Fundida en una extensa pradera, esta casa emerge tímida y astutamente aprovechando la gran vista hacia el lago Rupanco, sin irrumpir el verde paisaje. "Como el sitio formaba parte de un condominio, una de las preocupaciones era que las casas no se estorbaran unas a otras y la presencia de las construcciones obstruyera lo menos posible la naturaleza", aclara el arquitecto Luis Izquierdo. Bajo esa condicionante surge este pabellón extenso de un piso, con un techo raso a lo largo de la cota, que se camufla de manera magistral con el entorno.

La sustentabilidad fue el resultado de varios factores al proyectar el diseño de este lugar de descanso para un gran clan familiar, como el emplazamiento, la orientación, las vistas, la topografía, el clima y la accesibilidad: todas directrices que se tradujeron en una obra notable, sumamente eficiente en ahorro energético y de mucha autonomía en su mantención.

La arquitectura se trazó con todos los recintos orientados hacia el lago, en dirección al poniente, y la circulación se hizo por el lado oriente, almacenando el calor solar diurno al interior. En invierno se utiliza calefacción en base a bombas de calor, un sistema muy eficiente, "pero lo fundamental es que la casa es capaz de tener una buena exposición solar y que la energía que entra por las ventanas es retenida únicamente con un sistema de doble vidrio", detalla Luis Izquierdo.

La visión de cuidado medioambiental se advierte también en la elección de los materiales de construcción, fácilmente transportables y con sistemas que tengan un grado de prefabricación y que requieran más bien un montaje que una ejecución, disminuyendo de esa forma los tiempos de construcción y, por defecto, la huella de carbono. En ese sentido, se optó por madera laminada para toda la estructura y para el muro de contención del terreno que conforma el patio, el zócalo del pabellón y la terraza delantera se utilizó piedra laja de la zona proveniente de la cantera más cercana.

Otra de las ventajas con visión ecológica, que es un distintivo frente a las construcciones vecinas, es su techo-jardín plantado con semillas del mismo pasto de la pradera, lo que se tradujo en una favorable aislación térmica y confort climático al interior. "En Chile en general existe una diferencia de temperatura fácilmente entre 15 y 18 grados entre el día y la noche, y con esta solución se logró un equilibrio buscando el frescor diurno y evitando el frío nocturno", dice Luis Izquierdo.

Una casa de veraneo familiar, que con todos los nobles gestos conscientes sobresale por su auténtica simpleza, que el premio nacional de Arquitectura prefiere calificar como "naturalidad" y que es una máxima en todos sus proyectos. "Responde a que las cosas muestran su propia naturaleza. Es una belleza consecuente".

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