Madera hoy
Muebles y objetos de decoración, pero también detalles constructivos y hasta productos de vestuario, incorporan este noble material. En versión minimalista, de formas armónicas y funcionalidad probada, la madera reaparece en la escena del diseño con una renovada faceta de modernidad.


Cálida, nativa, orgánica, noble, natural, sustentable. Las cualidades asociadas a la madera son fáciles de imaginar y enumerar.
Sin embargo su uso, junto con la oscilación de estos valores en la conciencia global, pasó por periodos de explotación desmedida a la desaparición rotunda de la escena decorativa y de allí al reemplazo por placas que la imitaban a la perfección. En la actualidad, sin embargo, la madera vuelve con fuerza y reinventada.
Las opiniones coinciden en dos puntos fundamentales: por un lado, la difusión del diseño moderno escandinavo en el mundo y la toma de conciencia general sobre la importancia de la sustentabilidad en el diseño y en la arquitectura, con miras a una sociedad más ecologista y menos dañina con su entorno.
En este sentido, dos grandes cruzadas coincidieron para generar una tendencia que, instaurada en todo el mundo, rescata el esplendor de este clásico material en su versión más sintética.
Y no es casual que estas dos premisas confluyan convertidas en tendencias de moda: en los fundamentos del diseño escandinavo aparecen la inspiración en la naturaleza, la sustentabilidad y la conservación del medioambiente, mientras que en las nuevas versiones de filosofía sustentable se habla de formas respetuosas del entorno y el paisaje, así como del uso de materiales autóctonos.
Del diseño escandinavo al proyecto latinoamericano
La escuela escandinava se inició en 1922, pero se popularizó en los años 50 con el llamado modernismo escandinavo: un movimiento de diseño caracterizado por la sencillez, la funcionalidad y la producción en serie a bajo costo.
A principios de la década de los 20, los diseñadores eran verdaderos funcionalistas, y mientras predicaban la supremacía de la función por sobre las formas, en la Real Academia Danesa de Arte aprendían a tomar el cuerpo humano y el espacio como puntos de partida, para luego desarrollar muebles que satisficieran las necesidades de uso identificadas.
Más adelante, con la flamante democracia social de mitad de siglo y la disponibilidad de nuevos materiales y métodos baratos para la producción en masa, los diseñadores sumaron a la funcionalidad las premisas de aprovechamiento del material al máximo, producción en serie, confort, austeridad y, aunque parezca vano en este contexto, belleza.
Sí, ‘belleza para todos’ y ‘objetos cotidianos bellos’, los lemas acuñados por la Asociación Sueca de Artesanía y Diseño Industrial, subsisten desde entonces, amparados en el bienestar que debe generar el diseño, según el mandato escandinavo.
Como resultado, la llamada ‘democratización del diseño de buen gusto’ se instauró en todos los hogares nórdicos con sus formas elegantes, atemporales y sistemáticas, además de sus materiales naturales y respetuosos de la naturaleza.
Por su parte, la llamada ‘arquitectura orgánica’, allá por las décadas de los 30 y 40, replantea los conceptos básicos del diseño escandinavo e introduce el concepto de armonía entre hábitat humano y mundo natural, mediante la integración de espacio, construcción, mobiliario y alrededores para que se conviertan en parte de una composición unificada.
En este movimiento filosófico, y de la mano de arquitectos de la talla de Alvar Aalto o Erik Gunnar Asplund, el racionalismo y el funcionalismo propios de la escuela escandinava complejizaron sus formas, ahora más costosas y difíciles de industrializar.
Sin embargo, esta postura propuso un diseño más humano y personal: una vuelta hacia lo artesanal, hacia lo único y lo irrepetible.
Son estos dos movimientos, ya sea el masivo y económico propuesto por la escuela de diseño, o el artesanal y humanista de la arquitectura orgánica, los que reaparecen en las propuestas de diseño y arquitectura contemporáneas.
En este sentido, y más allá del diseño escandinavo popularizado por IKEA (que originó un sinfín de pequeños emprendimientos imitadores del estilo), son varias las propuestas que, a nivel regional, adoptan estas filosofías. Desde la impronta vernácula de Cazú Zegers, quien planteó que “no se puede competir con la geografía y la naturaleza, sino que es necesario sumarse a ella” e impuso la visión de sustentabilidad en diversas casas patagónicas, íntegramente construidas con maderas autóctonas, hasta las modernas propuestas del estudio Bravo!, con sus muebles y objetos de líneas simples y funcionales, en maderas como lenga o raulí; desde el ‘sistema lenga’ y otros proyectos de jóvenes diseñadores argentinos, subvencionados por los gobiernos patagónicos para promover el uso de maderas autóctonas, hasta las heterogéneas propuestas de mobiliario artesanal que las modernas ‘carpinterías’, Barauna o Llausá, presentan desde Vila Madalena, el barrio más trendy de Sao Paulo.
Por su parte, desde el codiciado barrio de Palermo en la capital porteña, el arquitecto Alejandro Sticotti propone muebles de lapacho, petirirí y otras maderas originarias de la selva misionera.

Maderas sustentables: usos y costumbres
Si el uso de maderas autóctonas como el arce o el haya que crecen en los frondosos bosques de los países del norte es parte intrínseca del estilo escandinavo, en nuestras latitudes las especies también tienen nombres propios: Lenga, raulí, coihue o roble pellín son algunos de los que pueblan los bosques del sur chileno y argentino, mientras que el petirirí, el lapacho, el pino, el eucalipto, el timbó, el kiri o la cerejeira definen el paisaje norteño (más exactamente de la jungla misionera, el sur de Paraguay, Bolivia y Brasil y, en algunos casos, Perú y la cuenca del Amazonas). Por su parte, el cumaru, ipê, sucupira, cedro arana, paricá y el tauari determinan la selva amazónica brasileña en todo su esplendor.
Todas estas especies se utilizan para la construcción de muebles de diseño. Las elecciones varían en función de sus características intrínsecas: dureza, maleabilidad, pasta y grano.
Los diseñadores optan por una u otra madera evaluando el uso que darán al mueble terminado (los de exterior necesitan de maderas bien duras, resistentes al clima y a los insectos, mientras que los de interior aceptan maderas semiduras e incluso blandas) y el estilo que quieren dar a sus creaciones.
“Hay maderas que por su extrema dureza no permiten trabajar las formas y resultan en muebles extremadamente rústicos y poco estables como los de algarrobo. En mi caso necesito una madera más maleable ya que busco generar muebles modernos, de líneas orgánicas y colores claros”, explica Emiliano De Campo, un joven carpintero argentino especialista en muebles de lenga. “Hay maderas que por más que se cepillen intensamente nunca quedan lisas -agrega el consagrado Alejandro Sticotti-; las mejores maderas son aquellas que tienen una pasta factible de ser cepillada hasta que el mueble quede absolutamente liso. En mi caso elijo trabajar el lapacho y el petirirí porque son de muy buena calidad y dan el look que caracteriza a mis muebles. También estoy trabajando con maderas de demolición, que son listones recuperados y, por lo tanto, muy estables. A las maderas nuevas hay que dejarlas secar y estacionar durante un tiempo, si no los muebles resultan inestables”. Por su parte, Marcelo Orlievsky, del estudio YesOuiSi, creador del sistema de módulos en lenga que ganó el concurso del gobierno argentino de Tierra del Fuego para impulsar el uso de ese tipo de madera, dice: “La lenga, por ejemplo, es una madera semidura, muy fácil de teñir o encolar y con un color muy característico. Elegimos este tipo de madera no solo por su aspecto, ya que queríamos desarrollar un sistema de módulos modernos, sino también por su sustentabilidad, ya que este hecho favorece la provisión estable de madera y nos garantiza cuidar la ecología, además de la continuidad de nuestro producto”.
Desde su web, Francisco Fanucci y Marcelo Ferraz, arquitectos y propietarios del estudio de diseño Barauna, explican el modo en que eligen sus maderas: “Proyectamos muebles de arquitecto. Es por eso que trabajamos con diferentes maderas según el estilo constructivo que abordamos. La lógica, para nosotros, es respetar los principios de sustentabilidad, economizar insumos y adornos innecesarios”.
Si bien la madera respeta la premisa escandinava de utilizar los materiales naturales que definen el entorno, durante años se ha criticado su uso como material de construcción, porque se asociaba a la destrucción masiva de bosques.
Fue por este motivo que las placas enchapadas ganaron terreno en todas sus variantes (MDF, aglomerados y multilaminados) y con todas sus ventajas visibles: al ser más firmes que las maderas macizas, las chapas garantizan la estabilidad de los muebles, una veta pareja y grandes dimensiones sin la necesidad de ‘emparchado’ que requiere el tablón macizo, entre otras virtudes.
Sin embargo, el surgimiento de la explotación racional de bosques y de la correspondiente certificación volcó nuevamente la mirada hacia este material noble en su estado natural y a sus cualidades intrínsecas.
Uno de los fundamentos de la certificación es que, para que haya madera en el futuro, la gestión de los bosques debe ser sostenible. Es decir, que debe haber una evaluación individual de la masa boscosa para luego extraer solo los árboles que se pueden regenerar.
Asimismo, en la actualidad se habla del uso racional de la madera. Aprovechar las maderas blandas y de crecimiento rápido que no implican deforestación, cuando es posible, así como la continuidad en el manejo de enchapados. El eucalipto, el pino y el bambú son algunos ejemplos de maderas blandas, fáciles de forestar y muy utilizadas en muebles de interior. Por su parte, en ciertos muebles se opta por el enchapado ya que, de lo contrario, resultarían innecesariamente costosos y perjudiciales para el medioambiente. “Los enchapados tienen ventajas técnicas, cuidan el medioambiente porque aprovechan retazos de madera que se pegan sobre una placa y pueden ser de excelente calidad si el carpintero que los trabaja es un verdadero artesano”, dice Emiliano De Campo, y luego agrega: “En la actualidad casi todos los muebles de grandes dimensiones, como mesas y aparadores, llevan tapas y laterales de enchapado natural y patas macizas. La combinación es garantía de buena calidad. Por su parte, el look final lo va a determinar el acabado que se elija para el mueble: el lijado del material para regular su veta y color, así como la laca poliuretánica que, además de ser una protección para la madera, le otorga brillo u opacidad”.

Sebastián Errázuriz*
“La crisis económica del 2008 puso fin a la moda del lujo que acompañaba el exitismo de la burbuja inmobiliaria y comercial. La sorpresa de vernos a merced de las grandes corporaciones ayudó a fortalecer la indignación del pueblo, así como la demanda de cambios tanto políticos como sociales.
Como consecuencia, la moda siguió los nuevos valores: el hipster de traje slim y corbata pitilla se convirtió en un hippie de barba y tatuajes; las bandas acústicas y folclóricas comenzaron a vender más discos y el yoga y los productos orgánicos fortalecieron sus mercados. Por su parte, los materiales nobles como la madera y los diseños simples (”honestos”) volvieron a ser un bien apetecido, mientras que los estudiantes de carreras creativas, hasta entonces dedicados a crear versiones digitales en 3D, se re-encantaron con el romanticismo de disciplinas artesanales como la carpintería y los diseños limitados.
En nuestro país, esta moda tomó especial fuerza ya que inyectó nueva vida y recursos a una red de maestros y talleres que se encontraban moribundos. A su vez el diseñador joven, en consonancia con estos artesanos, encontró el modo de crear prototipos de apariencia escandinava.
Si bien la madera es un material increíble, al cual muchos nos hemos dedicado, es importante tener en cuenta que el furor por la madera se trata de una moda.
Creo que muy pronto este entusiasmo va a ser remplazado por una nueva revolución industrial de las impresoras 3D y por un neofuturismo, a la vez romántico e ingenuo, parecido al de los años 50.
La madera seguirá teniendo un espacio dentro del diseño, pero será relegada a unos pocos entendidos, que sabrán valorarla como un nicho antiguo, extremadamente exigente y técnico. En este contexto, la madera será vista como un lujo extraño y escaso, parecido al de escribir libros a mano, como monjes de la Edad Media antes de que se inventara la imprenta”.
*En 2007, Sebastián Errázuriz fue elegido entre los mejores diseñadores internacionales emergentes por la revista ID. En 2010 recibió el título de Diseñador Chileno del Año y en 2011 fue seleccionado para el prestigioso premio Compasso d’Oro, en Italia, y luego para la Design Miami Basel.
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