A veces Nicole Coquelet tiene que hacer visitas a terreno, pero la mayor parte de su trabajo como asesora en proyectos de energía renovable solo requiere una conexión a internet. Hace seis años tomó esa libertad en el sentido más amplio y se fue de Santiago rumbo al Sur. “Después de encontrar este lugar hacia la cordillera de Pucón, en un campo dentro de una reserva de bosque nativo, solo volví a Santiago a buscar mis cosas. Me arrendé una casita preciosa en este mismo campo, sin saber cuánto me iba a quedar o qué iba a pasar conmigo”, recuerda.

Cuando compró el terreno en ese lugar pensaba en una inversión, en una apuesta, pero de ninguna manera en un proyecto de vida. Cuando habló con Julio Zegers –quien además de arquitecto de su actual casa es su amigo– sobre hacer algo, tenía en mente algo muy simple; le habían metido mucho miedo con las complejidades de construir una casa desde cero en un terreno como el suyo. Cuando Julio llegó con una maqueta no solo le pareció la cosa más linda del mundo, se asombró de que el arquitecto recordara cada observación que ella le había hecho sobre sus obras anteriores, de que hubiera combinado todo lo que le gustaba en una sola. “Se acordaba de que me gustan las líneas horizontales, las transparencias, los techos que él hace. Pero incluso cuando ya estábamos en la etapa de los renders, y pensaba ‘no podemos no hacer esto’, aún no me lo creía. Me costó, pero tomé la decisión de construir. Y no tuve ninguno de los problemas que tanto me advirtieron. Esa experiencia desastrosa que me aseguraron ha sido una maravilla. Entro y aún no puedo creer que esto sea mío”.

Plasmar la idea

“Muchos entienden el proyecto de arquitectura como una plano y una construcción, pero hay un trabajo previo que consiste en entender lo que el mandante quiere, incluso si no lo tiene claro, a partir de sus motivaciones, de cómo quiere vivir. Esa fue una parte bonita del trabajo con Nicole. Me ha tocado trabajar en el sur de Chile por cerca de 20 años. Conozco el clima y los lugares. Si ella quería vivir la casa en invierno había que considerar que cada rayito de sol que entra en ese bosque es importante. Plasmar desde esa primera conversación la manera en que quería vivir y fusionar esa visión para activar el terreno”, dice el arquitecto Julio Zegers.

Cuatro de los seis años que Nicole lleva instalada en las cercanías de Pucón los vivió en una casita rústica sin aislación. Ella sabe que los inviernos son fríos, que se corta la luz y que puede quedar aislada si se cae un puente, que su vecino más cercano está a un kilómetro. En esa soledad se siente protegida. “Pero te tiene que gustar. Sales y te encuentras con animales salvajes que no habías visto nunca, con condiciones climáticas inciertas. Pero a la vez estás supercerca del pueblo. Puedo conectar fácilmente con la vida social, la pega, las compras. La gente vive de una forma muy distinta. Tienen más tiempo y comparten más. Te encuentras con alguien y paras a conversar. Por eso esta casa tiene esto de las terrazas; abunda en lugares para sentarse, tomar una cerveza y conversar”, dice Nicole.

Ideas que inspiran. Una casa que se articula buscando la luz y respetando su entorno: un bosque nativo.

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