, en una prestigiosa escuela de artes aplicadas, sí pudo entrar al taller, desarrollarse más rápido y llegó a ser el ayudante del profesor de forja. Franco y Loreto fueron a todos los encuentros de forjadores de Europa y encontraron una escena muy potente.

Para ser un escultor de forja, para calentar y modelar metal, necesitaba un horno, una prensa, un martinete, yunques y otras herramientas. Por supuesto un espacio apropiado para trabajar con todo eso. Ya había llegado al momento en que lo representativo y la realidad en general ya no le satisfacían y buscaba nuevos lenguajes , cuando, frente a las dificultades que se dan en Chile para vivir del arte, decidieron reinventar el taller y empezaron a hacer piezas funcionales aplicando diseño. Así nacieron las lámparas de La Farga.

En 'la sala de máquinas' Franco muestra el horno que reemplaza a la fragua, la prensa hidráulica con que estampa y pliega planchas, y muchas herramientas que él inventa. "La matriz universal es el corazón del taller del herrero. También son fundamentales el tornillo, la prensa y el martinete. He traído máquinas de Corea, en barco; otras vinieron de China y España. Hay algunas piezas que delegamos pero prácticamente todo se hace aquí en el taller", explica él.

A veces cuando tiene que hacer muchas articulaciones y otras piezas complejas se ayuda en el centro mecanizado CNC que tienen en la empresa metalmecánica de su familia, justo al lado de su taller. Ahí está en buena parte el origen de su relación con los metales y las máquinas para trabajarlos.

"Cuando volvimos acá empecé a recordar estos procesos en la empresa familiar. Empezamos a diseñar lámparas y objetos. Surgió la necesidad de hacer estas piezas que habíamos diseñado. Recordé la tornería y la mecánica. Experimentando, ensayo y error, con ayuda de los maestros profesionales de al lado, aprendí conceptos básicos como torno y fresa. Cuando digo que empezamos a diseñar lámparas es porque antes estaba pensando en esculturas. Ahora incorporamos función. Para hacerlas de manera coherente con lo que soy usamos metales, mis herramientas y mis formas de hacer. El diseño de estas lámparas está solucionado adecuándose a un oficio. Antes de las lámparas se me ocurrió la articulación. Puedo inventar 80 modelos de lámpara pero siempre es el mismo módulo, la misma solución", dice Franco.

Franco y Loreto diseñan juntos, a veces usan Autocad. Él se encarga exclusivamente de la factura y ella de la difusión. Aparte, ella –fotógrafa– tienen una marca de zapatos. "Somos de familias que hacen cosas. Mi abuelo era mueblista, mi papá hace zapatos de toda la vida. Franco y yo hemos crecido en talleres. Su mamá hace muchas cosas. Valoramos ese espacio de creación y las cosas que hay en ellos. Franco ama las herramientas, son sus joyitas. Tenemos un tema con los materiales. Me gustan la lana, la madera de verdad, el cuero y la suela. A Franco le pasa lo mismo con el bronce y el cobre", dice Loreto.

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