¿Por qué ir cada año a Milán y específicamente al Salón del Mueble y el Fuori Salone? Qué tiene para atraer a tanta gente de todo el mundo devotamente cada temporada?
Este abril en el Salone hubo un 26% más respecto al 2017, tal vez porque se presentaban también EuroCucina y el Salón del Baño, dos atractivos extra. Era un mar de personas, 434.509 visitas en 6 días vertiginosos. Gente de 188 países circulando como tiburones en busca de su almuerzo. Los ojos extraabiertos, concentrados, clavándose en cientos de objetos. Instantáneas, en 'modo ráfaga', pero con la vista, sin parar por 7 horas al día.
Fueron 20 km diarios de caminata promedio entre un universo de muebles. Sí, el zapato oficial de los maratonistas del diseño son las zapatillas, y el que no las lleva es que no está cazando muebles.
Es un intento honesto pero ilusorio, de periodistas, compradores, estetas, de tratar de dar con los más lindos, novedosos, las piezas que serán ícono, las tendencias que vendrán y discernir a vuelo de pájaro estas atracciones del sillón repetido y las mismas sillas del 2017, 2016, que también las marcas ponen medio de fondo; medio de relleno, en exhibición.
El ambiente es febril y no hay ser humano –a no ser que tenga superpoderes– que alcance a estar en el 100% de los más de mil eventos. Se necesitaría en verdad un mes para ver todo lo que ofrece la Milan Design Week. Pero parece que ese justamente es el 'quid' del asunto –de por qué todos vuelven–, porque dura poco y entonces es preciado, precioso y único. Tal vez los italianos, que saben de belleza y seducción, magistralmente dejan a todo el mundo a propósito con ganas de más y con la fantasía de tal vez el próximo año lograr ver otro poquito. Y en ese bello truco caemos gustosos quienes repetimos la tourné. Porque llenarse los ojos de sorpresa, descubrir geometrías y proporciones nuevas, texturas táctiles, es un gozo. Es como un pequeño estado de éxtasis, un pequeño síndrome de Stendhal por 4, 5 días completos. La sorpresa que despierta los sentidos para descubrir el mundo y sentir latir la vida. Sí, es la misma de los viejos filósofos griegos que aquí se viste de "¡Oh!", nutrición para las almas estéticas. De eso se trata todo: la belleza y la sorpresa. De eso se trata también esta revista ¿no?, del gozo estético, si no fuera así no la haríamos y ustedes no la leerían tampoco.
Gracias Salón por cada abril. Trataremos con empeño el próximo año capturar aun más cosas estupendas. Mientras tanto, queridos lectores, aquí va lo que cogimos para ustedes en 4 días triple jornada.
Materialidad natural:
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Téjeme. Relax al Natural. Si bien vimos un mar de muebles ultracoloridos, aterciopelados y exuberantes, en el otro extremo del péndulo nos llamaron la atención piezas desperdigadas aquí y allá en distintos stands, que no tenían nada que ver con lo anterior, ni con lo moderno, ni con ecos del pasado. Es más bien un lazo con la naturaleza, con una evocación de la vida al aire libre, a la casa en contacto con la tierra en modo superrelajado y confortable.
Las fibras tejidas, algunas naturales, otras no, ya no tienen por qué estar relegadas al exterior, ahora ingresan a la casa, formando parte de poltronas, mesitas, pufs o consolas, subiendo la temperatura visual de los espacios.
Retro. Volver al pasado. El terciopelo –tan popular en los livings chilenos de los años 70–, el capitoné, banquetas, pufs y otomanos fueron una constante en esta feria. Las patas de los muebles siguen delgadas, sutiles y de acero, pero a diferencia del año pasado, que aún eran rectas/muy correctas, más cincuentonas, ahora se abren en ángulo para un look más atrevido. Los cuerpos de los muebles que sobre ellas se montan son suaves, de perfiles redondeados, formas más orgánicas y más libres: los respaldos y brazos crecen respecto a lo que veíamos hasta el año pasado, y las líneas rectas se difuminan en estos volúmenes más generosos y libres.
En colores, el azul gobierna las formas, desde el azul Klein, el Serenity de Pantone 2016, hasta el oscuro y marino profundo. Le acompañan sí o sí el mostaza, o alguna variedad entre amarillo y naranja. El rosa insiste aún en quedarse –no quiere dejar de estar de moda-, muy bien acompañado de otro color bien retro también, el verde botella, que va en todos los tapices. O sea, verde y rosa; azul y amarillo, los mix para este año.
Diverso. Gervasoni. La imaginación de Paola Navone, siempre tres pasos más allá de la norma, da lugar a una serie de muebles, entre ellos Brick y Carve.
Ambos inquietantes y tan distintos de lo habitual. Brick es una familia de contenedores con la superficie a espejo, pero con el borde decorado "con un motivo gráfico arenoso que recuerda un efecto helado". Carve tiene también un aire misterioso, parece salido de la boca de un volcán, pero "es una silla escultura" -como dicen en Gervasoni-, de made ra con respaldo perforado para que pase la luz. gervasoni1882.it
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