El departamento anterior había estado en sus manos durante al menos diez años, pero fue solo en los últimos dos, cuando volvió de una larga estadía en EE.UU., que lo habitó. Ahora recuerda el momento de la venta como un error. No se había dado cuenta hasta entonces cuánto le gustaba vivir ahí. "Afortunadamente encontré este departamento justo en frente del que tenía, y son solo dos por piso. La dueña lo estaba vendiendo", celebra José Miguel De la Cerda.
A lo largo de su vida a José Miguel le ha tocado remodelar, o intervenir de manera muy básica, la arquitectura de varios departamentos. Siente que de alguna manera satisface así una especie de vocación frustrada (él es abogado), por una parte; por la otra, encontró en esas operaciones una fuente de placer y entretención: "Es muy difícil que yo pueda vivir, arrendando o comparando, en un lugar que ya está listo. Necesito poder desarmar y armar de nuevo. Me gusta mucho tomar algo que esté en muy mal estado y que uno pueda ver una transformación. Me gusta llegar a algo viejo, destruido o muy mal distribuido y mejorar eso que ya existía. Mi papá siempre decía que la pátina del tiempo es algo que no se puede imitar. Cuando renuevas algo tienes que tratar de mantener la generosidad de esos tiempos que se nota en los espacios, las estructuras. Por mucho que lo transformes nunca será nuevo. No son los mismos lenguajes ni materiales. Eso tiene una gracia".
José Miguel no tenía nada pensado. Dice que cada vez que ha afrontado una remodelación el factor predominante ha sido el instinto. Eso se mezcla con los materiales que llamen su atención en el momento y con la realidad de los maestros de que disponga.
Acá comenzó con la búsqueda de los mármoles y otros revestimientos: "Quería que el departamento tuviera una cierta línea conductora. Que la cocina y los baños, sin ser iguales, tuvieran algo que los uniera de alguna manera. Creo que se consiguió porque tenemos un baño blanco, uno verde, uno gris y la cocina con una cubierta de mármol negro. Es la predominancia de ese tipo de materiales y superficies lo que une, pero a la vez son todos distintos".
¿Por qué esa atención al detalle no en uno, sino en tres baños? "Siempre he pensado que si uno va a remodelar algo hay que hacerlo altiro increíble. Es una inversión tan grande, tanto en plata como en energía, en desgaste y expectativas que no siempre se cumplen, que al final las diferencias de costo de los materiales son algo marginal, sobre todo cuando estamos hablando de baños que no son tan grandes. Además, como en este caso los espacios son tan abiertos, lo baños se ven todo el tiempo".
Había visto casas en que el arte cuenta una historia, en que eso se logra mediante algún tipo de colección de objetos y, por supuesto, con muebles; nunca había visto a alguien elegir los revestimientos con esa intención. "Es un poco manía. Simplemente se me ocurrió", dice José Miguel.
Lo que ocurrió antes de que pudiera instalarse con sus cosas lo describe como una explosión, como un dinamitar lo que había: "Partiendo por la entrada, que era muy chica. También hubo que modificar la cocina, todo el sistema de agua caliente. El piso de parqué lo habían sacado y habían puesto alfombra y mármol beige con rojo; hubo que rebajar la losa para nivelar el parqué. El baño verde era un dormitorio, hubo que traspasar todos los ductos por debajo de la losa".
Buscando que los espacios se sintieran tan amplios como fuera posible, con la idea de que todo el departamento se use, trató de tener solo puertas correderas que quedaran ocultas. Solo los baños tienen puertas batientes, pero, como nos explicaron, siempre están abiertas.
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