Pareciera ser que tener un jardín y huerta aumenta los quehaceres y da más trabajo, pero la verdad es que no se compara con la cantidad de beneficios y bienestar que devuelve.

Hoy en día, con los muros verticales y con las empresas que reparten bandejas de minihuertas a domicilio, se puede tener un jardín lindo y comer frutas y verduras frescas incluso en un departamento chico y sin demasiado trabajo.

Tener un frutal en el jardín siempre había sido mi sueño. Su olor, ver cómo florece y donde las estaciones son tan marcadas, que es como tener un calendario vivo.

Un jardín aunque sea pequeño es un minipaisaje. Para los japoneses cada uno es un microcosmos, de arena, musgos… El árbol representa un bosque, la piedra una montaña. Un jardín es un respiro, un descanso. Desde un balcón a una parcela.

Porque en realidad, al menos yo, me imagino que para casi todos es una tarea doméstica más, algo que se sume a la lista de responsabilidades, suena agotador. Pero jardinear está comprobadísimo que es terapéutico. Estimula los sentidos, ofrece ilusión, además de la satisfacción de crear vida y verla crecer. La poda tiene efectos neurológicos muy parecidos a la meditación.

Cuando era chica teníamos un patio interior. Seguramente era enano, pero tenía piedras, helechos y un naranjo al medio con una jaula de canarios amarillos colgando, y recuerdo sentir que vivía en medio del paraíso. Satisfacer los sentidos es más fácil y menos trabajoso de lo que parece.

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