Si había tiza dibujábamos uno en el suelo. La dificultad cambiaba con la edad; los lugares, con la oportunidad. ¡Qué juego más bello y democrático! Humilde y generoso. Como el luche del sur, el alga, el bloque o el crespolín en malla que venden en todos lados. Sé que no tienen más relación que el nombre, pero suena entretenido jugar con ambos ¿no?

El luche siempre ha estado en la cocina chilena, más del sur con platos cálidos pero usado según familias y tradiciones en todo el territorio. Es de mareas medias con rocas donde se posan. Recogida, limpiada, secada por algueros históricos. De ahí ese sabor a sal, mar y ahumadillo que aporta. Sumado a un montón de minerales, calcio, hierro, pocas calorías y muy bajo costo. ¿Qué más se quiere?

Haciendo memoria de platos memorables con él llego a la cazuela de cordero con luche en las cocinerías de Dalcahue; pescado con costra de luche de Lorna Muñoz, también en Chiloé; empanadas fritas de luche/queso en Valdivia; porotos con luche de Los Vilos y las papas con luche que he comido en muchos lugares. Entonces, ahora que las algas viven un boom, que el mundo las mira, quiere y usa, sería bien bueno empezar a usarlas. Y la verdad, es fácil y sanito.

Sabemos que podemos echarlo en cualquier cazuela, carbonada, charquicán. Se hidrata, enjuaga, pica –opcional– y a la olla, sartén, fuente. En un sofrito quedará bien como base para rellenos o mezclas en variopintos purés, para acompañamientos o como capas de pasteles salados. Va perfecto en cebiches y mariscales, para cocinar pescados al horno o parrilla, caldos varios. Me tinca arriba de queso fresco, picado en el arroz o la ensalada.

El luche dura un montón, así que vamos por y con él. Un broche de oro para cerrar este mes del mar. @raqueltelias