Camino a esta entrevista en la galería que acoge su última exposición –Artespacio–, Omar Gatica pensaba en una palabra suelta. Venía examinando 'perfil' como si fuera un bicho en su mano, jugando con su significado, viendo cómo se comporta, cómo cierra y abre puertas en contextos como 'sí, tiene el perfil, 'no, no tiene el perfil'. Siempre que se enfrenta a esta situación de mostrar su trabajo se le vienen a la cabeza pensamientos como estos. Termina preguntándose: "¡¿Y qué hago yo aquí?!". "Es el dilema del artista, supongo, dónde está parado, dónde se ubica su obra", dice Omar.
El fin de semana del temporal fue "de puro nervio" para Omar. El estero que separa Barrancas de Pichi –la localidad cercana a Rapel donde se instaló hace poco tiempo– de la civilización estaba crecido y el camión que contrató para transportar sus pinturas –de gran formato– no podía cruzarlo. Tuvo que subirlas a su vieja 4x4 y atravesar el río hasta el camión, varias veces, escuchando cómo el viento azotaba los cuadros. Llegó hasta Alonso de Córdova, donde se encuentra galería Artespacio, con los pies empapados, pensando en las distintas dimensiones de la palabra distancia.
Omar Gatica cree que el movimiento concreto europeo estuvo cerca, pero que es muy difícil lograr la abstracción total. Una vez dijeron que él era 'abstraccionista' y a él le gustó. Cree que por ahí va la cosa: "En mi obra siempre hay un atisbo de realidad, de objetos y espacios reconocibles. El movimiento, los elementos como el fuego y el agua". En "Luz, materia y atmósfera", la muestra que presenta en Artespacio hasta el 29 de Julio, se reconoce la influencia de la naturaleza y se entiende mejor escuchando a Omar contar que pintó al aire libre, en los bosques esclerófilos de su terreno en Barrancas de Pichi, con los cuadros apoyados en litres, boldos, quillayes y peumos. "Me dejaba influenciar por los movimientos y las energías. Eso lo transporté a la pintura a través del color. Al principio pensaba que un cuadro no tenía nada que ver con el otro. Mi intención no era hacer un cuerpo de obra, solo tenía este afán de pintar inspirado por la naturaleza. Empecé pintando un cuadro muy pequeño, realista, retratando las montañas. Eso me abrió las puertas a la libertad. Me dije 'tengo que hacer nomás'. Se fue conformando esta exposición, que me tomó unos ocho meses".
Allá en el campo tiene mucho trabajo; más ahora que empezó el invierno. Pero eso solo hace que aproveche mejor el tiempo, que recolectar la leña y el agua, cuidar el huerto, le den más valor a cada día de sobrevivencia. A veces con su mujer –Yto Aranda, artista también, que prefiere los formatos electrónicos y más tecnológicos– se preguntan si algún día serán capaces de desconectarse totalmente de todo lo demás. "No poh, imposible. Tenemos un proyecto que desarrollar y compartir", se responde Omar. A estas 37 hectáreas que ahora poseen las bautizaron Rao Caya, que significa medicina del alma. Ahí esperan reunir arte con naturaleza y tecnología, crear programas de residencia e invitar a otros artistas relacionados con su búsqueda. "Hace poco fuimos a Colombia a una mesa redonda que reunía muchos proyectos en Sudamérica como este. Artistas que se han retirado a las selvas de Brasil, de Colombia y Ecuador y han armado estos espacios de creación. Nosotros estamos habilitando para recibir gente y hacer talleres. Lo hacemos con nuestras propias manos, con ayuda de nuestros hijos y otros jóvenes", explica Omar.
Recuerda que en el verano lo pasaron realmente mal con la amenaza de los incendios forestales. Creyeron que todo su aporte a disminuir la devastación se iba a perder. @gaticarivera
"Me gusta el formato grande. Permite más desplazamiento por la tela. Me da más posibilidades. No es solo mi muñeca trabajando", dice Omar Gatica.
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