Cuando hace unos 20 mil años una persona del Paleolítico o del Neolítico se internaba en una cueva, en medio de la oscuridad y las profundidades de la tierra, este acto estaba impregnado de simbolismo y religiosidad. Era un acto ritual, un pasaje de este mundo al otro; de esta vida a la otra, con ticket de retorno para volver a la superficie renacidos y renovados. Eran las culturas matriarcales de la 'Vieja Europa', previas a la llegada de los indoeuropeos. Las mismas que pintaban las paredes con escenas de caza, de chamanismo, las primeras manifestaciones de arte del ser humano y de arte público, dedicados a la gran Diosa Madre.
Hoy, si bien entramos a la tierra por motivos más profanos, simplemente atravesar rápido las praderas de cemento de la ciudad nos siguen acompañando magníficas imágenes en los muros subterráneos, tantas veces desapercibidas, ignoradas o no identificadas por los transeúntes, que a diferencia del flaneur de fines del XIX, poco se encanta con el paisaje urbano, hipnotizado por la pantalla de su celular.
Fueron Mario Toral y Raúl Zurita, a propósito del mural en estación Universidad de Chile, quienes hicieron la analogía del arte rupestre y el arte público en el metro. Como dice Javier Pinto, director ejecutivo de la Corporación Cultural MetroArte, "Toral se remonta a las cavernas, la cacería, las manos, ellos dejaron plasmado su momento histórico. Con el tiempo las escrituras se plasmaron también en las paredes de las iglesias y el muro pasa a ser un soporte tradicional de arte público, entendiéndolo como el que le hace sentido a un gran grupo de personas.
Este tema lo toma Zurita y nos escribe un prólogo a propósito de cómo los muros del metro tienen esa misma oportunidad". Es el poeta quien, refiriéndose a los murales instalados en Baquedano, en 1998, denomina las estaciones 'las nuevas catedrales': "Desde las cavernas de Altamira y Lascaux hasta los murales de Mario Toral en estación Universidad e Chile, el arte es el gran depositario de nuestra continuidad", dice en el libro del mismo nombre, que reúne todo el trabajo hasta fines del 2009 de MetroArte.
Azulejos, hiperrealismo y lo local
La idea de llevar el arte a las estaciones nace a raíz de una exposición en Chile de Marianne Ström, fotógrafa, historiadora del arte y escritora de libros como "Métro-Art et Métro-Poles", o "Art Public". "Ella fue quien hizo que partiéramos en esto", explica Pinto. Antes de eso, antes de los murales, como los de Toral, Pablo McClure o Zamudio, que son más bien de los 90, en los primeros años de vida del metro, lo que había eran los mosaicos que coloreaban las paredes, pero sin ninguna pretensión artística", como explica Pablo Altikes, arquitecto, director del Concurso Nacional: Mural Fernando Castillo Velasco, por inaugurar en abril. "Cuando partió el arte en las estaciones el concepto era universal. En el caso chileno, ellos nunca lo vieron como arte. Lo vieron como que la gente no se aburriera, no tuviera monotonía, no sintiera claustrofobia, que entraba a un lugar inhóspito. Lo veían como algo práctico. El tema de las horizontales, las diagonales que generan velocidad en el arte cinético, vinculaba la altura, entonces lograbas acostumbrarte espacialmente. Esto hacía que fuera más agradable. Con las obras en mosaicos de Himmel y Manríquez, en los 70, hubo una sola mano, ellos hacían todas las paredes y más tarde será cada artista. Con La Moneda, una de las primeras estaciones, se empiezan a hacer estos cuadros hiperrealistas de Chile, porque el arte cinético siempre fue abstracto y la gente no lo entendía, requería un nivel cultural mayor, con Moneda hay un cambio y la gente lo entiende perfecto".
Los murales que vienen
Hoy hay un cambio de paradigma, según Altikes. Si hasta ahora Metro organizaba concursos internos con una cartera de artistas participantes cercanos a los 20, según explica, y con temáticas referentes a la estación en cuestión, con la última estación de la Línea 3, Fernando Castillo Velasco, la modalidad concurso se abre y democratiza. "A diferencia de otros próceres, don Fernando Castillo es universal, le pertenece al mundo entero. La idea era hacer las bases para un verdadero concurso nacional y transversal, para artistas, arquitectos, diseñadores, y se amplió también a estudiantes patrocinados por un profesor, por el rol educativo que tuvo don Fernando". El arquitecto, a cargo de la coordinación del proyecto, cuenta que participaron muchas instituciones, como el Colegio de Arquitectos, la Fundación Eduardo
Castillo Velasco, la AOA y la Municipalidad de La Reina, un nuevo modo de trabajar. Las nuevas estaciones Fernando Castillo Velasco, Bío Bío, Plaza de Armas y Parque Almagro, todas con murales por inaugurarse el primer semestre del año, tienen como nueva protagonista a su comunidad natural, la gente y los lugares y arquitecturas de sus alrededores, explica a su vez Javier Pinto.
En Parque Almagro se trabajó con la Universidad Central, que a su vez hizo mesa de trabajo con los libreros, comerciantes y vecinos del sector; en Castillo Velasco el proyecto ganador pertenece a un grupo de artistas de Concepción que trabajó en conjunto con una escuela de niños de La Reina. En el caso de Plaza de Armas, se trata de un colectivo fotográfico, Lúcidos, encabezado por Pablo Andrade, que recoge la diversidad cultural del km cero de Santiago (instalaron una cabina donde la gente que quería se fotografiaba para ser incluida en el mural); y en el caso de Bío Bío, es el primer proyecto de un artista mapuche en el metro, el escultor Antonio Paillafil con los Chemamull, que se inaugurará el 21 de junio a las 12 hrs., inicio del We Tripantu, el año nuevo mapuche.
Si antes fueron los murales de autor y los concursos internos, "ahora hay un tercer cambio que es la comunidad. Ella levanta temas, postula, se involucra al punto que en las bases trabajar con la comunidad es una exigencia. Entonces ahí, como el jabalí o el venado se pintaron en el pasado, hoy estamos repitiendo el modelo", enfatiza Pinto.
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Para saber más :
- "Métro-Art et Métro-Poles", Marianne Ström
- "Las Nuevas Catedrales", Metro de Santiago
- "Diosas y Dioses de la Vieja Europa", Marija Gimbutas